Refugio

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En dos días los piratas ya habían zarpado para continuar con su aventura, la tripulación descansaba tranquila y el azabache estaba deambulando por el barco, ahora viendo los rincones y lugares los cuales antes no quiso explorar por miedo a alguna reprimenda.
Ahora paseaba por la cubierta cuando su vista se fijó en los pequeños escalones que conducían hasta encima de la cabeza del mascaron de proa, aquel sitio llamó por completo su atención.
–Oye, Yasopp–llamo al francotirador que descansaba a pocos pasos de él.
–¿Mh?
–¿Puedo subir?–el contrario lo pensó un poco y luego asintió.
–Claro, pero sujétate bien.

El pequeño asintió e inmediatamente comenzó a subir, no tardó mucho, pues no le tenía miedo a caer. En el momento en que por fin llegó al final, una fuerte brisa marítima azoto su rostro, sacándole una leve sonrisa.
Se acomodo, sentándose y mirando el vasto océano que poseía un azul intenso, a pesar de no estar haciendo algo muy asombroso, le gustaba ese lugar, se sentía tranquilo y pacifico, pero sin llegar a ser solitario, pues aún lograba oír las risas lejanas de la tripulación.

Se acomodo, sentándose y mirando el vasto océano que poseía un azul intenso, a pesar de no estar haciendo algo muy asombroso, le gustaba ese lugar, se sentía tranquilo y pacifico, pero sin llegar a ser solitario, pues aún lograba oír las risas lej...

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Pasó un mes desde aquello, el azabache ya se había acostumbrado a por las tardes quedarse sentado por encima del mascaron de proa, el lugar donde justamente ahora estaba, observando el atardecer desde aquel refugio del resto.
–¡Anchor!–el nombrado volteo y vio como Yasopp lo llamaba con una sonrisa–¡Ven!–el menor acató y bajo para reunirse con él.
–¿Que sucede?–pregunto, aún guardando cierta distancia.
–Hoy por la noche, lo más probable es que lleguemos a una isla y como todos sabemos lo mucho que te gusta ser el primero en verlas, yo y Building decidimos enseñarte como vigilamos el Red Force–le explicó el francotirador con una sonrisa.
–¿Ya le preguntaron sobre esto a Shanks?
–Estuvo de acuerdo, siempre y cuando quieras–respondió el navegante.
–Por mi esta bien, supongo.
–Entonces será mejor que vayas a descansar, faltan pocas horas para que anochezca–sugirió el de cabello ondulado y el contrario obedeció.

Fue hasta la habitación que compartía con Shanks y se acosto en la pequeña cama que le habían hecho, le sugirieron hacerle un cuarto ocupando una parte de la bodega, pero él se negó, le gustaba estar con el pelirrojo.
Tardo solo un rato en por fin dormir, últimamente su insomnio había disminuido bastante y ya descansaba mucho mejor que antes, por mucho que no quisiera admitirlo, comenzaba a sentirse seguro con los piratas.
Al rededor de las una de la mañana, Shanks se acercó al azabache y lo sacudió un poco para que despertara, cosa que hizo, algo sobresaltado, pero se tranquilizó al observar al capitán.
–Los chicos te están esperando–le explico con voz baja.
–Voy enseguida–respondió, levantándose aún algo adormecido.
–Anchor, recuerda que no estás obligado, si en algún momento quieres ir a dormir ninguno de nosotros te dirá nada, ¿está bien?, no te sobre esfuerces.
–Claro.
–Okey, por cierto, no quiero que tu horario de sueño se desordene, debes de tomar una siesta a las seis y te despertaré a las nueve para que desayunes, después trata de no dormir hasta la noche–el menor asintió y el de sombrero le revolvió el cabello con cariño, un acto ya habitual para ambos, siendo que el pelirrojo era el único que tenía permiso para tocarlo sin recibir queja.

Anchor se levantó al igual que el contrario, el cual antes de que se fuera, le entregó un abrigo, afirmando que la noche estaba fría, cosa que al salir, comprobó.

El resto del tiempo, los dos mayores le habían enseñado varías cosas sobre el barco, Yasopp le enseñó a izar las velas y como eran los nudos adecuados de sus cuerdas, le explico lo importante que era cada una y el niño lo escuchaba atento

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El resto del tiempo, los dos mayores le habían enseñado varías cosas sobre el barco, Yasopp le enseñó a izar las velas y como eran los nudos adecuados de sus cuerdas, le explico lo importante que era cada una y el niño lo escuchaba atento.
Luego estaba Building, quien le mostró a ocupar las estrellas para guiarse, como utilizar una brújula y la forma correcta de leer un mapa, después de que aprendiera todo eso, el navegante le dejo llevar el timón por el tiempo que quisiera, obviamente con su presencia, pues el contrario aún no tenía la suficiente fuerza como para mantener el rumbo fijo.
–Oigan–llamó a los dos piraras quienes estaban con él en la habitación del gobernalle.
–¿Que sucede?–respondió Yasopp, el cual estaba sentado en una silla, tomando una taza de café.
–Aparte de sostener el curso, ¿por que hacen la vigilancia?, se que además de ustedes, hay cuatro hombres más afuera.
–El mar es peligroso, pero aún más la gente que habita en él, hay piratas despiadados, mercaderes de humanos y los peores de todos, la Marina, si ellos llegan a encontrarnos y si tienen mucha suerte, a derrotarnos, cortarían nuestras cabezas, en su mundo de reglas y uniformes limpios, nosotros no somos más que basura–le explicó el francotirador.
–Pensé que ellos eran la justicia.
–Lo son, pero no para nosotros–respondió Building, algo irritado por la forma tan cruda de explicar del se cabello ondulado.
–Entonces, ¿quien los protege?
–Nos cuidamos entre nosotros, somos un equipo, ¿lo olvidas?–le explicó Yasopp.
–Y...¿quien me protege a mi?

Pregunto avergonzado, casi en un susurro que ambos adultos escucharon y lo voltearon a ver con atención, este a pesar de su tono decaído, seguía con una expresión serena, carente de emoción alguna mientras sostenía firme el timón con ayuda del de cabello gris oscuro.
–Te cuidamos nosotros, Anchor, toda la tripulación–le respondió el navegante sin titubear.
–Daríamos la vida por ti, eres nuestro Nakama–siguió Yasopp.
–Apenas me conocen–murmuró el pequeño con molestia, escuchaba aquella sinceridad que no hacía más que inquietarlo–Mienten–agregó, bajando un poco su cabeza, lo suficiente para ocultar un poco su rostro.
–No lo hacemos, eres un buen niño y nadie que esté en esta tripulación querría que te hicieran daño, desde el momento en que pisaste este barco, te volviste todo un pirata–animó Building.
–Ustedes, ¿me quieren aquí?–inquirió, con una leve ilusión titilando en él.
–Por supuesto que si, tienes tanto potencial, en pocos meses o incluso menos, tendrás una gran destreza con todo lo que tenga que ver el barco, las exploraciones y el conteo de tesoros–confesó el castaño con un interés notable en las habilidades que había visto del niño, aprendiendo algo en poco tiempo para luego utilizarlo a su favor.
–Además de que todos ya se encariñaron contigo, el Red Force no sería lo mismo sin ti–le afirmó Building.
–No es cierto, apenas habló.
–Vamos, la mayoría de nosotros casi no dijo nada los primeros meses en la tripulación y míranos ahora–explicó el de banda en la frente.
–Recuerda que quedarte aquí depende de ti, nosotros ya confiamos en ti, ahora falta que tú, confíes en nosotros.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora