Manchas

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–¿Y qué se supone que tengo que hacer?–indagó, aún con cierta duda de saber la respuesta.
–Bueno, haces muchas cosas, pero viéndote, creo que ellos serán los que hagan la mayor parte del trabajo, solo tienes que cerrar los ojos, fingir que te gusta y esperar a que todo termine.
–¿Solo eso?–la chica asintió–¿Duele?
–Sí, pero estoy segura de que lo soportaras, aunque con el tiempo te acostumbras.
–¿Por que carajos me propones hacer la misma mierda que tú haces?
–Porque todos tenemos que sobrevivir de algún modo, ¿no?, lo único que te propongo es una posibilidad, en cambio a los otros chicos, no eres fuerte, no tienes oportunidad en ninguna pelea callejera, esto es lo que te queda.
–Y...¿como empiezo?–la chica se lo pensó un poco antes de responder.
–¿Ves a ese hombre de haya?–preguntó, apuntando a lo que parecía ser un pirata, era corpulento y su piel estaba bronceada gracias a la cantidad de horas que estaba afuera en alta mar.
–Sí, lo veo.
–De vez en cuando se detiene en esta isla y viene conmigo en busca de mis servicios, si quieres, por esta noche puedo decirle que tú atenderás sus necesidades.

El azabache estaba más que dudoso, ni siquiera entendía que se supone que iba a hacer o que le harían, de lo único que estaba consciente era de lo que pagaban, además, su cuerpo ya estaba muy maltratado y sabía que tenía una gran resistencia al dolor, así que con una gran inocencia, aceptó la sugerencia de la más mayor. Como ella predijo aquel hombre se le acercó y se alejaron un momento para hablar, el azabache no podía evitar sentirse acechado, el pirata no dejaba de observarlo, tenía una gran sonrisa que no hacía más que inquietarlo, en toda la conversación que tuvieron, el azabache sujetaba el asa de su bolso con fuerza, hasta que los dos finalmente se acercaron.
–Oye, ve con él hasta el callejón de allá, haz lo que te diga y luego dame la mitad del pago por ayudarte–le explicó, en tanto el pirata tomaba una de sus muñecas y lo arrastraba hasta el pasadizo antes mencionado.

Apenas caminar un poco hasta ya estar casi totalmente sumergidos en la oscuridad, el mayor repentinamente tomó el cuello de la camisa del niño y azotó su espalda contra la pared, no tuvo oportunidad de soltar ningún quejido pues al instante se percató como el hombre se acercaba a su rostro y lo besaba, sintió como su lengua recorría toda su boca y ni hizo más que un profundo asco, pero no podía alejarse o gritar, su cuerpo estaba paralizado, trató de cerrar los ojos recordando los consejos de su compañera, pero la sensación de aquellos labios ajenos era repulsiva. Para él, el dolor era algo habitual, pero esto era peor, más aún cuando se percató de cómo comenzaba a tocar su cuerpo, comenzó por su torso, le levantó la camisa dejando en descubierto su cuerpo pálido y flaco, tocó su abdomen, pecho, hombros, hasta terminar en la espalda, sus palmas eran frías y ásperas, cada centímetro de piel que recorría, para el contrario sentía como si se lo arrebataran, la sensación de que desgarraban su carne, pero sin sangrar. Pronto, el pirata tomó su cintura y acercó más su pequeño cuerpo mientras separaba sus labios.
–¿Qué tal si te sacas esto~?–sugirió, desabrochando los pantalones del menor.
–¿Q-Qu...qué harás?–murmuró con un gran esfuerzo, puesto que el miedo cada vez lo inundaba más.
–Solo quédate quieto y disfruta–le susurro el pirata al oído, aquellas palabras lo estremecieron por completo.

No lo soportaba más, las sensaciones, los sabores y la maldita cercanía, se sentía invadido, como si cada toque fuera una mancha que perduraría en su cuerpo, imborrables.
Empujó al mayor y se alejó unos pasos para luego caer al piso y vomitar, pero su estómago estaba vacío, no era más que saliva, se sentía tan enfermo, aunque no entendía el por qué, ¿acaso el contacto físico le afectaba?, ¿tener tan cerca a alguien lo enfermaba?, no, sentía que era algo más, algo que no lograba descifrar de todo aquello, jamás fue inocente, pero habían demasiadas cosas que no sabía, tal vez lo que estaba haciendo era algo mucho más que solo proximidad, ¿era algo malo?, no lo sabía y tampoco tenía a quien preguntarle. Se sintió mareado y apenas reaccionó cuando el contrario agarró un puñado de su cabello con fuerza para obligarlo a levantarse.
–Ya hice un jodido trató por ti, ni se te ocurra arrepentirte, mocoso–vociferó, en tanto tiraba un saco pequeño de monedas a su lado y metía su mano en el pantalón del menor.

Este apenas darse cuenta, comenzó a moverse y a gritar, tratando de soltarse del agarre, varias lagrimas recorrían su rostro mientras hacía más esfuerzo por salir corriendo, una desesperación enorme anegó en su ser. El mayor colocó su mano en la boca del azabache para acallar su voz, pero este lo mordió con todas las fuerzas que tenía, el tipo dio unos pasos hacia atrás en tanto empujaba al niño al suelo con enojo, pero a este no le interesó rasparse las rodillas y solo se levantó para salir corriendo.
Era de noche y apenas podía ver a dónde se dirigía, pero su cuerpo, a pesar de estar agitado, sintió un gran alivio cuando por fin escuchó los quejidos de aquel hombre alejarse, llegó un punto en el que el cansancio le terminó ganando y se derrumbó entre la tierra de un lugar que podía reconocer sin necesidad de poder verlo, el crujido de la madera seca era fácilmente reconocible, el bosque podrido a las afueras del pueblo. Se arrastró un poco y apoyó su espalda en uno de los troncos, para luego abrazar sus rodillas y esconder su rostro en ellas, derramó lágrimas por bastantes horas, pero sin sollozar, lo único que se lograba escuchar era el viento chocar contra las ramas muertas de los árboles.

 Se arrastró un poco y apoyó su espalda en uno de los troncos, para luego abrazar sus rodillas y esconder su rostro en ellas, derramó lágrimas por bastantes horas, pero sin sollozar, lo único que se lograba escuchar era el viento chocar contra las...

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Shanks cargaba a su ancla en brazos, lo había envuelto en su capa y ahora ambos se dirigían al Red Force, habían atracado bastante lejos del pueblo así era un muy largo camino.
–Oye, ¿qué te parece si al llegar te leo un cuento?–propuso el pelirrojo con una sonrisa, a decir verdad, aquello le costaba bastante, luego de que el azabache le contara todo, lo único que quería era llorar con él y destrozar a ese maldito pirata en pedazos, pero ahora su prioridad era animar al menor.
–Pero no está lloviendo–señaló, pues aquello de leer en la lluvia se había convertido en una tradición para ambos.
–Lo sé, pero ya hemos salido mucho hoy y recuerda que la noche va a estar bastante ajetreada.
–Mh...¿podría ser el cuento de Noland?
–Claro que sí–aquella confirmación le sacó una sonrisa al niño.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora