Partida del puerto

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–Pensamos que estabas muerto, vimos como esos hombres te llevaron–dijo uno de los mas mayores mientras se levantaba y se le acercaba para examinarlo.
–¿Que fue lo que te hicieron?–le pregunto otro, curioso.
–No alcanzaron a hacerme nada, Shanks me rescato.
–¿Shanks?–escuchó murmurar a la mayoría.
–¿Te refieres al pirata?–interrogó otro de los grandes, algo irritado.
–Si, me iré con él mañana por la mañana–reveló sin más, viendo la expresión de sorpresa de cada uno.
–¿Y qué mierda harás en su barco?, ¿o acaso por fin aceptaste prostituirte de una vez?–espeto el mismo que se había acercado para verificar que estuviera bien.

El pequeño había escuchado ese término muchas veces, todos insistían en que lo hiciera por su pequeño tamaño y cuerpo débil, pero jamás pudo pasar del primer hombre, terminó huyendo, se preguntaba si los traficantes de la tarde buscaban eso, tomar su ser, la única diferencia es que ellos lo intentaron por la fuerza y no por dinero.
–Cállense, el jamás tendría que hacer algo así.

Vociferó el pelirrojo, dando un paso adelante, causando que todos retrocedieran, hasta ahora, había intentado mantenerse alejado y no interferir en lo absoluto en la conversación del niño, pero aquella insinuación verdaderamente lo enojó.
–¿Jamás?, parece que no sabes nada de él, ¿no es así?, lo ha intentado varías veces, pero nunca puede pasar más de los toques–comentó una chica de atrás mientras fumaba un cigarrillo, se veía pequeña, no pasaba de los 16 años.
–Solo cállense...–murmuró el niño, entregándoles la mochila–Saquen lo que necesiten.

Casi todos se amontonaron para llevarse lo que el azabache les daba, pero uno de los mayores, se acercó al niño y le entregó algo que iluminó su mirada, su bolso.
–Yo y algunos chicos lo recogimos en caso de que volvieras.
–Gracias–respondió, aún sorprendido.
–Oye, buena suerte, serás un gran pirata–comentó otro, sacándole una sonrisita al menor.

Luego de unos cuantos minutos, Shanks recogió la mochila de Yasopp y miró al pequeño, quien parecía meditabundo. Tomó su mano y comenzaron su andar al Red Force, dejando el grupo de chicos atrás.
–¿Por que se los diste?, te trataron horrible–inquirió el capitán luego de un largo rato en silencio, ya estaban por llegar.
–Ellos no la han pasado mejor que yo, no me interesa lo que me digan, hay veces en las que incluso me alegro por sacarles una sonrisa, aunque sea una burlona–el mayor lo volteo a ver y luego revolvió su cabello con cariño.
–Eso es muy amable, Anchor–el alago causó que sus mejillas se ruborizaran, haciendo que el pirata riera con ganas.
–Cállate, imbecil.

El menor pasó toda la noche dando vueltas por la cubierta, no lograba dormir y estaba demasiado nervioso como para quedarse quieto, hubiera salido a caminar como usualmente hacía en momentos así, pero no podía dejar de ver a los dos hombres de hoy...

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El menor pasó toda la noche dando vueltas por la cubierta, no lograba dormir y estaba demasiado nervioso como para quedarse quieto, hubiera salido a caminar como usualmente hacía en momentos así, pero no podía dejar de ver a los dos hombres de hoy entre las sombras, esperando a que se descuidara para tomarlo como suyo, esa idea le despertaba un gran miedo, pero también una extraña curiosidad, el placer que vio en sus ojos era real, verdaderamente lo estaban disfrutando, sin embargo no sabía que era lo que causaba eso, aunque tenía varias teorías, los toques hacia él mismo, el ambiente alejado y silencioso, la excitación de llevarse a alguien o...su cuerpo, aquel hombre tal ves podría encontrar placer en tenerlo atado, indefenso y sin posibilidad de escape, sus temblores y sus súplicas silenciosas de que lo dejara libre, se complació con la idea de dominarlo.
Al llegar a esa conclusión, su respiración comenzó a agitarse y sus oídos solo podían escuchar a su corazón acelerarse, se sorprendió, ¿que era lo que sucedía? No supo que hacer, estaba inmóvil, sus ojos comenzaron a lagrimear y se abrazó a sí mismo en busca de consuelo, apoyó su espalda en el borde y se fue deslizando hacía abajo hasta sentarse en el suelo, cerró sus párpados con fuerza, estaba aterrado, sentía que en cualquier momento su cuerpo fallaría, estaba ahogándose poco a poco en su propia cabeza.
Estuvo varias horas de esa manera, hasta que llegó el amanecer, a pesar del gran cansancio que sentía, no pudo dormir nada, aún más sumando la incomodidad de la madera de cubierta. Apenas pudo despejar sus pensamientos, estiró sus piernas, aún apoyando su espalda y miró el cielo, observaba como la densa oscuridad de la noche era remplazada por brillantes rallos de sol, aunque esté aún no salía por completo.
Escucho los pasos de Lucky, él era el primero en despertarse para hacer el desayuno, sin querer ser descubierto en un estado tan lamentable, se levantó y estaba dispuesto a encerrarse en la habitación de Shanks, pero chocó con alguien y al levantar la mirada, se dio cuenta que era el vice-capitán de los pelirrojos.
–Buenos días, ¿qué haces despierto tan temprano?

El menor no le interesó responder y sólo pasó de largo, pero el contrario al notar algo raro en él, lo detuvo sosteniéndolo del hombro con cuidado.
–¿Que?–dijo con frialdad.
–¿Estas bien?–pregunto el mayor, preocupado al ver sus ojeras, las marcas de lágrimas y el leve temblor que sentía en él.
–Si, ahora suéltame–espetó, notablemente irritado, aunque se avergonzó por la voz rota que salió de su garganta.
–¿Quieres que despierte al capitán para que hables con él?
–Que tu y Shanks se vayan a la mierda, me importa un carajo lo que opines, estoy bien–decreto con molestia, marchándose lo más rápido que pudo.

Fue a la bodega y solo se escondió en un rincón, escuchaba las alegres conversaciones de arriba en la cocina mientras todos hablaban y reían, no pudo evitar sentir querer formar parte de eso, pero aquella felicidad, él no la merecía, no podía comp...

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Fue a la bodega y solo se escondió en un rincón, escuchaba las alegres conversaciones de arriba en la cocina mientras todos hablaban y reían, no pudo evitar sentir querer formar parte de eso, pero aquella felicidad, él no la merecía, no podía compartir momentos con las personas que lo acogieron por lástima, no debía de encariñarse con ninguno de ellos.
–Anchor–escuchó luego de una hora estando allí abajo, era la voz del pelirrojo, sentía como el barco se movía, seguramente ya habían zarpado.
–Estoy aquí–habló lo suficientemente alto como para que lo escuchara.
–Ya elevamos ancla y estamos por partir.
–Bien–fue lo único que dijo, creyendo que la conversación había terminado, pero el pirata continuó allí–¿Que más necesitas?
–Ven, creo qué hay algo que quieres ver.

Al decir eso, llamo la atención del contrario, quien lo siguió sin titubear, ambos fueron a cubierta y el mayor se detuvo a observar la orilla de la isla, el azabache, curioso, también se asomó y lo que vio, lo sorprendió por completo. Todo el grupo de niños estaban allí en el puerto mirando el Red Force, al ver al menor asomarse, una gran sonrisa floreció que nunca antes había visto en sus rostros, el barco ya comenzaba a alejarse y ellos lo único que hicieron fue desearle suerte.
Decían cosas como; "¡Cuídate maldito bastardo!", "¡Se un gran pirata y escúpeles en la cara a los malditos de la Marina!", "¡Más te vale que lo protejas cabeza de manzana!", "¡Es hora de que te cuides solo, mocoso!"

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora