Cobardía eximida

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–¡¿Y se hacen llamar hombres?!, ¡¿por qué no pelearon?!, ¡eso fue patético!–les gritó con una más que notoria molestia.
–Oye, no te lo tomes tan en serio, solo derramo algo de alcohol sobre mí, no es nada por lo que valga la pena enojarse–explicó con una sonrisa en busca de calmarlo, pero el pequeño seguía con el ceño fruncido.
–¡Tú me estás abandonando por ser débil!, ¡¿y yo tengo que perdonarte por ser un cobarde?!–reprochó con enojo.
–¿Que?, hijo, no, no te estoy abandonado, solo busco algo mejor para ti–al explicarle, el niño mantuvo unos segundos de silencio.
–Pues ya no tendrás que hacerlo, me largo.

Luego de decir eso, con un rápido movimiento tomó el pequeño cofre que había encima del mesón y después salió corriendo del lugar, escuchó a su padre llamarlo para luego ir tras él, pero terminó perdiéndolo cuando entró en el bosque. Corrió tan rápido como pudo, era cierto que por naturaleza era torpe, pero había aprendido a escapar de forma ágil y ahora lo hacia, no sabía si volvería o tan siquiera a donde iba, lo único que pensaba era en largarse, desde que se enteró que los piratas querían dejarlo en algún lado, se sintió traicionado, pero por muy dolido que estuviera, deseaba quedarse, deseaba ser fuerte como ellos para demostrarles que podía defenderse, pero ¿por qué perdonaban a Shanks por ser un cobarde y no a él?
Llegó un punto en el que no pudo seguir avanzado y se detuvo, apoyando la mano en uno de los árboles a su lado para descansar, dirigió su vista hacia el cofre que tenía entre sus manos y lo abrió, encontrándose con una fruta, era morada y con espirales, sin pensarlo, la tomó, mordiéndola, tenía un sabor horrible, soltó el cofre y se dedicó a terminar de comerla.
No sintió nada diferente y a decir verdad, no recordaba que le dijeran que se suponía que debía de pasar, miró a su alrededor y divisó un río que estaba a pocos metros de él, había escuchado de su padre que los usuarios eran débiles ante el agua, así que se acercó, se arrodilló en la orilla y metió su mano, no sintió nada así que sumergió su brazo hasta el codo, una ola de cansancio se apoderó de su cuerpo y antes de reaccionar, ya había caído adentro, quiso nadar, pero su cuerpo no reaccionaba, era como si algo drenara toda su energía, sentía como la corriente lo arrastraba con fuerza. Pronto chocó de forma brusca con el fondo, quitándole todo el aire de sus pulmones, comenzó a sentir como se ahogaba, su interior ardía y seguía con aquel agotamiento, antes de cerrar los ojos por la falta de oxígeno, alguien tomó su mano y lo tiró a la superficie, apenas estar afuera, se derrumbó de rodillas al pasto y comenzó a toser el agua que había alcanzado a tragar.
–¿Como mierda te caíste?–preguntó una voz que reconoció al momento, levantó la mirada y los vio.
–Ace, Sabo...–murmuró, aún recuperándose.
–¿Vienes solo?–inquirió ahora el rubio.
–A-Ah, sí, estoy peleado con mi padre.
–¿Te escapaste?
–Supongo, ¿y ustedes qué hacen aquí?
–Salimos a cazar, acabamos de matar a un cocodrilo cuando te vimos, no creí que fueras tan idiota como para no saber nadar–se burló el azabache, fue allí cuando el pequeño se percató de la gigantesca criatura que estaba a un lado.
–¿Ustedes ganaron contra esa cosa?–cuestionó impresionado.
–Sí, pero como sea, Sabo, vámonos, la vieja nos está esperando.
–Oigan, ¿puedo quedarme con ustedes?, será sólo por esta noche–habló el menor, sin querer pasar la noche en el bosque a pesar de ser aún medio día.
–Claro que no, no queremos tener que cuidar a un debilucho como tú–le recalcó el de naranja.
–Por favor, no tengo a donde ir y no quiero volver a la villa.
–Me importa una mierda, lárgate de nuestra vista.
–Ace, cállate, solamente dejemos que Dadan lo cuide y que luego vuelva con su tripulación.
–¿Ahora estás de su lado?, no somos niñeras.
–Yo sé lo que es escaparse de casa, además de que está todo empapado–el mayor frunció el ceño y solo fue a levantar un extremo del cocodrilo, siendo seguido por el de azul quien cargó el otro extremo–Ayúdanos con esto, iremos a un lugar donde podrás pasar la noche–le ordenó con una voz fría como de costumbre, pero el pequeño solo sonrió y obedeció.

–Yo sé lo que es escaparse de casa, además de que está todo empapado–el mayor frunció el ceño y solo fue a levantar un extremo del cocodrilo, siendo seguido por el de azul quien cargó el otro extremo–Ayúdanos con esto, iremos a un lugar donde podr...

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Llegaron a una cabaña, dejaron el animal afuera y el pecoso solo abrió la puerta de una patada, entrando junto con su amigo y el menor siguiéndolos detrás.
–Oye, te dejamos carne afuera, cocínala–ordenó el azabache mayor a una mujer robusta y pelirroja, fue allí cuando el pequeño se percató que eran bandidos, la habitación estaba repleta de hombres fuertes y serios.
–¡Imbecil!, ¡¿a quien demonios trajiste ahora?!–preguntó la que parecía ser la jefa, agarrando al menor del cuello de la camisa.
–Suéltalo, dormirá hoy aquí y mañana por la mañana se irá, yo me encargaré de eso, ahora tú solo ve y danos de comer, anciana.
–¡Como me llamaste, mocoso!–la de rizos soltó al menor para ir a pegarle al pecoso, el pirata quiso quedarse a ver la escena, pero el de traje lo tomó de la muñeca y lo arrastró por las escaleras hacia arriba, llegando a un cuarto bastante oscuro con un par de mantas y almohadas en el suelo.
–Ten, sécate y cámbiate–indicó el de sombrero, entregándole una toalla y ropa que sacó de un cajón.
–Gracias.
–Oye, ¿puedo preguntar por qué te fuiste?, parecías muy feliz estando con tu tripulación–ante la pregunta, el contrario inmediatamente bajo la mirada.
–No quiero hablar de eso.
–Como quieras, iré con Ace–informó para luego retirarse, cerrando la puerta con fuerza detrás de sí.

Cayó la noche y los dos mayores fueron a acostarse, el pequeño por toda la tarde no quiso salir, así que ahora estaba sobre unas mantas en un rincón de la habitación

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Cayó la noche y los dos mayores fueron a acostarse, el pequeño por toda la tarde no quiso salir, así que ahora estaba sobre unas mantas en un rincón de la habitación.
–Mañana habrá un mal clima así que más te vale salir abrigado, si te llegas a enfermar estás loco si piensas que te cuidaré–advirtió el de tez pálida a su amigo.
–Aja, como digas–respondió sin interesarle mucho, su vista se dirigió al pequeño al notar que los observaba e inmediatamente frunció el ceño–Imbecil, ¿que mierda haces con mi ropa?
–Yo de la di, no pienses que le prestaría la mía.
–¿Y quien te crees como para quitarme mi cosas?
–Solo duérmete de una vez–habló el de azul, notablemente cansado, aunque se vio ignorado pues el pecoso se levantó y se acercó al menor.
–Quítate mi camiseta, odio compartir mi ropa, así que me obedeces o te la arrancaré a golpes.
–Tú no me asustas, no eres más que un idiota hablador.

El menor pudo notar el creciente enojo del contrario, quien lo tomó del brazo para arrastrarlo fuera de la casa, pero para sorpresa de los tres, su brazo se estiró de forma inhumana, causando que Ace lo soltara.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora