Entre cuerdas

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–¿A donde vas cada que te marchas del Red Force?–interrogo el de sombrero, que se notaba mucho más preocupado por él, que molesto por su mentira.
–Bueno...usualmente en la tarde deambuló por la ciudad, aveces robo algo de fruta o pan, en la noche, si tengo suerte, duermo en algún refugio, hay bastantes en el pueblo y si no, solo voy a un callejón y me acuesto allí–la expresión de preocupación se hizo evidente en el rostro del contrario.
–¿Que hay de esos imbeciles que te lastimaron la otra ves?, ¿también te persiguen de noche?
–No les digas así, no es tan simple como solo golpearme, aveces nos juntamos y descansamos juntos, es mucho más difícil que alguien nos intente hacer daño de esa manera, viven en la calle al igual que yo y, suelen protegerme porque soy el más débil y pequeño, pero no los culpo cuando me quitan mis cosas, en el fondo solo quieren sobrevivir.
–¿No hay nadie que los proteja?
–Había alguien, era el mayor, tenia 19 y él era quien trataba nuestras heridas, cuidaba a los más pequeños y trataba de animarnos a todos.
–¿Se fue de aquí?
–Murió–respondió de forma seca y luego de unos segundos volteó su mirada al navío entre los arrecifes–Uno de nosotros intentó zarpar queriendo buscar una vida mejor, pero terminó atrapado entre las corrientes, el idiota ni siquiera lo pensó cuando fue a salvarlo, pero las cuerdas del barco se enredaron en ellos, solo tardaron pocos minutos en ahogarse.

El pelirrojo lo miro horrorizado, lo que más le inquietaba de todo era la tranquilidad con la que narraba, claro que se veía afligido, pero también acostumbrado, un niño no debería de soportar todo esto.
–Anchor, lo lamento tanto, debió de dolerte mucho perder a tu amigo.
–No era mi amigo, además, él se lo busco, siempre ponía al resto por encima de él, pasaba hambre y frío, su mayor error fue vernos como una familia en ves de un grupo con el cual sobrevivir–su voz se quebró un poco al terminar de hablar.
–Está bien que te duela, no tienes por qué ocult–quiso consolarlo, pero el menor lo interrumpió.
–¡No quiero tu maldita lastima!–por impulso alzó la voz sin llegar a gritar, al percatarse, continuó hablando con un tono normal–No planeó encariñarme contigo, ¿me oíste?, yo no amo a nadie y...nadie me ama a mi, no voy a terminar como ese imbecil, solo por su maldita bondad ahora es un cadaver pudriéndose entre unas cuerdas porque nadie ha tenido la decencia de intentar sacarlo y enterrarlo de forma digna.

El menor odiaba hablar de lo que le afligía, pero el pelirrojo parecía tan atentó y preocupado, como si de verdad se interesara por su bienestar, pero en el fondo sabía que no era más que lastima, aunque el pirata no lo viera así, él así se sentía, solo un pobre niño incapaz de sobrevivir, débil y frágil.
Shanks lo miro con compasión y notó como sus ojos se cristalizaban, pero no derramaba ni una sola lagrima. El pirata pasó uno de sus brazos por los hombres del contrario y este lo miro, el pequeño no pudo más y solo se derrumbó, cubrió su rostro con ambas manos y el mayor lo abrazó. Era cierto que no eran muy cercanos, habían hablado poco, pero el azabache estaba tan solo, por mucho que quisiera negarlo, era evidente que necesitaba un apoyo, alguien que se preocupara por él, aunque sea de forma superficial, se sentía tan abandonado, aquella culpa de no ser suficiente lo consumía por dentro y la única persona la cual mostró algún mínimo interés por él, era un pirata que conocía hace una semana, se sentía patético.
Estuvieron abrazados por un buen rato, hasta que el menor se separó y seco sus lágrimas como pudo, no miraba al pirata, parecía avergonzado.
–Lo siento–se disculpó, sintiéndose una molestia para el pelirrojo.
–No te disculpes, todos flaqueamos alguna vez, por muy fuertes que seamos–consoló con una sonrisa leve, tranquilizando al contrario.
–Será mejor que me vaya antes de que tus Nakamas despierten–explico, tomado sus cosas y caminando para bajarse del Red Force.
–Tu no te vas a ningún lado, ahora que se que no tienes a nadie quien te cuide, no te dejare ir solo.
–Yo me cuido por mi mismo, no te necesito–contesto, nuevamente con aquella actitud cerrada.
–Solo no quiero que te alguien pueda hacerte daño, además te puedes quedar en mi barco el tiempo que quieras.
–Cállate, no trates de hacerte el héroe–hablo, tratando de disimular la emoción que crecía en su pecho al notar la genuina preocupación del mayor.

Luego de decir eso, se fue lo más rápido que pudo y Shanks no lo persiguió, sabía que no podía obligarlo a estar con él, pero aún así, el resto del día ocupó Haki De Observación por casi todo el pueblo, ya que en cambio a la vez anterior que quiso buscarlo, ahora reconocía mucho más su presencia.

Luego de decir eso, se fue lo más rápido que pudo y Shanks no lo persiguió, sabía que no podía obligarlo a estar con él, pero aún así, el resto del día ocupó Haki De Observación por casi todo el pueblo, ya que en cambio a la vez anterior que quiso...

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El azabache caminaba calmo por las calles del pueblo, no paraba de pensar en lo que había dicho el de sombrero, como estaba tan atrapado en su mente, no se fijó de los dos hombres que lo estaban siguiendo. Se dirigió al pequeño bosque que había en la isla, este estaba seco y usualmente lo único que se escuchaba era el crujir de la madera deshidratada cuando el viento chocaba contra ella. Casi nadie pasaba por allí por el páramo deprimente así que para el niño se le era un buen lugar para descansar y pensar.
Alguien tocó su hombro y cuando se volteó a ver quien era, se horrorizó, trato de escapar, pero ya era muy tarde, los dos mayores ya lo habían sujetado y no tardaron mucho en amarrarlo con las cuerdas gastadas que traían consigo. El miedo invadió su cuerpo, conocía bien sus rostros, eran traficantes de esclavos, ellos eran los más destacables, conocían bien la isla y los blancos fáciles que habían, se llevaban a las personas de noche como una plaga sin ser descubiertas o en pleno día, recordando lo insignificantes que éramos cada uno como para que nadie se los impidiera.
Ambos se miraron entre sí y asintieron, para después comenzar a arrastrarlo, adentrándose en el bosque muerto, mientras más caminaban, las ramas cada ves los privaban más de la luz del día, sumergiéndolos en una sombra que para los adultos era reconfortante, en cambio al niño, que se le era aterradora.
–¿No crees que vale más virgen?–le cuestiona uno al otro.
–Lo hemos echo bastantes veces con la basura de este lugar y ninguno de los Tenryubitos se han dado cuenta–respondió, refiriéndose de forma despectiva al pueblo.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora