Un irrelevante conflicto

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–Y...¿cómo se llaman?–preguntó el pequeño, en busca de hacer conversación luego de un largo rato de silencio en el cual los dos mayores comían la colación que el pequeño les regaló.
–Eso no debería de importarte–le respondió el rubio.
–Ya conozco sus rostros, no les haría mal decirme sus nombres.
–Hablas como si nos fuéramos a volver amigos–reprochó el de naranja.
–Solo estoy interesado en ustedes, casi nunca veo a niños de mi edad y los que conozco son demasiado débiles como para que me interesen.
–¿Y eso nos debería de importar?–cuestionó el de traje con ironía.
–Yo soy Anchor.
–¿Ancla?, no es un nombre común–comentó el más alto.
–Bueno, comenzó como un apodo, pero ahora así me llamo.
–¿Cuál es tu nombre real?–cuestionó el de azul, bastante curioso.
–No les dire, ni siquiera ustedes me dicen el suyo.
–Me llamo Sabo.
–Idiota, no se lo digas–reprochó el de pecas.
–No seas tan dramático, mira, el imbecil ese, es Ace.
–¡¿Puedes dejar de ser amable por el resto del camino?!–al igual que antes, ambos amigos empezaron una discusión, el pirata a los pocos segundos de observarlos, soltó una gran risa, causando que los dos contrarios lo miraran.
–Ustedes son muy divertidos, ¿todo el tiempo son así?–les pregunto, aún con una sonrisa en su rostro.
–Solo cuando Sabo se comporta como un idiota y eso es muy seguido.
–Aja, ¿y qué hay de ti?

Hubo unos segundos de silencio, hasta que los tres rieron con ganas, era cierto que los dos amigos solían tener varias discusiones casi todo el tiempo.
–¿Como es que se conocieron?, parecen personas muy distintas.
–Bueno, fue hace ya un año y medio, solo nos encontramos por allí y resulta que compartíamos un sueño en común, así que desde ese día nos ayudamos llenando un fondo para cumplirlo–explicó el pecoso, dejando su ceño fruncido y ahora teniendo una expresión mucho mas tranquila.
–Oye, Anchor, ¿como ha sido tu vida desde que te convertiste en pirata?–averiguó Sabo, el menor notó el pequeño brillo en los ojos de los mayores cada que hablaban del tema.
–Ha sido de lo mejor, no tengo nada de que quejarme, he ido a cientos de islas, reinos y pueblos, tengo recuerdos de casi todo el East Blue.
–¿Y has tenido aventuras?–inquirió ahora el azabache más grande.
–Por supuesto que sí, como por ejemplo, una vez estábamos bajo ataque y Yasopp me dejó cargar uno de los cañones, la bala impacto donde parecía que el otro barco guardaba la pólvora y vi como explotaba, fue increíble o en otra ocasión que me dejaron navegar, apenas alcanzaba el timón y Building tuvo que tomarme en brazos.

El resto del camino el menor se la pasó contando anécdotas de su vida en el mar, las cuales eran atentamente escuchada por los otros dos, hasta que llegaron a las afueras de la villa.
–Bien, desde aquí puedes seguir solo–dijo el de sombrero y él, junto con su amigo, dieron la vuelta para marcharse.
–Esperen–los detuvo antes de que se fueran.
–¿Qué quieres ahora?–preguntó el pecoso, volviendo a su actitud cortante.
–¿Puedo preguntarles algo?
–Que sea rápido–ordenó el rubio, igual de frío que hace un rato atrás.
–Cómo...¿cómo se hicieron fuertes?
–¿Por qué quieres saber?
–Solo respondan, por favor.
–Hemos entrenado en este bosque, ya sabes, cazando, explorando y batallando entre nosotros–contestó el pecoso y luego de eso, los dos se fueron, sin importarles si el tercero tuviera algo más que decirles.

Pasaron 4 días desde su último encuentro y todos habían notado al pequeño muy distraído, había veces en las que solo se sentaba en la hierba de los campos y observaba al cielo por un muy largo rato, nadie sabía que era lo que le pasaba por la cabeza

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Pasaron 4 días desde su último encuentro y todos habían notado al pequeño muy distraído, había veces en las que solo se sentaba en la hierba de los campos y observaba al cielo por un muy largo rato, nadie sabía que era lo que le pasaba por la cabeza.
–Anchor–llamó su padre, sentándose a su lado en la habitación que ambos compartían.
–¿Qué sucede?
–Pasado mañana con la tripulación zarparemos para una isla cercana y volveremos en una semana, te prometo que no tardaremos más que eso, por mientras, Makino permitió que te quedaras con ella.
–¿Qué?, por supuesto que no, quiero ir con ustedes, ¿a qué van?
–Vamos a vender la Fruta Del Diablo que Lucky consiguió, la gente con la que acordamos estar es peligrosa y no quiero que estén cerca de ti.

El azabache al escucharlo, se calló y sólo bajó la vista, no dijo nada más pues una idea se plantó en su cabeza.
–¿Estas bien con eso?–cuestionó el mayor, algo preocupado por el repentino silencio de su hijo.
–¿Me traes un recuerdo de la isla a la que van a ir?–el pelirrojo sonrió ante la pregunta, sonrisa la cual se le fue contagiada al niño a su lado.

Era la tarde del día en que los piratas se marcharían, ahora todos almorzaban en el bar de Makino y como era habitual, el capitán junto con el pequeño se sentaron en la barra

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Era la tarde del día en que los piratas se marcharían, ahora todos almorzaban en el bar de Makino y como era habitual, el capitán junto con el pequeño se sentaron en la barra.
El mayor estaba hablando con Benn, mientras que el azabache miraba de reojo el pequeño cofre encima de la mesa, Lucky lo había dejado allí. Todos estaban terminando de comer y beber, cuando de repente alguien llegó azotando la puerta, voltearon y se encontraron con una pandilla de hombres, delante de esta estaba parado el que parecía el jefe; alto, piel morena y cabello negro amarrado a una coleta.
–Oye, mujer, sírvenos un trago–ordenó, golpeando el mostrador causando un sobresalto en el niño.
–A-Ah...–murmuró Makino, notablemente nerviosa.
–Oh, lo siento, amigo, creo que yo y mi banda nos acabamos todo el alcohol, pero ten, ni siquiera la he abierto–dijo Shanks con una sonrisa, ofreciéndole una botella de vino a lo que el contrario solo la golpeó, rompiendo el vidrio y derramando el líquido sobre Shanks.
–No me tomes a la ligera, mi cabeza tiene un gran precio, 8.000.000 Berries, ¿crees que tu insignificante botella servirá para saciarme?, he matado a tipos el doble de grandes que tú, que eran mucho más importantes que un tonto pirata.
–Vaya, el suelo quedó empapado–comentó el capitán, ignorando al bandido y centrándose en el desastre que causó, a lo que se agachó y comenzó a recoger los pedazos de vidrio roto.
–No tiene por qué p-preocuparse, yo lo limpio–le explicó la mesera, acercándose, pero el pelirrojo la detuvo.
–No es ningún problema, solo tráeme un paño.
–E-Enseguida–luego de decirlo, se retiró y a los pocos segundos llegó con un trapo, el cual se lo pasó al capitán.
–Parece que te gusta limpiar, ¿no?–se burló el hombre, afirmando la empuñadura de su espada, para luego desenvainarla y con un movimiento rápido, cortó la madera de la barra, rompiendo los platos y vasos que estaban encima de esta.

Gracias a la gran sacudida, el de sombrero cayó hacia atrás, sentándose en el suelo con su espalda apoyada en el mostrador y a pesar del acto violento del contrario, no parecía estar enojado en lo absoluto.
–¡S-Shanks!–gritó preocupado el menor, quien observaba de pie a pocos pasos de la escena, esperando a que su padre hiciera algo para defenderse.
–Ten, para que te entretengas un rato arrastrándote por este basural–habló, guardando su arma y caminando entre risas hacia la salida junto con sus subordinados, apenas ellos se fueron, la de cabello verde se aproximó al pirata para verificar que se encontrara bien.
–Sí, sí, no es nada–le confirmó, sacándose el sombrero para que a los pocos segundos comenzara a reír con ganas, actitud que se le fue contagiada a toda su tripulación, menos al azabache.
–De verdad que hiciste el ridiculo, jefe–dijo Lucky entre risas.
–Te humillaron, capitán–comentó Yasopp, que al igual que todos, tenía una gran sonrisa.
–¡¿Que mierda les pasa?!–reprochó el niño, causando la mirada de todos los presentes.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora