Decisiones del capitán

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Todos estaban aturdidos mientras Hongo se acercaba al pequeño para observar los daños sin querer removerlo de los brazos de Shanks, Benn miró a su alrededor, todo parecía ser solo cuerpos esparcidos, pero de repente se dio cuenta de alguien que los observaba, el jefe de los bandidos, tenía una sonrisa tétrica aún con la herida mortal que le había causado el capitán, el cual había comenzado a correr a toda prisa a su barco, siendo seguido por la mayoría.
El primer oficial fue de los pocos en quedarse en la escena y sin siquiera pensarlo dos veces, tomó su rifle y de un solo disparo, dio con la cabeza del hombre, estallándola en pedazos, sin conforme con eso, siguió tirando del gatillo una y otra vez, destrozó cada parte de su miserable cuerpo hasta que solo quedó un gran charco de sangre y un montón de carne, huesos y músculos esparcidos, después de haber acabado con aquel maldito, siguió al resto para ver el estado del azabache.

El primer oficial fue de los pocos en quedarse en la escena y sin siquiera pensarlo dos veces, tomó su rifle y de un solo disparo, dio con la cabeza del hombre, estallándola en pedazos, sin conforme con eso, siguió tirando del gatillo una y otra v...

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Apenas llegar, acostaron al niño en una camilla la cual fue rodeada por la tripulación, quienes mantenía distancia para que los médicos del barco pudieran moverse con facilidad, el único quien se negó a alejarse fue el de sombrero de paja, el cual sostenía su mano y acariciaba su cabello.
–Mierda, no hay orificio de salida–comentó el doctor más para sí mismo que para el resto.
–¿Que carajos significa eso?–le preguntó Lucky, notablemente alterado
–Que la bala sigue dentro de su cuerpo, hay que operar–ordenó alzando la voz a su equipo, quienes inmediatamente comenzaron a prepararlo todo, en tanto el rubio iba a sus gabinetes–¡No, no, no!, ¡maldita sea!–gritó Hongo alterado buscando entre los cajones.
–¿Qué sucede?–averiguó el capitán, aún notablemente alarmado.
–No hemos repuesto la anestesia.
–Vayamos al pueblo, quizás haya un hospital, podríamos rob–sugería el francotirador, pero el médico lo interrumpió.
–No hay tiempo, tardarían más de cuatro horas en ir, buscar un hospital, robar la anestesia y volver, Anchor no tiene ese tiempo, su cuerpo es pequeño, no tardará más de media hora en desangrarse si no reparamos sus vasos sanguíneos, obvio sin contar que tal vez haya dañado algún órgano vital.
–¡Entonces háganle transfusiones!, ¡no puedes operar a un maldito niño sin anestesia!–sugirió Limejuice.
–¡Pero tampoco puedo esperar!, ¡si su sangre llega a coagularse va a matarlo!, si llega a su cerebro sufrirá muerte cerebral, si llega a su corazón va a tener un puto ataque cardíaco, mientras más tiempo esperemos, más serán las posibilidades de que tenga una isquemia mesentérica o una trombosis en la vena renal.

Todos los presentes voltearon a ver a su capitán, quien a su vez miraba a su hijo, querían que les dijera qué hacer.
–Tendrás que decidir, jefe, en ambos casos podrá morir, pero necesitas darme la oportunidad de salvarlo–le explicó Hongo, viéndolo fruncir el ceño, hubo unos momentos de silencio.
–Opérenlo–ordenó e inmediatamente todos volvieron a ponerse en movimiento.
–Adminístrenle líquidos intravenosos, hay que mantener su presión arterial estable–habló Hongo, concentrado en prepararlo todo, cortando la camisa del pequeño para dejar a la vista la herida, echó a la mayoría de la tripulación, quedando solo su equipo médico y los oficiales–Sujétenlo.

Tal y como el rubio ordenó, Lucky, Benn y Yasopp sujetaron al niño para que se mantuviera quito mientras le realizaban una incisión, en tanto los otros doctores le colocaban monitoreo a sus signos vitales, como la frecuencia cardiaca, presión y saturación de oxígeno.
Apenas el bisturí estuvo sobre la piel del niño, este soltó un grito y trató de retorcerse, pero los mayores se lo impidieron, el doctor colocó una pinza Erina para abrir el tejido y así observar el daño causado por la bala e inmediatamente comenzó a reparar los vasos sanguíneos dañados.
–Anchor, necesito que te quedes quieto–insistió Hongo, quien apenas podía concentrarse por los fuertes gritos del pequeño.
–¡D-Duele!, ¡para!–exclamó, mientras gruesas lágrimas caían por su rostro y fuertes hipidos salían de su garganta, su llanto resonaba por todo el barco.
–Lo sé, lo sé, solo e-espera un poco, pronto estarás b-bien, ¿sí?, te lo prometo–le respondió el pelirrojo, tomando sus mejillas para que lo mirara, el menor sentía como el médico hurgaba en su carne, pero seguía sin estar lo suficientemente consciente como para comprender todo lo que sucedía, la pérdida de sangre lo mareaba.

El médico pronto pudo detener la hemorragia e inmediatamente le suministraron una transfusión para recuperar la sangre perdida y luego, con mucho cuidado, metió sus pinzas quirúrgicas para extraer la bala, pero apenas al moverla un poco, el contrario soltó un grito desgarrador. Fue una cirugía de 3 horas, Hongo se sintió aliviado de por fin terminar de cocer su piel y hacer los puntos necesarios para que la herida cerrara, fue allí cuando los oficiales soltaron al pequeño y este enseguida comenzó a retorcerse, ahora solo sollozaba soltando gritos ahogados, sus extremidades tenían notables y grandes moretones por la fuerza ejercida en estas.
–Se pondrá bien, solo necesitará algunos analgésicos y ser monitoreado por un tiempo, por suerte la bala no dió ningún punto vital, solo dañó varios de sus tejidos–explicó el médico, mientras que todos en la habitación miraban con pena al niño, incluyéndolo.
–Q-Quiero ver a mi p-papá...–masculló el azabache, entre su llanto, su vista se había nublado hace ya bastante rato y apenas distinguía todas las manchas a su alrededor.
–Estoy aquí, Ancla–susurró el capitán, acariciando la mejilla de su hijo.

Eran las 2:30 de la mañana, el capitán estaba sentado en una silla al lado de la camilla donde el menor se encontraba mientras el pelirrojo tomaba su mano, su tripulación ya había conseguido la anestesia así que Hongo se la aplicó, pero solo por e...

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Eran las 2:30 de la mañana, el capitán estaba sentado en una silla al lado de la camilla donde el menor se encontraba mientras el pelirrojo tomaba su mano, su tripulación ya había conseguido la anestesia así que Hongo se la aplicó, pero solo por esta noche, pues temía que el pequeño terminará con los efectos secundarios de la anestesia general en infantes.
–Shanks–habló una voz entrando a la enfermería, el contrario ni siquiera se molestó en voltear a ver, tenía su mirada fija en el azabache.
–¿Que sucede, Benn?–respondió seco.
–Ve a descansar, yo me hago cargo de Anchor.
–No necesito descansar, necesito estar junto a él.
–Hongo dijo que está estable, ya verás como pronto seguirá paseando por el barco y robando comida de la cocina, luego después podrá seguir peleando–explicó, tratando de animar a su amigo.
–No, él ya no luchará más.
–Solo espera un par de años, pronto estará listo para un combate real.
–Le encontraremos otro hogar–le declaró, dejando varios segundos de silencio.
–¿A qué te refieres?
–Ya no está seguro con nosotros y aún no es lo suficientemente fuerte como para defenderse solo.
–Lo único que tienes que hacer es esperar y ya verás como Anchor nos alcanzará.
–Benn, tú sabes el por qué estuve tan insistente en que tuviera su primera batalla real–recordó, dirigiendole una mirada, el de coleta suspiró.
–Porque en pocos meses nos iremos al Nuevo Mundo.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora