Meriendas

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Ambos caminaban en dirección al Red Force, el azabache comía casi con desesperación la merienda que el mayor había traído, pero aún así mantenía varios pasos de distancia.
–¿En donde están tus padres?–pregunto luego de un rato de silencio.
–No te dire.
–¿Ellos saben que esos chicos te hacen eso?
–¿Hacer que?–indagó, desconcertado.
–Trataron de robarte y supongo que los golpes que tienes son causa de ellos.
–Escúchame, idiota, lo que yo haga o lo que me hagan, no te incumbe, solo acepte la comida, así que cállate.
–No tienes el por qué ser agresivo para ser un mocoso tan pequeño.
–Tengo 4 y medio, imbecil.

El de sombrero se sorprendió bastante al escucharlo y se mantuvo callado el resto del trayecto, no podía creer que un niño como él pudiera vivir en condiciones así.

Cuando llegaron al Red Force, Shanks dejó al azabache deambular por cubierta y, él inmediatamente fue a buscar a Hongo y Roux, luego los tres fueron adonde él, quien se sentó en el borde mirando a un barco hundido entre los arrecifes, el cual aún ...

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Cuando llegaron al Red Force, Shanks dejó al azabache deambular por cubierta y, él inmediatamente fue a buscar a Hongo y Roux, luego los tres fueron adonde él, quien se sentó en el borde mirando a un barco hundido entre los arrecifes, el cual aún había partes que lograban salir a la superficie gracias a la poca profundidad que había en esa zona.
–Oye, él te revisará, mientras que mi cocinero te prepara algo, ¿que te parece?–le explico el pelirrojo.
–No quiero, no confío en ustedes–reveló sin más.
–Solo limpiare y vendaré tus heridas, no haré nada indebido–le explicó el rubio, cosa que pareció convencer al contrario quien terminó aceptando, yendo a la enfermería con el capitán y el médico, mientras que el de verde se dirigía a la cocina–Bien, siéntate en la camilla y quítate la camiseta.

El menor, con aún algo de duda en su rostro, asintió y obedeció, algo avergonzado por su cuerpo débil y maltratado.
–¿Como te llamas?–indagó, pero solo recibió silencio, a lo que Hongo solo comenzó a medir su presión, ritmo cardiaco y, anotó en una hoja los hematomas y cortes más visibles.
–¿Y cómo está?–pregunto el capitán al ver a su Nakama tan concentrado.
–Hay bastante riesgo de infección en algunas zonas y debido a la coloración de la piel es posible que tenga algunas lesiones leves–respondió, levantándose y comenzando a caminar hacia algún lado.
–¿Adonde vas?
–A prepararle un baño, será mucho más útil y cómodo para él que si limpiará cada una por separado.

Luego de que Hongo curara al pequeño, este comía emocionado lo que Roux había preparado, parecía incluso tener miedo de que alguien llegase a quitarle el plato

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Luego de que Hongo curara al pequeño, este comía emocionado lo que Roux había preparado, parecía incluso tener miedo de que alguien llegase a quitarle el plato.
–Parece que tenías hambre, ¿no?–comentó el de sombrero con humor.

Solo siguió comiendo en silencio, pero eso no extrañó a Shanks, el azabache se había negado completamente a responder todas las preguntas que le hacía el médico del barco, fuera una simple o complicada, en ambos casos solo se quedaba callado evitando mirar a alguno de los dos a la cara.
El niño se levantó, tomó su bolso y comenzó a caminar hacia la salida con tranquilidad, pero el contrario notó que algo no andaba bien.
–¿Que tienes allí?–pregunto al percatarse de que algo más traía consigo en su bolso aparte de sus cosas, el pequeño detuvo su paso y lo miro algo avergonzado–No me molesta que robes cosas de mi barco, pero me gustaría que me preguntaras primero, la mayor parte no tengo problemas de dártelas.
–No es oro–murmuró.
–¿Y qué es?
–Comida–masculló, cosa que sorprendió al contrario, quien solo tardó unos cuantos segundos en responder.
–Mañana ven por esta misma hora, te preparemos lo que quieras.

El contrario lo miro y asintió sin decir nada, luego se fue cerrando la puerta tras de sí. Shanks se levantó y fue a decirle a su navegante que retrase su partida de la isla.

Solo pasó una semana desde aquel acuerdo, el niño venía todos los días a comer algo a la misma hora y luego volvía a marcharse con unas cuantas meriendas en su bolso

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Solo pasó una semana desde aquel acuerdo, el niño venía todos los días a comer algo a la misma hora y luego volvía a marcharse con unas cuantas meriendas en su bolso. Hongo lo había estado revisando este último tiempo y le informó que el azabache tenía un grave caso de desnutrición, así que le ordenaron a Roux que cada que venía le preparara más comida, pero mayormente comía muy poco y el resto lo guardaba. Aunque seguían sin saber nada de él, ni su nombre, ni su familia, lo único de lo que estaban conscientes era de su edad, casi no hablaba, así que era muy difícil que les dijera algo, pero ahora no es tan desconfiado con ellos como hace unos días atrás, gracias a esto, la tripulación del pelirrojo le colocó un apodo el cual no parecía molestarle.
Era muy temprano y el de sombrero se levantó de su cama para ir por un vaso de agua, pero se detuvo al notar la presencia del menor, este estaba en cubierta, sentado en el borde con sus pies colgando por fuera, mirando el barco atrapado entre los arrecifes con las primeras luces del día de fondo.
–Anchor–habló despacio, utilizando su nuevo sobrenombre, que al escucharlo volteó y le prestó atención–¿Que haces aquí?, aún es muy temprano, ¿necesitas algo?
–Yo...–el contrario quería responder, pero ni siquiera él estaba muy seguro del por que estaba ahí–Me sentía solo y no sabía a donde más ir–murmuro bajo, pero el pelirrojo logró escuchar.
–¿Quieres que te sirva algo de comer?
–No tengo hambre–respondió, sin ser totalmente honesto, cosa que el pirata notó y supo inmediatamente que algo no andaba bien.
–¿Quieres hablar?–ante la pregunta, solo apartó la mirada, parecía avergonzado por decir que si, así que el mayor solo se sentó a su lado.
–Oye, Shanks.
–¿Mh?
–¿Que se siente ser un pirata?, debe ser difícil tener que ser buscado por la Marina.
–De echo no, hay veces en las que incluso me olvidó de que mi cabeza tiene precio, incluso me alegro mucho cuando mi recompensa sube.
–¿Como puedes ser feliz con una vida así?–pregunto, sin lograr comprenderlo.
–Porque por cada isla tengo una aventura nueva, puedo conocer personas y aveces pelear con ellas, logró explorar lugares impensables, hermosos a su manera y lo mejor de todo, poder formar cada ves un laso más fuerte con mis Nakamas–le explicó con una leve sonrisa en sus labios.
–¿Nakamas?–muchas veces había oído ese término, pero no tenía muy claro que era lo que significaba.
–Son las personas que son más que tus amigos o familia, son tus compañeros, con los que puedes contar para lo que sea y que les confiarías tu vida.
–Eso...suena genial–comentó, imaginándose con una vida como la del contrario.
–Por cierto, ¿tus padres saben que estás aquí?–el azabache miro al mayor y suspiro, bajo la mirada mientras cruzaba sus brazos, lo que parecía un intento de consolarse a sí mismo.
–Lo siento.
–¿Que?, ¿por que?
–No tengo familia, te mentí, perdóname.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora