Recuerdo arriesgado

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Anclaron el barco en la parte contraria de la isla, lejos de donde se situaba la ciudad y cuando todos se estaban preparando para salir a buscar provisiones, tapándose con chalecos gruesos y escondiendo armas debajo de estos, Shanks llevó al menor a un lado para hablar más tranquilo con él.
–Anchor, escúchame, tengo que salir, pero si tú me lo pides, no tengo en problema en quedarme en el barco junto contigo.
–Está bien, ve, estoy seguro de que si llegan a tener problemas, será mejor que estés allí–hablo sin ninguna pizca de duda, pues sabía que el pelirrojo era fuerte y podría enfrentarse a cualquiera que decidiera causarles alguna molestia.
–¿Estas seguro?
–Totalmente.
–Bien, si ocurre algo llama a mi Ko Den Den Mushi y vendré enseguida, ¿okey?
–Claro, lo haré.

El pelirrojo le dedicó una sonrisa leve, aunque se veía aún algo preocupado, pero aún así, al cabo de un rato, el grupo que habían designado para explorar y reponer lo que les faltaba, ya se había ido y apenas eso sucedió, el menor fue a encerrarse en el cuarto del capitán. Al estar allí se acosto en su cama y fijó su vista en el techo de madera, desde que tuvo conciencia siempre se preguntó de donde venía, su familia e incluso el barco que lo dejó en la isla en que se crió, pues jamás había visto un buque de la Marina, al menos, no de cerca. Trataba de imaginar cómo sería y el como su viaje terminó con él en aquel horrible lugar, pasó más de una hora viendo hacia arriba imaginando su vida con un padre, una madre y tal ves hermanos, una pequeña sonrisita surgió en él, inventaba escenarios como los de los niños que veía pasar por cada isla habitada en la que iba, paseando con sus padres o divirtiéndose en las plazas.
Después de un buen rato de pensarlo, se levantó de la cama, fue a buscar su bolso, se colocó un abrigo, cubriéndose con la capucha de este y se asomó a cubierta, al ver que nadie estaba allí, corrió afuera del barco y se apresuró en desaparecer de la vista de los piratas que se encontraban aún en el Red Force.

Después de un buen rato de pensarlo, se levantó de la cama, fue a buscar su bolso, se colocó un abrigo, cubriéndose con la capucha de este y se asomó a cubierta, al ver que nadie estaba allí, corrió afuera del barco y se apresuró en desaparecer de...

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Solo tardo un poco en llegar a la ciudad, esta al igual que las anteriores de otras islas, era colorida y las personas se veían felices paseando, una imagen que jamás lo dejaría de sorprender, pues cada parte del mundo que conocía tenía su propio encanto, por muy simple que fuera. Camino entre los puestos de frutas y las tiendas lujosas, mientras pensaba que a pesar de que siempre estuvo acostumbrado a recorrer todo solo, no podía negar que ya se le hacía extraño no andar de la mano con el pelirrojo, sin él, se sentía expuesto. Cuando llegó al muelle, lo primero que divisó fueron dos grandes buques con las velas recogidas y el símbolo de la Marina ondeando en lo alto de la cofa.
Se acercó con cautela, procurando mantenerse detrás de las cajas y barriles que estaban tirados cerca del resto de barcos. Solo momentos después, cayó en cuenta de lo que estaba por hacer, se le hacía tan estupido arriesgarse por algo así, pero...lo necesitaba, quería tanto saber como era el lugar en el que tuvo familia por última ves.
Solo pasó un par de minutos para que la tabla de madera que llevaba al barco estuviera despejada, corrió procurando mantener sus pasos lo más silenciosos posibles, después de todo, ya se había habituado más de lo que le gustaría a escabullirse en barcos, aunque antes lo hacía para conseguir comida o dinero. Se adentró más en todo el esqueleto naval, hasta llegar a un pasillo que a diferencia del resto de la estructura militar, se veía mucho más rústico, observando mejor el lugar, se percató de una puerta de madera que estaba al final del corredor, algo dentro de él hizo que no pudiera quitar su mirada de ella.
Se acercó de forma rápida, pero el camino parecía que se le hacía eterno, todo en su mente se ralentizó, parecía que la puerta solo se alejaba, hasta que por fin, su mano tocó la manilla y no dudó en girarla para ver la habitación que había detrás de esta.
Parecía ser una oficina, no tenía nada de especial, pero a pesar de nunca haberla visto, se le hacía tan familiar, como si hubiera estado en ella antes, solo que ese momento no lo recordaba, aunque sentía como si faltaran cosas en aquel lugar. Se quedó varios minutos en silencio, solo lograba escuchar su respiración lenta y los pasos de los Marines afuera, luego como cualquier niño al estar en un sitio nuevo, dio paso a su imaginación...o tal ves algo más.
Un hombre de cabello negro y uniforme blanco, caminando por aquel cuarto con un bebé en brazos, este lloraba con fuerzas. En las ventanas se notaba la vigorosa lluvia en la que estaban y por la forma tan brusca de moverse el barco, se notaba de forma clara que la marea estaba turbulenta. Pero aunque aquel entorno parecía un caos frío y nocivo, el ambiente era cálido, el mayor tarareaba una canción que en poco tiempo, terminó por tranquilizar al pequeño en sus brazos.
–Cuando seas mayor, serás un gran Marine y así ya no tendrás que temerle al ruido de afuera, serás fuerte y nadie podrá hacerte frente, ni siquiera un rayo–hablaba el más alto, su voz sonaba distante y medianamente distorsionada, sin embargo lograba entenderse, pero por mucho que Anchor se esforzaba, no lograba ver su rostro–Aunque tranquilo, no importa cuanto crezcas o que tan imparable te vuelvas, jamás te dejaría solo, siempre estaré allí para protegerte...Luffy.

Antes de que se diera cuenta, lágrimas comenzaron a empapar por completo su cara, irritando sus ojos, trató de secarlas con sus manos y muñecas, pero no dejaban de salir, aquel nombre resonaba con fuerza en su cabeza, tan familiar y ajeno a la vez.
Quiso salir de allí, pero cuando se dio cuenta, el Den Den Mushi comenzó a sonar y poco tiempo después, firmes pasos se dirigían hacia la oficina en la que estaba, con cierta desesperación volteo a ambos lados buscando un lugar en donde esconderse y apresurándose a él, terminando agachado debajo del escritorio que había, tapándose la boca al oír como la puerta se abría. Vio los pies de una mujer aproximarse al buró y contestar.
–Tsuru, ¿como vas averiguando sobre esos piratas a los que perseguías?–hablo una voz masculina al otro lado de la línea, que al azabache le hizo estremecer, jamás la había escuchado, pero le causaba tanta nostalgia, era como oír hablar a un fantasma.
–Sigo en eso, yo y mi equipo decidimos pasar a una isla a reponer todo, ¿y tu, Garp?, ¿como vas con el papeleo de tu última misión?

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora