Impropio

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Habían pasado ya dos días desde que partieron, el azabache a pesar de seguir igual de apartado que siempre, mayormente tenía una pequeña sonrisa en su rostro en tanto se sentaba en el borde a observar el mar.
–Oye, Anchor, ¿quieres jugar con nosotros?–pregunto Bonk, quien estaba con Limejuice y Yasopp, los tres tenían cartas en las manos.
–No–respondió, volviendo a voltearse al mar, dándoles la espalda, a decir verdad, si le gustaría, pero no sabía como y no quería que ninguno de ellos perdiera el tiempo en explicarle.
–Has estado muy pensativo desde que partimos, ¿sucede algo?–inquirió Shanks, que recién estaba entrando a cubierta.
–No me pasa nada, solo me gusta la vista.

Aquello no era exactamente la razón de su comportamiento, pero no estaba muy lejos de la verdad, después de todo, era la primera ves en su vida en la que veía al cielo despejado y el mar tan azul, colores vibrantes que no podía evitar que lo fascinarán por completo.
–En unos cuantos días más llegaremos a otra isla, ¿estas emocionado?
–Un poco–mentía, estaba más que ansioso por llegar, pero no se atrevería a admitirlo.
–¿Que es lo primero que te gustaría hacer al llegar?
–No lo se, solo los seguiré a ustedes.
–¿Solo eso?
–Supongo, ni siquiera se como puede ser.
–Puede ser como te imagines, en el mundo hay miles de islas que parecen sacadas de cuentos de hadas, vamos, trata de imaginar–insistió, tratando de ver alguna reacción en el pequeño, pero nada.
–Eso suena estupido.
–No es cierto, es solo lo que haría cualquier niño.
–Pues lamentó no ser tan infantil como te gustaría–espetó con disgusto, sabiendo que no era el tipo de persona con el cual el pelirrojo le gustaría estar.
–Lo siento, sabes que no quise decir eso.

Se disculpó el de sombrero al ver como le había quitado el buen ánimo que tenía el azabache, pues a pesar de pasar casi todo el tiempo juntos, seguía sin saber cómo tratarlo de la forma correcta, pues este se esforzaba en ser lo menos apegado posible.
–Iré a dormir una siesta–fue lo último que dijo el pequeño, para después ir a la habitación del capitán.

Al llegar la noche, Hongo y Building eran los encargados de vigilar el barco y mantener el rumbo hacia su destino

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Al llegar la noche, Hongo y Building eran los encargados de vigilar el barco y mantener el rumbo hacia su destino.
El menor siempre tuvo problemas para conciliar el sueño, pero desde que se unió a Shanks, estos empeoraron, por mucho que quería, no podía confiar en ninguno de ellos, de tan solo pensar en quedarse dormido y que le hicieran algo, le ponía los pelos de punta, su respiración y corazón se agitaban, era una sensación tan aterradora e incómoda, aunque aún no tenía muy claro del por qué pasaba, quizás estaba enfermo. Fue al nido de cuervo y se encontró con el médico, quien comía una pequeña merienda mirando el periódico.
–Oh, hola, Anchor, ¿qué haces aquí tan tarde?
–Me cuesta dormir por la noche.
–¿Quieres que te lea un cuento o te sirva un vaso de leche?
–¿Que?, por supuesto que no, no soy un bebé–respondió algo indignado, sacándole una risita al contrato.
–Bien, entonces dime, ¿qué necesitas?
–Creo que estoy enfermo y quería confirmarlo contigo.

Al mayor, esto lo extraño y preocupó, estaba consciente de lo mucho que le desagradaba al azabache cada que lo chequeaba para su registro médico, así que ir a pedirle un diagnóstico, no era propio de él.
–¿Por qué crees eso?
–Hay veces en las que mi cuerpo juega en mi contra, comienzo a temblar y a llorar como un estupido, apenas puedo levantarme y cuando trato de hablar, termino solo murmurando palabras sin sentido–el rubio cenizo comprendió en un instante lo que sucedía, pero quiso indagar más para asegurarse.
–¿Esto sucede en ocasiones específicas?–el niño asintió–¿Como cual?
–No lo se, supongo que cuando pienso en las cosas que pasan en mi isla, los secuestros, los hombres extraños, la morbosidad en el deseo por los más débiles y esas cosas...es tonto, ya debería de estar acostumbrado.
–Nunca nadie debería de acostumbrarse a eso, mucho menos un niño–indicó sin pensar, ganándose la atención del pequeño–Anchor, no te preocupes, es normal, pero cuando te suceda, por favor avísanos a cualquiera de nosotros.

Le explico sin tener la intención de preocuparlo, trato de revolver su cabello, pero el azabache lo apartó de un manotazo, solo asintió indicando de que había entendido y se marchó, no quería seguir con la conversación.

Le explico sin tener la intención de preocuparlo, trato de revolver su cabello, pero el azabache lo apartó de un manotazo, solo asintió indicando de que había entendido y se marchó, no quería seguir con la conversación

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Pasaron dos días y todo seguía absolutamente igual, exceptuando algo a lo lejos, era la próxima isla que cada ves se divisaba más.
–¡Tierra a la vista!–grito Bonk, quien estaba en la cofa.

El menor, quien estaba nuevamente escondido en la bodega, al escuchar el grito, no dudó ni dos segundos en levantarse y correr hacia la borda para poder asomarse a ver el horizonte, fue allí cuando la vio, una isla totalmente distinta a la que estaba acostumbrado, a pesar de aún estar algo lejos, se veía una ciudad preciosa que a los al rededores se distinguían grandes y verdes campos. En el momento que llegaron al puerto, tiraron ancla, el niño seguía maravillándose ante todo, ignorando por completo a los piratas.
–Benn, ayuda al resto a organizarse sobre las provisiones, yo cuidaré a Anchor–escucho la voz del pelirrojo en tanto este se acercaba a él.
–No es necesario que te tomes la molestia de encargarte de mi–pronuncio apenas, aún muy atento a todo su entorno que le resultaba tan inusual.
–Deja esas tonterías, no es ningún problema hacerme cargo de mi Nakama, así que ahora dime, ¿a que lugar te gustaría ir primero?–el pequeño lo miro con ilusión y luego volteo a mirar la ciudad una ves más.
–A donde sea.

Respondió, para después esbozar una gran y hermosa sonrisa, la cual dejó totalmente sorprendido al contrario, pues era la primera ves que presenciaba aquella felicidad en el menor. Anchor no tardó en tomar su mano y comenzar a pasear por las calles rebosantes de personas yendo de allá para acá, jamás en su corta vida había presenciado un sitio así, tan común para todos, pero totalmente impropio para él.
Miraba todo con curiosidad, las tiendas, la plaza, las vestimentas, los pequeños puestos de comida y a las personas, especialmente a las familias que caminaban felices, sin preocupación alguna, aquello no obstante de agradarle, también le dejaba un sentimiento de vacío en su pecho que solo trataba de ignorar mientras apretaba más la mano de Shanks, que a pesar de ya el largo recorrido que habían echo por cada parte que al pequeño le llamaba la atención, este en ningún momento se soltó de él.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora