Negación

455 74 9
                                    

El capitán despertó con el sonido de los quejidos del menor, el efecto de la anestesia ya había pasado, se levantó de la silla en la cual se había dormido y se le acercó.
–¿Dónde estoy?–preguntó, pues sus ojos eran cegados por la luz de la mañana que entraba por la ventana.
–En la enfermería–le respondió, cerrando rápidamente las cortinas para que el brillo no molestara al pequeño–Hongo te puso puntos, pero pronto estarás bien.
–¿Por que mierda duele tanto?–habló, tocando de forma brusca la zona ahora vendada de la herida, pero el pelirrojo sujetó su muñeca y le impidió seguir rasguñándose, aunque el contrario seguía retorciéndose, perdido por el gran dolor que le quemaba por dentro.

El azabache cuando el contrario lo soltó, tomó la manga de la camisa del capitán, aferrándose a ella y enfocando con mucha dificultad sus ojos para poder mirarlo, el de sombrero de paja al verlo así, no pudo aguantar más, se rompió en llanto, tomando la mano del menor.
–Anchor...te lo suplico, perdóname, lo siento tanto–murmuraba, bajando la cabeza.

No tenía fuerzas para hablar, apenas las tenía para observarlo, quería levantarse y abrazar a su padre, pero ni siquiera podía decirle algo, jamás pensó que sería capaz de verlo llorar, siempre se mostraba tan fuerte y determinado, con una sonrisa para todos. Una pequeña lágrima de culpa se deslizó por la mejilla del niño, se lamentaba tanto haber sido herido, no quería ser una carga para el pelirrojo, tenía tanto miedo de ser desechado, apenas entró a la banda se había prometido a sí mismo no fallar en nada, solo deseaba ser un buen pirata para ellos.
Luego de un par de minutos, alguien entró a la enfermería y al voltear a ver, vieron a Hongo y al Beckman, el mayor se levantó y fue junto con su segundo al mando, mientras que el doctor se quedó para examinar al pequeño y suministrarle sus medicamentos correspondientes.
–¿Qué sucede?–preguntó el capitán luego de estar afuera del cuarto, se limpiaba las lágrimas y bajaba un poco su sombrero para que su amigo no lo viera así.
–¿Verdaderamente renunciaras a tu hijo solo por esto?, es una estupidez.
–No volveré a arriesgarlo de esa manera, por mi culpa casi muere en una camilla.
–No fue tu culpa, no sabías qué pasaría esto.
–Pero sabía que podía pasar y solo por esa maldita confianza tuve que hacerlo pasar un infierno.
–La operación era necesaria, no tenías opción.
–Tuvo que estar tres putas horas soportando que abrieran su carne, que cortarán y cosieran su piel, es un niño, Benn, ahora se retuerce porque no puede ser tratado al igual que todos de nosotros y tampoco tiene nuestro mismo aguante.
–No volverá a tener que pasar por algo así, tú lo protegerás, no tienes el por qué dejarlo ir–reprochó, pues odiaba la idea de dejar a su pequeño Nakama con unos extraños.
–Prefiero verlo deprimido y decepcionado antes que verlo tirado en un campo de batalla.
–Shanks, escúchame, desde que te conozco he sentido un profundo respeto por ti, pero no creas que dejaré que lo abandones así como así.
–Ya tome una decisión.
–Pues toma otra, no puedes ir, adoptarlo, ilusionarlo con un hogar y luego arrebatárselo, lo único que harás será comprobar lo que él temía cuando se unió, apenas comenzaba a sanar y sales con esto.
–Sanara de nuevo, él es fuerte–decretó desviando su mirada y apretando sus puños, clavando sus uñas en las palmas de sus manos, odiaba con todo su ser hacer pasar a su ancla de nuevo por eso.
–Pero aún así para ti no es suficiente, Shanks, tendrás que estar consciente de que sí estas tan determinado a dejarlo botado en un isla, él te odiará–ante el comentario, el contrario guardó silencio por unos segundos.
–Lo sé–el de cabello negro lo miró, su amigo se veía roto, destrozado por la posición en la que estaba, entre la espada y la pared.
–¿Cuando le dirás?
–Hoy en la noche o tal vez mañana, quiero que tenga tiempo de asimilarlo.
–Él no te perdonará y probablemente yo tampoco, pero eres mi capitán y voy a apoyarte, solo espero que estés tomando la decisión correcta, porque de ambas maneras estarás jugando con la vida del chico–luego de decir eso, el vice-capitán se fue.

Ya habían pasado tres días desde la operación, el pequeño ahora estaba mucho más consciente, pero seguía sintiendo aquel horrible dolor, Shanks se quedaba junto con él todo el tiempo, escuchando los fuertes llantos que tenía cuando el efecto de lo...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ya habían pasado tres días desde la operación, el pequeño ahora estaba mucho más consciente, pero seguía sintiendo aquel horrible dolor, Shanks se quedaba junto con él todo el tiempo, escuchando los fuertes llantos que tenía cuando el efecto de los medicamentos se acababa. Ahora el azabache estaba acostado, el capitán sostenía la mano del contrario mientras que con la otra acariciaba su cabello, pero luego de unos minutos se detuvo, alejándose un poco.
–Anchor, quiero hablar algo contigo.
–¿Qué pasa?–preguntó en apenas un murmullo, mirándolo con sus ojos cansados.
–Yo...no creo que estés listo para ser un pirata–le confesó, extrañando en gran manera al niño.
–¿A q-que te refieres?
–Necesitas tener una infancia normal, sin temer que tu vida se pueda acabar de un día para otro.
–¿Dejaré de pelear?–inquirió notablemente decepcionado, aunque el pelirrojo guardó unos segundos de silencio, terminó diciéndole la verdad.
–Dejarás el barco, yo y los demás te vamos a buscar un nuevo hogar.
–¿Q-Que?, ¿es p-por qué fa-falle?–el contrario no dijo nada, no se atrevió y el pequeño al ver la falta de respuesta, rápidamente se esforzó en esbozar una sonrisa y sentarse en la camilla mientras arrancaba las agujas hipodérmicas que le suministraban líquido intravenoso y sus medicamentos, desgarrando un poco su piel en el proceso–Hongo exageró respecto a todo esto, estoy bien, solo fue una herida leve.

El de sombrero vio los ojos del contrario aguarse y sus manos temblar por el fuerte dolor, pero seguía manteniendo aquella sonrisa vacía.
–Anchor, vuelve a acostarte, llamaré al equipo de enfermería para que vuelvan a inyectarte–indicó levantándose, bastante alarmado de ver la sangre correr por sus brazos magullados, pero antes de poder irse, el azabache sujetó su camisa con fuerza.
–Papá, por favor, por favor...no t-te vayas, te juro que jamás volveré a dejar q-que me lastimen, te lo s-suplicó...no me dejes solo–habló, su voz se rompía más con cada palabra que pronunciaba.
–Detente, ya tome una decisión–habló de forma firme mientras se levantaba y lo tomaba de los hombros para que dejara de intentar levantarse, pues se estaba haciendo mucho daño y no imaginaba el dolor que sentía por el simple hecho de moverse.
–Sí, t-tienes razón, pero e-esa fue llevarme c-contigo y convertirme en tu hi-hijo...¿en que me e-equivoqué?–lo último fue más un susurro para sí mismo que para el contrario.
–No te equivocaste en nada, hijo, por favor, solo vuelve a recostarte, tus heridas se pueden abrir si te sigues moviendo tanto–rogó el mayor más que preocupado.
–N-No estoy herido, Shanks, por favor, por favor no me a-abandones, te p-prometo que n-no me quejaré del dolor, no seré una m-molestia, te lo j-juro–le suplicó, pero al ver que el contrario solo desvió la mirada, sus ilusiones se quebraron en mil pedazos y se rompió a llorar.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora