Shanks llegó a una isla sin ley, nada fuera de lo normal, mucha pobreza y pandillas, creyó que sería una parada corta y que podría largarse pronto, pero todo cambio cuando una pequeña sombra trato de llevarse los tesoros de su barco.
Esta historia t...
Quería parecer valiente, pero su cuerpo no había dejado de temblar y más aún cuando se detuvieron, los dos mayores lo miraban con un claro deseo en sus rostros, quiso retroceder, pero se tropezó con una de las tantas ramas que había en el suelo y callo. –Tu lo hiciste primero la última vez, ahora me toca a mi, ve a vigilar que nadie venga–ordeno el hombre, a lo que el otro, resoplando, se fue.
A los pocos momentos en los que quedaron solos, el traficante sujeto con fuerza el cabello del niño, obligándolo a levantarse y acercarse mientras que con la otra de sus manos se bajaba un poco el pantalón, dejando ver el bulto que iba creciendo en su entrepierna. El pequeño no entendía nada de lo que estaba pasando, lo único que sabía es que sería algo malo, tratada con todas sus fuerzas librarse, pero era inútil. El mayor comenzó a tocarse a sí mismo enfrente del niño en tanto que este solo lo miraba atemorizado, no pudo evitar cerrar los ojos, repitiéndose a sí mismo que viviría, que sobrevivía a toda costa, no sabía que se supone que le iban a hacer o de qué forma, si sería doloroso o incómodo, de lo único de lo que estaba consciente es de que nadie vendría a salvarlo, o al menos, eso era lo que pensaba hasta que escucho el grito ahogado del segundo hombre. No abrió los ojos y solo se dedicó a sentir el alivio de que lo hayan soltado para ir a revisar que fue lo que sucedió, pero el contrario no pudo dar más de cuatro pasos cuando una sombra con un filo reluciente, en un solo ataque, tajo su rostro con un corte profundo. El niño, aún temeroso, se atrevió mirar por unos momentos y vio una cabellera pelirroja de espaldas, que en el momento de voltearse, aquellos ojos tan fríos y distantes, al ver al azabache, se relajaron. No tardó en cortar las cuerdas con cuidado, apenas lo hizo, el infante se levantó y miró al traficante de personas, quien yacía en el piso mientras trataba de cubrir la herida de su rostro, parte de su boca había sido dañada y se ahogaba con su propia sangre en un intento de gritar, no pudo seguir viendo la horrible escena, pues el pirata se interpuso y lo cargó. –Escúchame, Anchor, cierra los ojos y cúbrete los oídos, ¿okey?, yo te avisaré cuando salgamos de aquí–le indicó, a lo que en contrario acato sin resistencia.
Shanks comenzó a apurar su paso para huir de los dos cuerpos agonizantes que había dejado atrás, sentía como el chico entre sus brazos, no dejaba de temblar, su respiración era agitada y se notaba claramente que estaba preso del pánico, se aferraba al mayor con fuerza, este agradecía tanto haber llegado a tiempo, apenas sintió su presencia siendo arrastrada, salió del Red Force lo más rápido que pudo para ir a buscarlo. Miro hacia abajo para observar al azabache que se acurrucaba en el de sombrero, se preocupó, siempre se había mostrado tan fuerte y desinteresado por todo el caos que lo rodeaba, pero ahora, era la primera ves que lo veía asustado, sentía una profunda pena al verlo de esa forma y se dejó claro a sí mismo que en este momento no lo dejaría solo por nada del mundo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al llegar al Red Force, el mayor fue directo hacia su médico para asegurarse que aquellos dos enfermos no le hayan echo nada al pequeño. A pesar de que ahora estaba mucho más dócil que en otras ocaciones, seguía negándose rotundamente a contestar cualquier pregunta que le hiciera Hongo, apenas dejaba que lo tocara para examinarlo y aún así se notaba muy incómodo, apretaba la mano del capitán con fuerza, siendo que no había dejado que se fuera. –Oye, dejando solos un momento–insistió el pelirrojo, a lo que el contrario acató sin problema, siendo que ahora solo estaba anotando el diagnóstico de hoy, ya que había comenzando a hacerle un registro médico al niño. –¿Que sucede?–indagó el menor en voz baja. –Tienes que responder a las preguntas que te hacemos, apenas sabemos algo de ti y tu situación va empeorando–el azabache no dijo nada y solo frunció el ceño con la cabeza baja, así que el pirata continuó–Lo único que queremos hacer es ayudarte. –Yo no les pedí que me ayuden–murmuro. –Estamos preocupados por ti y tu seguridad, por eso lo hacemos–contesto, a lo que el niño volteo a verlo incrédulo, no sabía si confiar en él, así que mantuvo unos momentos de silencio, hasta que tomó una decisión. –Que...¿que es lo que quieres saber?–averiguo, aún indeciso, pero aún así el de sombrero sonrió leve. –Primero que nada, ¿cual es tu nombre? –No tengo nombre–reveló con calma, desconcertando al contrario. –¿A que te refieres?, todos tenemos un nombre. –Pues nosotros no, la mayoría de niños terminan aquí porque sus padres los consideran basura, los dejan en algún lado y luego se largan, no tenemos nombre, familia o un hogar. –¿Y algún apodo?–el pequeño negó con la cabeza–Entonces, ¿como te gustaría que te llamemos?–sugirió en una voz dulce al ver la vergüenza del azabache al admitir sus carencias. –Ah...–se detuvo unos segundos a pensar antes de contestar–Me gusta como ustedes me llaman–murmuro con timidez, causándole una sonrisa al Figarland. –Bien, Anchor, ¿como fue que terminaste aquí?–el pequeño se notó meramente feliz con la forma de ser llamado. –No lo se, me dijeron que llegue cuando apenas tenía unos meses de nacido en un buque de la Marina que había sido atacado. –¿La Marina te abandono aquí?–cuestionó el contrario, era cierto que era su enemigo, pero usualmente solo dejaban a los niños huérfanos en orfanatos o incluso los criaban para soldados, pero ¿dejarlos en una isla así?, se le hacía cruel, incluso para ellos. –Supongo, pero hay veces en las que quiero creer que solo me olvidaron, tal ves mi destino era más bonito que esto, incluso puede que una familia me estuviera esperando–suspiró, el sentimiento cálido se desvaneció al caer en cuenta de su realidad–Olvídalo, es estupdio pensar en algo así de tonto. –No es tonto–corrigió el pirata. –Lo es, deja de mentir. –Anchor, no hay nada de malo en tener esperanza–le explicó, revolviendo su cabello con cariño, causándole una sonrisita. –Oye, Shanks... –¿Mh? –¿Que era lo que me iban a hacer esos hombres?
La expresión de felicidad del pelirrojo se desvaneció al instante de recordar lo que había sucedido en la tarde. –No tienes por qué preocuparte por eso, ¿está bien?, lo importante es que no lograron tocarte porque yo estuve allí–hablo para tranquilizarlo, el azabache, de forma rápida, lo abrazo, tomando por sorpresa al contrario, pero aún así correspondió con una enorme sonrisa. –Gracias...–murmuró su ancla.