Abnegación

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–Ya cierra la boca, si quieres pelear con nosotros entonces busca un buque de guerra o algo parecido–amenazó el vice-capitán.
–Esperen un segundo–balbuceó el bandido, notablemente nervioso–Fue su niño el que vino a insultarnos a nosotros.
–Nos darán dinero por tu cabeza–explicó el de sombrero de paja, ignorando totalmente las palabras del contrario, pero este no tenía intención de ser capturado, así que en un movimiento rápido, lanzó una bomba de humo, huyendo y trayendo al pequeño consigo–¡Hijo!, ¡mierda!, ¡me distraje y se llevó a Anchor!, ¡¿qué hacemos ahora?!–exclamó entrando en un extremo pánico, dándose cuenta que su sol no estaba cuando el humo se disipó.
–Tranquilo, jefe, usted no se altere, lo encontraremos de inmediato–habló el cocinero, tratando de tranquilizar a su capitán.
–¿Hasta cuándo aprenderá?–murmuró para sí mismo el Beckman, acostumbrado a aquella torpeza de su mejor amigo, la cual también se le fue contagiada al azabache bajo su cargo.
–Se lo llevó–murmuró Sabo, aún tratando de analizar toda la situación.
–El bosque está demasiado lejos y con mucho campo abierto como para que haya corrido a las montañas, esconderse en una de las casas o molinos sería estupido, entonces lo único que le queda...es el puerto–comentó Ace, pensativo y al darse el mismo de una respuesta, corrió lo más rápido que pudo hacia donde estaban aún los piratas–¡Fue hacia el puerto!, ¡vayan a buscarlo al mar antes de que le haga algo a ese estupido mocoso!

El capitán se veía desconcertado ante la repentina aparición del chico, pero no tenía mucho tiempo de dudar así que terminó obedeciéndolo.

El hombre reía encima de un bote que se alejaba de la isla, sujetaba al pequeño por la camisa, extendiendo su brazo para que así, al soltarlo, este cayera al agua, aunque el menor se resistiera a su agarre

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El hombre reía encima de un bote que se alejaba de la isla, sujetaba al pequeño por la camisa, extendiendo su brazo para que así, al soltarlo, este cayera al agua, aunque el menor se resistiera a su agarre.
–Logre escapar sin problema, nadie pensaría que un bandido de la montaña iría al océano.
–¡Maldito tonto!, ¡ojalá que te mueras!–le gritaba el azabache, aún con aquella furia que lo incitó a causar todo este problema.
–Ya quisieras, quien va a morir eres tú, no olvides que tú fuiste el que me hizo enojar–declaró y sin ni una pizca de remordimiento, lo soltó, el pequeño sintió como su cuerpo chocaba contra el agua fría e inmediatamente toda la energía de este se iba drenando, al igual que cuando cayó el río, aún con el gran agotamiento, trató de mantenerse a flote con todas las fuerzas que le quedaban–Es una lastima, porque ya no me sirves de nada.

Mientras el adulto reía con burla al verlo luchar por su vida, tardó en percatarse como una gran criatura se cernía a sus espaldas, fue demasiado tarde para cuando volteó, encontrándose con las grandes fauces de un Rey Marino. El niño alcanzó a oír un grito ensordecedor y después observó como aquel cruel sujeto, se convertiría en carne y vísceras esparcidas en el agua.
Finalmente sus brazos no dieron más y su cabeza se sumergió, vio cómo la criatura se le acercaba con velocidad, entre lágrimas que no se alcanzaban distinguir del agua salada, cerró los ojos esperando ser despedazado, pero justo cuando creía que nadie vendría por él, noto como alguien lo sujetaba con fuerza, pudiendo por fin salir a la superficie, viendo a aquel monstruo pasar por su lado.
–S-Shanks...–murmuró con una voz rota.

El monstruo volvió a aparecer a pocos metros de ambos, pero con tan solo una mirada del pelirrojo y una orden apenas audible con una voz autoritaria, la criatura a los pocos segundos volvió a hundirse entre las olas, desapareciendo con temor.
–Te debía una, Anchor, Makino me contó lo qué pasó, supe que los enfrentaste mientras estábamos en el Red Force–explicó con un tono calmo, mientras su hijo se aferraba a su camisa, llorando y mordiéndose el labio tratando de no hacer ruido–Oye, eres un hombre, ¿por qué estás llorando?–le cuestionó, volviendo a aquella forma bromista de hablar tan característica de él.
–Pero...p-pero, papá, ¡tu brazo!–gritó entre lágrimas, pues para salvarlo del Rey Marino, el pelirrojo se dejó ser mutilado.
–Solo es un brazo, no es tan importante, lo bueno es que tú estás bien–explicó, tratando de tranquilizarlo.

A pesar de lo grave de la situación, el mayor no se quejaba o mostraba ningún signo de dolor, solo había alivio en su rostro, observando a su pequeño que ya por fin estaba con él.

Al llegar al Red Force, todos los estaban esperando y la mayoría casi cae para atrás al ver a su capitán, quien aún sujetaba a su ancla, la cual se aferraba con fuerza a él, sin importarle mancharse de sangre, aunque de todas formas tuvo que solta...

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Al llegar al Red Force, todos los estaban esperando y la mayoría casi cae para atrás al ver a su capitán, quien aún sujetaba a su ancla, la cual se aferraba con fuerza a él, sin importarle mancharse de sangre, aunque de todas formas tuvo que soltarlo, pues Hongo se lo llevó para hacer las suturas y el procedimiento necesario para un miembro amputado. Todo esto era observado a lo lejos por dos chicos, ambos sintieron un enorme alivio al mirar llegar al menor, pero ninguno lo demostró.
–¿Crees que esté herido?–preguntó el rubio.
–Lo importante es que está vivo, Sabo, ahora, será mejor volver donde Dadan, en cualquier momento podría llegar el viejo–después de decir eso, ambos se largaron, encaminándose a la casa de su cuidadora.

–Lo importante es que está vivo, Sabo, ahora, será mejor volver donde Dadan, en cualquier momento podría llegar el viejo–después de decir eso, ambos se largaron, encaminándose a la casa de su cuidadora

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Llegó la noche y el niño se dirigió corriendo a donde los piratas, los cuales estaban en el comedor, terminando de cenar, pero apenas entrar, casi todos se callaron.
–¿Qué sucede?–cuestionó, confundido.
–Anchor, ¿recuerdas que te comenté que nos tendríamos que ir por un tiempo?–preguntó el pelirrojo, quien a pesar de las insistencias de sus médicos de que se quedara descansando, este hizo caso omiso.
–Oh, sí, por lo de la fruta, ¿no?
–Desde mañana, estaremos fuera por una semana, pero volveremos, Makino accedió a cuidarte hasta que nosotros regresemos–el contrario no pareció gustarle, pero solo apretó los labios mirando al contrario, específicamente mirando los vendajes que poseía.
–P-Papá...lo s-siento–se disculpó sollozando, sus ojos rápidamente comenzaron a lagrimear.
–Oye, oye, tranquilo, no pasa nada, estoy bien, ¿qué tan débil crees que es tu padre para que te preocupes tanto?–habló el mayor, cargándolo con su brazo derecho y su pequeño inmediatamente se aferró a él.
–Tú n-no eres débil, yo l-lo soy, no de-debí meterme con e-ellos.
–No es cierto, fuiste muy valiente, mucho más que cualquier otro de esta tripulación.
–¿Más q-que Benn?–preguntó, sacando unas risitas en todos y una sonrisa de labios en el nombrado.
–Sí, más valiente que Benn–el menor de calmo un poco, pero no dejó de lagrimear–Será mejor que vayas a dormir, mañana será un día largo.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora