Nueva isla

779 103 5
                                    

Eran las cinco y media cuando por fin el menor vislumbró la isla a lo lejos, en el momento que tiraron ancla en una de las orillas, el niño quería salir inmediatamente a explorar, pero se detuvo al recordar las palabras del capitán.
Algo decepcionado se dirigió al cuarto de Shanks y al entrar, lo vio dormir plácidamente, antes de acostarse él mismo, se sentó en el escritorio y tomó un libro que el pelirrojo hace unos días le había pedido prestado a Building. Antes de abrirlo, miró detalladamente la portada con la tenue luz de luna que salía de la puerta abierta, eran dos palabras, balbuceó en su mente que era lo que decían, pero no lograba descifrarlo.
–¿Anchor?–oyó decir atrás suyo y al voltear, se percató que era el capitán.
–Lo siento por despertare.
–No te preocupes, ¿que estás haciendo?
–Nada, solo ojeaba algunas páginas.
–Oh, ¿cual de los tomos es?–pregunto, levantándose y acercándose al contrario.
–Ah...es el...–quiso volver a intentar leer el titulo, pero nuevamente, solo veía símbolos incoherentes.

Shanks miró la confusión y pánico que comenzaban a notarse cada ves más en el niño, mientras mantenía sus ojos temblorosos en el título. Fue allí cuando le vino una idea bastante obvia a la cabeza.
–No sabes leer–murmuró casi en un susurro para él mismo, tomando por sorpresa al azabache.
–Si sé hacerlo–pronunció con cierto enojo–Es solo que...hay varias palabras que me complican.
–¿Como cuales?
–Muchas–respondió algo avergonzado–Solo he podido aprender lo básico.

El pelirrojo notó la humillación que sentía el pequeño y sin pensarlo mucho, tomó el libro, dejándolo en su lugar, para luego cargarlo en brazos y llevarlo a la cama.
–Debí de imaginármelo, lo extraño sería que un niño de tu edad supiera hacerlo–explicó, sintiendo como el cuerpo del contrario se tranquilizaba.
–Perdón–murmuró, aún preocupado por la opinión de Shanks.
–¿Por que?–inquirió desconcertado, mientras acostaba y arropaba al menor, quien no oponía resistencia.
–Por ser un inútil...
–No eres un inútil, eres un pequeño al cual le han hecho mucho daño y que a pesar de todo, sigue teniendo muchas cualidades.
–¿Como cuales?–cuestionó con desconfianza de con que tanta autenticidad hablaba el pelirrojo.
–Tu intrepidez, resistencia, carácter, fuerza y por supuesto que tu determinación, tienes tus objetivos claros, aunque sean pequeñas cosas–hablo sin titubear, sorprendiendo un poco al contrario, era cierto que el tiempo que habían pasado juntos no era mucho, pero el Figarland notaba el gran potencial que tenía–Ahora duerme, debes de estar agotado.

El mayor se le acercó con la intención de darle un beso en la frente, pero el niño se volteó rápidamente antes de que pudiera tocarlo, el contrario entendió y volvió a acostarse en su cama para aprovechar las horas de sueño que le quedaban.

Anchor abrió de apoco sus ojos cuando sintió la luz del día iluminar por la puerta entreabierta, miro a su alrededor, notando el cuarto vacío, se levantó y se dirigió de forma rápida a la cocina, aliviado de ver al pelirrojo, el cual tomaba desayu...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anchor abrió de apoco sus ojos cuando sintió la luz del día iluminar por la puerta entreabierta, miro a su alrededor, notando el cuarto vacío, se levantó y se dirigió de forma rápida a la cocina, aliviado de ver al pelirrojo, el cual tomaba desayuno mientras hablaba con Benn y Lucky. Estos al notar su presencia, le sonrieron con alegría y le invitaron a tomar asiento en tanto el cocinero se levantaba para ir a prepararle algo.
–¿Como pasaste la noche?–pregunto el vice-capitán con interés.
–La verdad es que bastante bien, aprendí varias cosas y como ya estoy acostumbrado a trasnocharme, no se me hizo tan pesado como pensé–les explicó, manteniendo una pequeña sonrisa en su rostro.
–Building nos dijo que aprendiste a dirigir el barco–comentó el de sombrero, feliz de ver al pequeño calmado, sin estar a la defensiva como habitualmente era.
–Si, también a izar las velas y amarrarlas.
–Parece que te entretuviste–dijo el de cabello rojo.
–Lo mejor es que fui el primero en ver la isla, aunque luego tuve que ir a dormir–agregó el pequeño con emoción.
–Hablando de la isla, después de desayunar ¿te gustaría ir a explorarla?–sugirió el capitán, idea el cual el contrario aceptó gustoso.

Lucky le sirvió plátanos cortados en rodajas bañadas en chocolate, a un lado un pequeño plato hondo con yogurt de frutas y algo de cereal, sumándole un vaso de leche entera.
–¿Siguen con lo de Hongo?

Pregunto Anchor, pues el médico ya hace un tiempo le había formado una dieta para curar su desnutrición y estaba muy agradecido por eso, pues la comida que le preparaba el de verde siempre era deliciosa, pero no podía evitar sentir que aquello era una molestia innecesaria para los demás.
–Sí y vamos a seguir hasta que estés en un peso ideal para un niño de tu edad–recalcó Benn.
–Pues yo ya me siento bien, puedo comer lo mismo que ustedes.
–Aún se te siguen marcando mucho las costillas y estás muy liviano–insistió el cocinero y ante eso, no protesto.

Al terminar de comer, inmediatamente se levantó y arrastró a Shanks con él a cubierta, con obvias ganas de querer ir a la isla, la cual recién al salir, pudo verla con claridad, siendo que antes solo la divisó entre la oscuridad de la noche

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al terminar de comer, inmediatamente se levantó y arrastró a Shanks con él a cubierta, con obvias ganas de querer ir a la isla, la cual recién al salir, pudo verla con claridad, siendo que antes solo la divisó entre la oscuridad de la noche. Habían atracado al costado de un gran bosque cuyos árboles eran los más grandes que había visto en su vida, pero aparte de la extensa selva, no divisaba nada más. El de sombrero lo ayudó a bajar del Red Force y los dos se encaminaron, adentrándose por la fiera amazonas que se les plantaba delante.
Anchor caminaba detrás del mayor, procurando aún estar bastante cerca de él, aquella jungla le causaba una gran inquietud, pero al mismo tiempo se encontraba maravillado por la hermosa y salvaje fauna que los rodeaba.
–¿Habías estado en algún lugar así?–pregunto el azabache intrigado.
–Si, pero con diferencias, recuerda que ninguna isla es igual a la anterior, cada una tiene su propio encanto.

A medida que se adentraban en el bosque, los árboles cada ves se volvían más inmensos, a tal punto de sumergirlos en una gran sombra, el niño escuchaba a los animales de la zona escabullirse entre esta, manteniéndolo más que alerta, aunque veía al pelirrojo muy tranquilo.
–¿Como vas?–consulto el de sombrero, sabiendo que al menor le costaba un poco seguirle el paso.
–Bien, solo algo cansado–el capitán detuvo su paso y a su ves también el pequeño.
–Mejor descansemos unos momentos.

Sugirió en tanto se sentaba en una de las tantas raíces que sobresalían de la tierra, el azabache se colocó a su lado, volteando su cabeza hacia arriba para divisar nuevamente los rayos de luz que salían por esa densa capa de hojas. De repente, una brisa intensa y helada recorrió gran parte del bosque causando que todas las hojas y arbustos se estremecieron.
–¿Eso que fue?–pregunto el niño desconcertado, siendo que hace pocos minutos atrás la temperatura era totalmente normal, en cambio ahora, que se había tornado de un frío álgido.
–Lo más probable es que se avecine una tormenta, los cambios abruptos de clima y temperatura son muy comunes–le explicó de forma calmada, aunque se notaba algo preocupado por no tener certeza de que tan fuerte sería la lluvia.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora