Chantaje

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–¿Por qué quieren que les responda a eso?–replicó el pequeño, desconcertado.
–Solo hazlo–reprocharon los dos al mismo tiempo.
–Shanks, el capitán, me adoptó, no hay mucho misterio en eso.
–¿Hace ya cuando?–inquirió el de azul.
–Dos años, ya sé todo lo que significa ser un pirata–alardeó con una pequeña sonrisa.

Los dos chicos parecieron satisfechos con su respuesta y le arrojaron una de las bolsas con el tesoro a un lado de él.
–Ven mañana a esta misma hora en este mismo árbol y tal ves te demos la otra parte del tesoro–habló uno de ellos, tomando la tubería que traía consigo y golpeando el tronco para que quedara con una marca en la madera y al igual que la anterior vez, se fueron con una rapidez impresionante.

El azabache quedó bastante desconcertado, pero aún así recogió la bolsa del suelo y fue corriendo hasta el Red Force, dejando el tesoro en su lugar. Pasó toda la noche de ese día preguntándose si ir o quedarse junto a los piratas, pero deseaba con ansias recuperar la parte faltante del dinero de su padre, así que cuando llegó la hora, se dispuso a salir del barco, pero el pelirrojo lo detuvo.
–Anchor, ¿a donde vas?
–Ah...solo daré una vuelta, supongo que regresaré algo tarde así que no me esperes.
–¿Llevas abrigo?, en las tardes se pone algo frío y recuerda comer algo, no quiero verte flaco otra ves, espera, mejor te iré a preparar algo–luego de decir eso se dirigió a la cocina y minutos después salió con dos colaciones, las cuales se las entregó al menor.
–Gracias.
–Cuídate, procura no llegar muy tarde y no te alejes mucho del pueblo, ¿está bien?–se agachó a su altura y beso su frente, dedicándole una sonrisa, el pequeño lo miró unos segundos y luego lo abrazó.
–Te amo, papá–el adulto estaba algo desconcertado, pero igual correspondió.
–Yo igual.

Se separaron y el azabache comenzó a correr por el pueblo, hasta adentrarse en el bosque y al llegar se detuvo en el árbol con la marca que dejaron aquellos chicos, de repente, una pequeña piedra callo sobre su cabeza.
–Llegas tarde–escucho una voz provenir desde arriba.
–Ya me canse de todo este puto misterio, si no me dejan verlos, me largo–recriminó, pues se cansaba de preguntarse quiénes eran.
–Vaya, el niño sabe decir malas palabras, ¿deberíamos asustarnos?–se burló el mismo chico que suponía le tiro la piedra, el que vestía de naranjo ayer.
–Les prometo que no les dire nada a mis Nakamas sobre qué ustedes robaron su tesoro, pero si vamos hablar, entonces será con los tres aquí abajo.

Los dos chicos guardaron silencio por unos segundos, luego oyó como las hojas de los árboles se movían y pocos segundos después ambos bajaron de un salto. El menor los observó, uno de ellos tenía el cabello negro, varias pecas en la cara y una expresión de molestia, en cambio el otro, el cual era rubio, vestía un traje elegante, pero gastado y tenía un rostro amable, pero una expresión seria, ambos tenían una tubería algo oxidada en mano.
Sonrió levemente al verlos por primera vez, le fascinaba conocer gente nueva y en especial cuando tenían su edad o una cercana.
–Nos llegas a delatar y estas muerto, ¿oíste?–advirtió el de sombrero en copa.
–Ahora díganme que tengo que hacer.
–Te lo daremos a cambio de algo–explicó el pecoso.
–¿Qué cosa?
–Un Log Pose y un mapa del Grand Line, son difíciles de encontrar en este mar y estoy seguro de que en tu barco hay, ¿no es así?
–Están locos, no les robare a mis Nakamas.
–Entonces no te devolveremos esto–advirtió el rubio, dejando la mochila que llevaba en su espalda, la cual golpeó contra el piso, era obvio de que se trataba del oro.
–Ya me harte, iré a decirles y estoy seguro de que ellos se harán cargo de ustedes–les amenazó, dándose la vuelta, cansado del juego de los mayores.
–Vaya, que patético–mención el azabache mayor, cáusanos que el contrario se detenga y lo mirará–No eres capaz de hacer ni una sola cosa sin ellos, me sorprende que no te hayan abandonado aún.

Luego de que dijera eso, el pequeño frunció el ceño y se abalanzó hacia él, decidido a golpearlo, pero el de naranjo fue mucho más rápido y solo bastó con un golpe de su tubería para dejarlo en el suelo, intentó levantarse, pero el chico pisó su cuello con fuerza.
–¿Qué?, ¿te ofendiste, mocoso?
–¡Callate!, ¡solo c-callate!–gritó con enojo, haciendo un gran esfuerzo para que su voz no se rompiera.
–¿O si no que?, ¿irás a llorarle a tu papi?, ¿les dirás a todos que no pueden ni siquiera defenderte de dos simples niños?–siguió provocándolo, presionando aún más su pie mientras el de azul miraba sin decir o hacer nada.
–¡Está bien!, haré lo que quieran...s-solo no se los digan–rogó, aguantando los sollozos que amenazaban con salir de su garganta.

El pecoso se quitó de encima y el menor se sentó en el pasto, frotando sus ojos para evitar derramar lágrimas.
–Hoy en la noche ven, a las 12 en punto–habló el rubio con un tono frío y luego ambos se marcharon, dejando al pequeño completamente solo.

Al llegar la noche, Anchor se levantó de su cama cuando escuchó los ronquidos de su padre, se preparó para salir y finalmente llegó al punto de encuentro con mucha dificultad, pues estaba totalmente oscuro, al darse cuenta que los otros dos aún no...

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Al llegar la noche, Anchor se levantó de su cama cuando escuchó los ronquidos de su padre, se preparó para salir y finalmente llegó al punto de encuentro con mucha dificultad, pues estaba totalmente oscuro, al darse cuenta que los otros dos aún no llegaban, se sentó a los pies de uno de los árboles y abrazó sus rodillas. Luego de unos 15 minutos los vio llegar, el de sombrero traía un faro un una vela dentro para alumbrarse.
–¿Trajiste lo que te pedimos?–preguntó el más alto, a lo que el contrato hurgó en su bolso para luego sacar un Log Pose y un mapa del Grand Line.
–Ahora denme mi parte–el de azul le entrego el saco con el tesoro al mismo tiempo que le arrebataba los artilugios de navegación.
–Bien, larguémonos–ordenó el pecoso a su amigo, pero de repente, los estómagos de ambos chicos rugieron.
–Idiota, te dije que teníamos que ir a cazar antes de que anocheciera–reprochó el rubio, generando una pequeña discusión entre ambos.

El azabache menor solo los observaba en su pequeña discusión, hasta que ya cansado, buscó en su bolso las dos colaciones que su padre le hizo en la tarde y solo se las dejó en manos del de traje, para luego comenzar a marcharse. Aquel acto detuvo la pelea entre ambos, quienes ahora lo miraban irse.
–Oye–llamó el de tez más clara.
–¿Qué?–respondió sin dejar de caminar y tampoco voltearlo a ver.
–¿Sabes como llegar a la villa a oscuras?–la pregunta pudo detener el paso del pequeño.
–Estaré bien, ahora lárguense–el de sombrero fue hasta donde él con el faro.
–Te llevamos.
–¿Qué?, claro que no, volvamos a casa y dejémoslo a su suerte–reprochó el de pecas con un claro disgusto hacia la idea.
–Se va a perder y no quiero lidiar con una tripulación pirata entera buscándolo en nuestro bosque–explicó el de azul, lo que pareció convencer a su amigo, pues ahora los dos empezaron a caminar para guiar al niño.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora