Capítulo 2 - ¿Estamos en Francia?

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Alana

-¿Puedes preocuparte por tu hija aunque sea una vez en tu vida? Por Dios Fernando, al que van a meter en un quirófano esta tarde no es a ti, si no a Ali, haznos un favor a todos y deja de ser tan egoísta joder.

La luz blanca del hospital me hace parpadear. Mis oídos captan murmullos familiares y poco a poco la discusión entre mi padre y mi madre se hace más clara.

Sus voces están cargadas de preocupación y tensión.

Debo de haberme dormido.

-Ha tirado toda su carrera por la borda, ¿sabes todo lo que he hecho por ella Maite? Para que llegue a donde está, para que sea quién es hoy en día y que por su jodida estupidez tropiece rompiéndose el puto fémur. Nos hemos dejado todo en ella.

-¿Y qué culpa tuvo ella de caer? - la voz de mi madre llega cargada de rabia.

Agárrate que somos el motivo de la discusión.

Simplemente con escuchar las palabras de mi padre se me va formando un nudo en el estómago y de repente tengo ganas de vomitar.

-Hola cariño, por fin despiertas, ¿cómo te encuentras?- tardo un rato en reaccionar y darme cuenta de que mi madre me está hablando a mí -. Sentimos no haber venido antes, todo ocurrió muy rápido, lo vimos por la tele y compramos los primeros vuelos que vimos.

-¿Vuelos?- no estoy entendiendo nada.

-Si, vuelos, nos has hecho venir hasta Francia o ¿dónde piensas que se juega un Roland Garros?

Para ser sinceras, tiene todo el sentido que estemos en Francia.

-Fernando ya basta.

El tono con el que se dirige a mí y como me está mirando me hace sentir un profundo dolor en el pecho. Está enfadado y decepcionado.

-Lo siento - respondo con voz temblorosa.

Mi padre dirige su mirada hacia mi.

-Ese partido era tuyo y mírate. Todo lo que he hecho por ti hija, para llevarte a lo más alto y así me lo agradeces, debería de darte vergüenza. No voy a permitir que todos mis esfuerzos hayan sido en vano, y no te lo mereces pero voy a conseguirte la mejor rehabilitación posible y vas a volver a la pista, me importa una mierda lo que digan los médicos - el sabor amargo de la decepción se adueña de mi paladar-. Y mírame cuando te hablo.

Hago un esfuerzo sobre humano para conectar mi mirada con la de mi padre.

Es un hombre que intimida. Casi dos metros de estatura, envergadura fuerte y una mirada capaz de congelar el infierno.

-¿De verdad piensas que esta situación te afecta más a ti que a mí? ¿Piensas qué esto está siendo fácil? Yo no te he hecho venir hasta Francia, si has venido es porque has querido y a mí tampoco me hace ilusión tener el hueso dividido en tres, ¿te he decepcionado papá? Pues genial, más decepcionada estoy yo - voy alzando el tono de voz mientras me empiezan a escocer los ojo notando como las lágrimas luchan por salir -. Pero no voy a permitir que me hables así y mucho menos que insinúes que esto ha sido culpa mía.

-¿Y de quién va a ser si no? Siento decírtelo pero no te estás muriendo de dolor porque te han drogado y ahora estás enganchada a un puto gotero, verte da pena, casi parece mentira que seas la misma Alana Díaz de la que todo el mundo habla, esa chica de veintiún años que ha llegado a lo más alto. Vas a bajar igual de rápido que subiste y como siempre estaré yo ahí para arreglar tu desastre sin recibir a cambio un mísero agradecimiento.

Es que eso no era cierto, yo no era una desagradecida y todo lo que hacía era por y para él, su pobre hija nunca entraba en sus ecuaciones, solo era un medio para conseguir lo que quería.

-Ya vale Fernando estoy harta, ves porque nos separamos, ¿te das cuenta de la persona que eres? Van a intervenir a tu hija en unas horas y como no cambies de actitud yo misma te compro el billete de vuelta a Madrid esta misma noche. Ahora sal de la habitación - responde mi madre rompiendo su silencio, nunca la había visto tan furiosa.

Mi padre sale de la habitación pegando un portazo que me hace estremecerme, con miedo de que haya podido romper el cristal de la puerta. Mi madre se acerca hacia mí y sujeta con delicadeza mi mano entre las suyas. Sin darme cuenta había empezado a llorar.

-Lo siento muchísimo Alana, siento no haber estado, siento no haberte consolado y siento no haber podido evitar que tu padre se pusiera así pero ya sabes cómo es. Eres fuerte mi amor, antes de que te des cuenta estás de nuevo en la pista y no nos debes nada, si has llegado a donde estás es porque eres una jugadora increíble, trabajadora, te lo has ganado, no has soltado la raqueta desde los cuatro años y no lo harás por tener el hueso fracturado - dice con demasiado positivismo. Ambas nos reímos entre lágrimas -. Si alguien puede conseguirlo eres tú mi vida.

Junta su frente con la mía, volviéndolo un momento íntimo y bonito. Mamá siempre está, pase lo que pase.

Me entra el miedo de que Noah no esté aquí conmigo, de no haberle visto aún y el pensamiento de que se podría haber marchado a Madrid no me gusta, lo necesito aquí conmigo.

-Mamá, ¿Noah está? ¿Sigue aquí?

-Si hay alguien en este mundo que jamás te dejaría sola, a parte de tu madre, evidentemente, es él - escuchar esas palabras me tranquilizan.

Hablando del rey de roma por la puerta asoma.

-BUENAS BUEEEEEEEEEEEENAS, ¿cómo se encuentra hoy mi coja favorita?

Con este personaje es imposible estar un poco deprimida.

Hace que me ría instantáneamente, así es él, llena todos los lugares a los que entra sin necesidad de abrir la boca. Mi madre se levanta ilusionada a darle dos besos antes de agacharse y darme un abrazo cuidando de no tocarme la pierna.

-A ver, mi lisiada favorita, van a venir a prepararte para quirófano, espero que esa cabecita ya lo haya asimilado porque de hecho están en la puerta. Solo van a meterte en la pierna tornillos, placas, alambres... ya sabes, toda la paranoia para fijar la estructura del hueso, pero sin preocupaciones eeeeeh - dice mientras van entrando varios médicos a la sala.

No dejo ver lo asustada que estoy en realidad.

-Nunca vienes acompañado de buenas noticias.

-Eso me hace ser quien soy Ali - que siga manteniendo su humor de siempre es una ayuda muy grande.

-Bonjour, es-tu prêt?

¿Tú has entendido algo? Porque yo no.

-Este es el cirujano Gustavo, ya sabes, el que te va a abrir la pierna, te acaba de preguntar si estás lista, pero tú siempre lo estás -  sin dejarme hablar empiezan a mover la camilla hacia la sala.

El olor a desinfectante impregna el aire. Ya no está Noah ni mi madre sujetándome la mano y ahora sí que el miedo se apodera de mí. Mi cabeza da vueltas pensando a mil por hora mientras los médicos se ponen los guantes y las protecciones.

-Hola Alana, me llamo Lily, vamos a ponerte la anestesia, ¿vale? La epidural concretamente que te duerme de cintura para abajo, duele un poco, tú solo dame la mano y cuenta conmigo hacia atrás. Te aseguro que todo saldrá bien - yo asiento con la cabeza como si estuviera preparada cuando realmente el terror me carcome.

-Cuenta conmigo, diez, nueve, ocho...

-...siete, seis, cinco, cuatro, tres...- me voy notando más cansada hasta que una sensación extraña me embriaga, el hecho de no sentir nada de cintura para abajo asusta y yo no paro de rezar para que todo saga bien.

Contamos con medio año. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora