-Llegué ayer al reino de Liones con mi doncella -dijo Ginebra, mientras se cambiaba de ropa en el baño. Lancelot, sentado en el sofá de la sala, esperaba con una expresión aburrida-. Ella acaba de salir.
-No me siento cómodo en este sofá -se recostó mirando el techo, pensando cuánto tiempo debía seguir esperando.
Con Helaine no era así; ella se ponía la ropa que encontraba y aún así se veía bonita.
-¿No has pensado en nada pervertido? Después de todo, estamos solos en la posada ahora mismo.
-¿Quién está pensando en eso? -le reprochó-. ¿Por qué tienes que cambiarte todo el tiempo?
-Siento la espera -dijo ella, deteniéndose frente al sofá. Lancelot la miró de reojo, arqueando una ceja-. ¿Sorprendido? Está bien, ¿puedes decirme linda?
-¿Acaso no se reserva eso para momentos especiales?
-Justamente por eso, hoy es un gran día.
-Siéntate y habla. ¿De dónde vienes?
-De Camellard, un país pequeño no muy lejos de Camelot -Ginebra relató su historia y la razón por la cual se hallaba en aquel reino, pues su poder de oráculo era un asunto que debía permanecer en secreto.
Pronto mencionó las nueve magias y la razón por la cual conocía tanto acerca de Lancelot y sus amigos, aunque su poder solo le revelaba lo que sucedería a su alrededor, pero relacionado con ella.
-Dijiste que solo puedes ver cosas que suceden cerca de ti, entonces, ¿cómo supiste de Gawain, del hábito de mi padre y de Helaine?
-Ya te lo he dicho antes, seré tu amada; por eso lo sé, porque tú me lo dijiste.
-Eso... -Lancelot se inquietó ante sus palabras- No estoy seguro de eso. No puedes venir y decirme eso sin más -giró su rostro hacia la ventana, incapaz de mirar a la niña- Además, no podría corresponderte de esa manera.
-Mi visión del futuro es absoluta -dijo ella, tomando su taza de té- Nunca se equivoca. Aunque... -dejó la taza sobre la mesita- Cuando esa chica está cerca, no puedo ver el futuro con claridad.
-¿A quién te refieres?
-A Helaine. Es como si tuviera un campo de protección a su alrededor -ella se mostró frustrada; de alguna manera, Lancelot sintió que no le estaba diciendo toda la verdad- Simplemente no puedo usar este poder mientras ella está cerca o ver lo que sucede a su alrededor -apretó los puños.
Ginebra siempre quería saber cosas de Helaine a través de Lancelot, pero no encontraba nada que resolviera sus dudas. ¿Por eso no podía ver la visión de Lancelot a los 23 años, como caballero al servicio del rey? ¿Lancelot se iría de su lado para siempre? Poco a poco, el futuro estaba cambiando; ella misma lo había alterado al ir a ver a Lancelot, en vez de esperar a encontrarse en el lugar destinado. Sin embargo, Lancelot permanecía cerca de Helaine y por eso su visión era confusa, aunque nunca hubo nada entre ellos. Ginebra se sentía celosa y sabía que Lancelot pelearía con su mejor amigo por el amor de Helaine. Su querido caballero, a quien había llegado a atesorar, y a la vez sospechaba de sus sentimientos hacia la pelirrosa.
-Oye, ¿estás bien? -dijo Lancelot, tocando su hombro para llamar su atención.
Ella lo miró con ojos llorosos. Helaine y él se buscaban y se encontraban en secreto.
-Supongo que debo aceptar lo que quieras darme, Lancelot -ella sonrió.
Una vaga visión apareció de repente. Una niña rubia era tomada de la mano por una mujer de cabello oscuro. Ginebra se sorprendió, pues era la primera vez que tenía una visión estando despierta. Lancelot no comprendía lo que le ocurría, y pronto salieron a tomar un poco de aire. La niña de cabello oscuro pidió a Lancelot que volviera a verla, y él aseguró que así sería.
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Everywhere I Go |Lancelot o Percival
RomanceEn una reunión inesperada, cuatro jóvenes se unen como el cuarteto del destino, predicho para derrocar a Camelot. Entre ellos se encuentra Helaine, hija del rey de Liones, y Lancelot, un misterioso joven que despierta el interés amoroso de Helaine...