08. Más que Fuerza, Orgullo

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Para él, no solo se trataba de volverse más fuerte, sino de demostrarle que no era débil, que la cicatriz que ella le había dejado en la frente era solo un recordatorio de su deseo de superarla. Incluso se cortó el cabello y bebió de la botella de su padre.

—Oye, ¿acaso te quieres parecer al capitán? —Ban le había quitado la botella de forma despreocupado.

Ban y Jericho no podían evitar reírse al escuchar sus quejas. Cada vez que Lancelot regresaba del entrenamiento, se desahogaba con su padre, lleno de frustración.

—Esa mocosa... ¡No voy a dejar que vuelva a ganarme! —exclamaba.

Jericho veía claramente la rivalidad de Lancelot con Helaine. Cada vez que Lancelot mencionaba a la "mocosa del capitán", Ban lo miraba de reojo, ocultando una sonrisa maliciosa.

—Te has metido en algo grande, chico —decía Ban dándole un golpe amistoso en la cabeza—. Esa niña te está volviendo loco, ¿verdad?

Lancelot se ruborizaba, molesto por la insinuación.

—¡No es eso! ¡Ella me vio como si yo fuera un inútil! No voy a dejar que me mire así otra vez —protestaba, apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvían blancos.

Ban arqueaba una ceja, sonriente.

—¿Estás seguro de eso? —preguntaba, fingiendo no entender.

—¡Claro que lo sé! —respondía, con los ojos llenos de enojo—. Vi cómo me miró después de la pelea... Estaba triste. ¡Ella estaba triste! Como si yo no pudiera protegerme.

Ban suspiraba, apoyando la barbilla en su mano mientras observaba a su hijo, que estaba a punto de explotar.

—Y te enojaste porque pensaste que te tenía lástima, ¿no? —añadió Jericho, que había estado en silencio hasta ese momento.

Lancelot se quedó en silencio, incapaz de negarlo. Recordaba claramente la mirada de Helaine, la tristeza en sus ojos después de la pelea, y esa imagen lo atormentaba más que la herida en su frente.

—Ella solo... no quería herirme más —dijo Lancelot, con la voz entrecortada—. Pero no necesitaba su compasión. ¡Podía haberlo manejado! No soy tan débil como ella piensa.

—Estás tan centrado en esa cicatriz que no ves lo importante —respondió Ban, burlón pero amable—. Ella no te dejó esa marca porque quería. Si te hubiera visto así, no se habría preocupado por hacerte daño.

—Exacto —añadió Jericho, con una mezcla de compasión y diversión—. Si crees que Helaine te miró con tristeza, puede que no fuera por debilidad... sino porque no quería lastimarte.

Lancelot se quedó en silencio, procesando las palabras. Su ceño seguía fruncido, pero algo en su expresión empezó a suavizarse, aunque no lo aceptara completamente.

—Eso no cambia nada —dijo, cruzando los brazos—. La próxima vez, ella no tendrá motivos para sentirse triste.

Ban soltó una carcajada, dándole una palmada en la espalda.

—¡Así se habla, chico! —exclamó con entusiasmo—. Pero quizás deberías preguntarte por qué te molesta tanto la idea de que ella estuviera triste.

Lancelot abrió la boca para replicar, pero no encontró las palabras.

En un día lluvioso, Lancelot y Jericho habían sido secuestrados y llevados a una dimensión desconocida. Nadie sabía su paradero, y al regresar a casa, mantuvieron en secreto lo que les había ocurrido durante esos tres años. El rubio había aprendido a transformarse en hada y escuchó rumores de que estaban capturando a hadas y gigantes. Decidido a investigar, Lancelot ideó un plan.

Everywhere I Go |Lancelot o Percival Donde viven las historias. Descúbrelo ahora