03. Los Secretos de la Sangre 🦊

54 8 0
                                    

Días después, mientras Tristán se preparaba para ir a ver a Evaine y los demás pecados capitales, confió en Varghese, explicándole la situación de Leonor.

—Eso es lo que sucede —dijo Tristán sentado en una silla en la habitación de Varghese.

Varghese asintió pensativo.

—Puedo ayudarla. Llevo una medicina que Arthur me dio cuando me lastimé —dijo, sacando un frasco de color púrpura entre sus cosas—. Con tres gotas en un vaso de agua, es probable que se recupere.

Meliodas apareció en el umbral de la puerta, escuchando.

—¿En serio puede hacer eso? —preguntó con escepticismo, pero también con una pizca de esperanza.

Varghese suspiró.

—No estoy seguro, pero podemos intentarlo.

Meliodas asintió, dándose cuenta de que no había mostrado gratitud hacia Varghese, algo que incluso Leonor había notado. Aun con sus dudas, la esperanza se renovó en su corazón, dispuesto a hacer lo necesario para salvar a Leonor.

Esa noche, Leonor finalmente se sintió mejor, y todos pudieron relajarse un poco.

Mientras tanto, en Benwick, Ban abrazaba con ternura a su amada, acariciándole el vientre mientras ella dormía en paz. En su mente surgió el recuerdo del zorro de nueve colas, aquel poder devastador liberado hacía más de 12 años. Sabía que esos días oscuros volverían, pues Evaine estaba por iniciar su labor y la bestia aprovecharía la fragilidad del sello.

Sasuke, alguna vez amigo cercano de Sakura hace más de seis mil años, había sido quien advirtió a Ban sobre la criatura. Sasuke explicó que solo Sakura podía controlar al demonio, siendo la creadora del sello. Pero ahora estaba Leonor, quien no recordaba esa vida pasada. La frustración lo consumía; el riesgo de perder a su familia lo impulsaba a actuar antes de que fuera demasiado tarde.

Los Pecados Capitales y Tristán se habían reunido para ultimar los detalles del plan. Diane había decidido no participar, y todos comprendían sus motivos. Mientras discutían, Evaine aprovechó un momento de distracción para escabullirse. Nunca le gustó estar encerrada, y siempre encontraba la manera de escapar, aunque Ban no tardara en encontrarla. Caminó hacia el lago y, al llegar, comenzó a hacer poses graciosas frente a su reflejo. Unas hadas que la reconocieron la saludaron, y desde la distancia, los Pecados y Tristán la observaban. Meliodas posó una mano en el hombro de su amigo Ban.

En ese instante, Sasuke llegó acompañado de cinco amigos, antiguos guerreros de gran renombre, que habían sido llamados para ofrecer su ayuda. Uno de ellos incluso era un hada. Al verlos, Evaine les hizo un saludo alegre desde el lago antes de continuar su paseo, seguida de algunas hadas curiosas.

—Nos reuniremos en el lugar acordado en tres días —anunció Meliodas con determinación.

Cada uno regresó a sus hogares al caer la noche. En la sala, Ban permanecía pensativo mientras Evaine regresaba de su caminata. Al entrar, ella le mostró una oruga que tenía en sus manos, provocando una sonrisa en él.

—¿Por qué estás tan pensativo? —preguntó, mientras soltaba a la oruga en el borde de la ventana.

—Pensaba en un nombre para el bebé.

—¿Un nombre? ¿Eso también debemos darle?

—Así es, eso hacen los padres —dijo Ban, sonriendo.

—Los humanos son raros —susurró Evaine, divertida.

Ban soltó una risa y de repente se le iluminó el rostro.

Everywhere I Go |Lancelot o Percival Donde viven las historias. Descúbrelo ahora