25. La batalla del Albión

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Helaine y Zeldriz estaban sentados en la terraza del castillo, con las piernas cruzadas, disfrutando de la vista del vasto mundo demoníaco.

-¿Sabes lo que ha pasado con tu hermano? -preguntó Zeldriz.

-¿Te refieres al zorro de nueve colas que está sellado en él? Sí, mi papá me contó la historia, aunque creí que era solo eso, una historia. Pero resulta que era verdad. Confío en que mi hermano podrá controlarlo.

-Ya veo... Mi hermano nunca fue muy bueno guardando secretos. Pero tienes que entender en lo que te has metido. El zorro de nueve colas fue creado por las deidades para castigar a los humanos, pero tenía su propia voluntad y quería iniciar una rebelión.

-Pero las deidades lo impidieron y los nueve pecados capitales lo sellaron para que no causara más problemas -sonrió al ver la sorpresa en la cara de su tío-. Si te preocupa que no entienda a mi hermano, te equivocas. Tristán y yo siempre hemos sido muy cercanos. Nunca lo dejaría solo, aunque tenga una bestia sellada dentro de él.

-Me hubiera gustado pensar así hace muchos años.

-¿Por qué?

-Porque quizá no me hubiera alejado de mi hermano.

Helaine ladeó la cabeza, sin entender del todo lo que Zeldriz quería decir.

-Papá me contó que a veces peleaban. Supongo que es lo normal entre hermanos. Aunque no siempre es así con Tristán y conmigo -desvió la mirada, sonriendo con nostalgia.

Conmovido por la determinación de Helaine, Zeldriz sonrió.

-Es bueno escuchar eso, Helaine. No debes temerle a Tristán por su poder. El poder no es malo en sí mismo; lo importante es cómo se usa. Si confías en tu hermano, él también confiará en sí mismo. El miedo solo alimenta la duda. Mantén tu corazón abierto y apóyalo.

-Eso haré.

-Hablando de tu entrenamiento... -mencionó su tío. Helaine se encogió de hombros.

Sabía que lo había llamado por eso.

-Lo sé, debo esforzarme más.

-Déjame hablar -Zeldriz se levantó-. Eres buena con la espada, pero aún tienes que mejorar. Tengo tiempo para enseñarte algunos trucos.

-¡De verdad! ¡Eso sería genial! -exclamó ella, poniéndose de pie con entusiasmo, apretando los puños frente a su pecho.

-Entonces, no perdamos tiempo.

Zeldriz sonrió de lado, sintiendo una especie de déjà vu. Pero cuando empezaron a entrenar, su actitud cambió. Helaine tomaba el entrenamiento muy en serio, sin contenerse en sus ataques, sabiendo que la fuerza de su tío la superaba y que no lo lastimaría fácilmente.

Pasaron los días, y los jóvenes se dedicaron con empeño a sus entrenamientos. Finalmente, llegó el día en que debían partir en busca de la puerta que los llevaría a Camelot. Gelda y Zeldriz se despidieron de Percival, diciéndole que era casi como un hijo para ellos, y que todos los demonios confiaban en que él los salvaría una vez más.

-¡Oh, esperen un momento! -exclamó Helaine, volviendo a donde estaba su tío-. Toma -dijo, mientras Zeldriz extendía su mano y ella le colocaba algo en ella-. (Esto es por haberme ayudado a entrenar, gracias, tío) -dijo en lengua demoníaca con una sonrisa, sorprendiendo a Zeldriz, quien no tenía idea de que Helaine había aprendido ese idioma. Luego, ella volvió con los demás.

-¿Así que por eso querías un libro? -preguntó Gelda con una sonrisa, recordando que Helaine le había pedido acceso a la biblioteca unos días antes-. ¿Qué es, Zeldriz?

Everywhere I Go |Lancelot o Percival Donde viven las historias. Descúbrelo ahora