Leonor salió de la habitación con los niños, mientras Meliodas permanecía, observando en silencio a su viejo amigo.
—¿Qué ocurre, Bartra? —preguntó, manteniendo la mirada seria.
—Una nueva era se aproxima —respondió Bartra con un tono profundo y meditabundo—. Helaine estará en el centro de esa batalla, como hija de sangre sagrada y maldita. Como su padre, Meliodas, tú tienes la responsabilidad de guiar su corazón, enseñarle a resistir las sombras.
Meliodas bajó la vista, con el peso de las palabras de Bartra.
—Hago lo mejor que puedo —dijo en un susurro, casi para sí mismo.
Bartra, con una leve sonrisa melancólica, puso una mano en su hombro.
—No lo dudo. Pero recuerda, tú también fuiste joven y enfrentaste la oscuridad a tu manera. No puedo imaginar el dolor y la lucha de aquellos días... Pero ahora tienes a Leonor, a Tristán... y no estás solo, Meliodas. Zeldris también es parte de tu vida.
Meliodas asintió, mordiéndose los labios.
—Lo sé, Bartra. Pero Helaine tiene una parte humana también. Si la expongo demasiado al mundo demoníaco... temo por ella.
Bartra suspiró, su mirada fija y penetrante.
—Algún día, Meliodas, tendrás que soltar su mano y permitirle enfrentar su destino. No siempre podrás protegerla.
Gil, que había escuchado en silencio, añadió con respeto:
—Es cierto. La princesa enfrentará su propio destino, y como su padre, solo usted puede enseñarle la verdad de este mundo... la verdad que ella necesitará.
Mientras tanto, afuera, los niños trataban de escuchar pegados a la puerta. Helaine susurraba, intentando escuchar mejor.
—Oigan, ya deben irse a dormir —les recordó Leonor en voz baja, tratando de mantenerse seria.
—Shh, no escucho nada, mamita —respondió Helaine en un susurro de protesta.
—Niños… —murmuró, resignada.
De repente, la puerta se abrió y los pequeños cayeron al suelo, sorprendidos.
—¡Nos descubrieron! —gritaron al unísono, levantándose para salir corriendo por el pasillo.
Margaret, que observaba la escena con una sonrisa, se llevó una mano al pecho.
—¿No se suponía que ya estaban dormidos? —Leonor se sonrojó un poco, sintiéndose descubierta, y se rascó la cabeza con una risita nerviosa— Parece que la curiosidad es de familia.
—No escuché nada, ¿y tú? —preguntó Helaine en voz baja, mientras se alejaban.
—Tampoco. Aunque parece algo serio para que nos sacaran así. ¿Qué es eso que mencionó tu abuelito? —preguntó Lancelot, algo intrigado.
—¿Sus visiones? —respondió Helaine—. Mi abuelito, Bartra, tiene el poder de ver el futuro, aunque no siempre lo que ve se cumple tal como él lo ve.
—¿Entonces puede ver todo lo que pasará? —preguntó Lancelot, sorprendido.
—No exactamente. Lo que él ve son como imágenes fugaces, visiones que le llegan sin control. A veces son claras, otras veces no tanto. Es como cuando uno ve algo en un sueño, pero no está del todo claro.
—Entonces, ¿por eso todos parecen tan serios cuando habla de esas cosas?
—Sí, porque sus visiones son advertencias. Pero también nos dice que aunque puede ver el futuro, el destino de cada uno no está completamente escrito. Las decisiones que tomamos pueden cambiarlo. Eso nos da esperanza.
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Everywhere I Go |Lancelot o Percival
RomansaEn una reunión inesperada, cuatro jóvenes se unen como el cuarteto del destino, predicho para derrocar a Camelot. Entre ellos se encuentra Helaine, hija del rey de Liones, y Lancelot, un misterioso joven que despierta el interés amoroso de Helaine...