—Príncipe Tristán —susurró Jade, reconociéndolo.
—¿Príncipe? —dijo Lancelot, acercándose para ayudar a las niñas a levantarse. Isolda había quedado desmayada por el susto.
—Es mi hermano mayor —murmuró Helaine, con un toque de temor en la voz. Sabía que su hermano no era malo, pero cuando se trataba de disciplina, él no toleraba desobediencias.
Tristán se acercó, se arrodilló para revisar a Isolda, asegurándose de que estaba bien, y luego volvió su mirada firme hacia Helaine.
—Me desobedeciste —dijo, con un tono serio—. Y pusiste en peligro la vida del príncipe Lancelot y la de tus amigos.
—Lo siento, hermano. Esa no era mi intención, solo quería ser valiente… como tú —dijo Helaine, acercándose con la cabeza baja. Sin embargo, Tristán ya se había puesto de pie, cargando a la inconsciente Isolda en su espalda.
—Todos ustedes vendrán conmigo ahora mismo de regreso al reino —ordenó él, sin espacio para discusión.
El grupo sintió el peso de la culpa. Sabían que aún había demonios que no aceptaban a los humanos, y ellos, obstinados, habían salido sin protección.
Mientras caminaban en silencio, Lancelot se acercó a Helaine y susurró suavemente:
—Yo creo que fuiste muy valiente.
Helaine, sin embargo, no levantó la cabeza; su hermano mayor estaba decepcionado, y eso pesaba más que cualquier palabra de consuelo.
Mientras el grupo caminaba de regreso al reino en un incómodo silencio, de entre los árboles apareció una figura inconfundible: Gowther, con su mirada inexpresiva y su aire enigmático. Tristán lo vio y asintió brevemente, como si ya hubiera esperado su llegada.
—Gowther —dijo Tristán—. Lleva a los niños al castillo, por favor.
—Como desees, príncipe Tristán —respondió Gowther, acercándose al grupo. Sus ojos examinaron a cada uno de los pequeños, quienes, nerviosos, lo observaban con curiosidad y respeto.
Lancelot, aunque reacio, comprendió que era mejor obedecer y empezó a guiar a los demás hacia Gowther, dejando a Helaine y Tristán un poco atrás.
Tristán la miraba con una mezcla de decepción y firmeza que hacía que su estómago se revolviera. Cuando los demás ya estaban a cierta distancia, Tristán se agachó un poco para quedar a su altura y la miró con seriedad.
—Helaine, ¿qué estabas pensando? Sabes muy bien que hay demonios y criaturas peligrosas en estas zonas. Esto no es un juego —dijo él, con un tono de preocupación que, aunque severo, revelaba su cariño.
Ella bajó la mirada, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Solo… quería demostrar que también puedo ser fuerte y proteger a mis amigos, como tú lo haces —dijo en voz baja, las lágrimas caían en sus mejillas.
Tristán suspiró, suavizando su expresión un poco. Su tono seguía siendo firme, pero había un dejo de comprensión en su voz.
—Ser fuerte no siempre significa correr hacia el peligro sin pensar. Ser fuerte también es saber cuándo retroceder y proteger a los demás desde un lugar seguro. No quiero que pienses que la valentía se mide solo por enfrentar monstruos, Helaine. Tú eres fuerte a tu manera… pero debes aprender a ser prudente.
Helaine lo miró quitándose las lágrimas, sintiéndose algo reconfortada por sus palabras, aunque aún algo apenada.
—¿Entonces… no estás demasiado enojado?
ESTÁS LEYENDO
Everywhere I Go |Lancelot o Percival
RomantizmEn una reunión inesperada, cuatro jóvenes se unen como el cuarteto del destino, predicho para derrocar a Camelot. Entre ellos se encuentra Helaine, hija del rey de Liones, y Lancelot, un misterioso joven que despierta el interés amoroso de Helaine...