32. El miedo 🫣

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Pronto divisaron el reino. Pellegarde decidió mantenerse al margen. Esperaría hasta el anochecer, la señal de si Helaine volvería con él o se quedaría.

-¿Estás nerviosa, Helaine? -preguntó Percival.

-Sí -susurró la demonio sin expresión, sin mirarlo.

Percival había notado que ella había cambiado; ya no sonreía como antes y era más reservada.

-Mira, te ves más femenina que antes -dijo él, mirándola con curiosidad. Se suponía que debía elogiar su belleza, pero ¿era eso lo correcto?

-¿En serio? -Helaine se sonrojó, apartando un mechón de cabello detrás de la oreja mientras bajaba la vista.

-Sí, tus senos son más grandes ahora. Jeje.

-¡Deberías ser más discreto! -exclamó ella, golpeándolo con tal fuerza en la cabeza que su rostro chocó contra el suelo.

Percival ya no era un niño; con 18 años, casi tenía la misma estatura que ella. Esta vez no podía dejarlo pasar tan fácilmente.

Los ojos azules de Helaine se fijaron en el palacio ante ellos mientras avanzaban a paso lento. Los dos jóvenes intercambiaron miradas antes de que él tocara el hombro de la chica de cabello rosado.

-Seguramente se sorprenderán al verte, después de todo, eres su hija, ¿no es así? -dijo Percival, observando el castillo con una sonrisa.

«Padre, madre. Por fin podré verlos», pensó Helaine, con el corazón latiendo rápidamente en su pecho.

-¿Quieres que te dejemos un momento a solas antes de entrar? -preguntó Nasiens, caminando a su lado izquierdo-. Nosotros entraremos primero, y luego, cuando te sientas lista, nos seguirás.

Helaine dudó un segundo, pero al ver la expectación en los ojos de Nasiens y Percival, asintió.

-De acuerdo, Nasiens. Vamos -respondió Percival, intentando romper la tensión del momento.

Los guardias, reconociendo al joven héroe y a su acompañante, se inclinaron respetuosamente antes de abrir las grandes puertas del castillo de Liones. La luz cálida del interior iluminó el rostro de Helaine, pero justo antes de que las puertas se cerraran tras ellos, Percival se giró y susurró algo a los guardias.

Los guardias asintieron en silencio, mientras Helaine permanecía al borde de la entrada, sus manos temblorosas y su mente revuelta con pensamientos.

Helaine estaba nerviosa, volver a sus tierras le era emocionante, ver cómo próspero Liones en su ausencia. Sin embargo, no sintió la presencia de su hermano mayor desde que llegaron. Respiro profundo y los guardias le dejaron entrar. Indecisa caminó por el pasillo pasando por varias habitaciones y tratando de no cruzarse con alguien hasta llegar a la habitación de su hermano mayor, ella estaba a punto de abrirla, pero pensó que no debería invadir la privacidad del mayor, por eso se detuvo y siguió caminando, seguía la que fue suya, y al fondo estaba la de sus padres. Abrió ligeramente la puerta hasta escuchar la dulce voz de su madre.

-Es una sorpresa verte, Percival. Realmente te extrañamos mucho. Y gracias por traer la medicina para mi esposo.

-No hay de que. ¿Saben? No fuimos los únicos en regresar.

-¿Alguien más vino con ustedes? -cuestionó Meliodas, su voz sonaba débil, pero la curiosidad estaba ahí.

-Seguro se sorprenderán al ver quien nos topamos en el camino.

Helaine suspiró antes de dar un paso a la habitación, pero la voz del rey de camelot la interrumpió. De pronto estaba en una oscuridad intensa. Miró para todos lados, sintiendo la presencia del rey cerca.

Everywhere I Go |Lancelot o Percival Donde viven las historias. Descúbrelo ahora