《38》 ¿Poquito?

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Óscar

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Óscar

Abro la puerta de mi apartamento para que Isabela pueda introducirse en el lugar que ahora es mi hogar. Después de volver a Londres, me quedé con mis padres para hacer todo el proceso de luto más fácil para todos. Pero al volver de rehabilitación decidí tener mi propio espacio. Conseguí algo cómodo y espacioso, pero con el tiempo lo sentí solo, así que conseguí compañía.

El Golden retriver sale de su cama para saludarme mientras mueve su cola con fuerza, se levanta en sus dos patas traseras para apoyar las delanteras en mis muslos.

—¿Cómo has estado, hermosa? —Le pregunto acariciando su cabeza.

—¿Cómo se llama?

La pregunta de Isabela me hace mirarla. Ve a la cachorra con ojos de llenos de amor.

—Sol —Me hinco sobre mis rodillas para poder saludarla mejor —Con ella la vida no se siente solitaria.

—¿Puedo? —Veo sus intenciones de acariciar a la cachorra.

—Por supuesto.

Isabela se hinca a mi lado y Sol se le tira encima de inmediato para poder olerla.

—Cuidado si te hace caer —rio colocando mi mano en la espalda de la chica para asegurarme de que la intensidad de mi compañera de piso no la hiciera perder el equilibrio.

—Es preciosa—dice con una sonrisa en su rostro —Ilai, siempre quiso un perro.

Mis alarmas suenan cuando menciona a su hermano. Sé que no es algo que suele hacer con normalidad. Bueno, así era antes de perder toda comunicación con ella, no sé si eso es una de las cosas que ha cambiado.

—¿Y no lo tuvo? —Investigo con curiosidad.

Ella negó con su cabeza de inmediato.

—Mi madre es alérgica—explica con una sonrisa triste—Pero fingíamos tener uno, lo llamábamos sushi.

—¿Sushi? —arrugo mis cejas—¿Por qué?

—Éramos unos niños, no lo sé—suelta entre risas, lo que me obliga a relajar mi rostro.

Dejo caricias por toda su espalda mientras detallo sus ojos.

—Si quieres, Sol puede ser de los dos. Solo tiene un año.

—¿Te la llevarás a Miami? —La emoción en su voz hace que todo el lugar tome un brillo diferente.

No sé como lo hace, pero a su lado todo alrededor toma más color.

—Sí, ella iba a viajar mañana, pero como los planes cambiaron, preferí que la dejaran aquí para que pudieran conocerse.

—¿Se conocieran tus dos chicas? —Ella enarca una ceja.

Sus ojos se encuentran con los míos.

—Me encanta que digas que eres mi chica—Mi mano se mueve hacia su cintura para apretar esta zona.

Lo que todos esperanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora