Isabela
Observo como mi madre, Cielo y Óscar participan en una conversación sobre la inauguración de un nuevo hotel en Miami. Ellos hablan del proyecto con un fervor que contagia emoción. Incluso no estando totalmente al tanto de todo, trato de opinar cada vez que tengo oportunidad. Aunque Fernando está en mí misma situación, opinando cuando esos tres nos dan el espacio. Él trabaja para los Anderson siendo su abogado, su firma se encarga de lo legal de cada hotel y eso me hace pensar, ¿Cómo lo que he estudiado podría aportar a este imperio? Pero algo me dice que eso no será posible.
Mi sueño siempre ha sido poder tener mi propio consultorio, quiero hacer una maestría en atención temprana. Me gustaría trabajar con niños, sé que puedo ayudar a esos pequeños antes de que lleguen a la adolescencia, donde cualquier enfermedad mental, se vuelve un caos.
Tengo la intención de no esperar que lleguen a necesitar de un psiquiatra.
Además, poder ser el desahogue de esos pequeños me dará paz. Porque sé que toda mi infancia hubiera sido diferente de haber comenzado la terapia desde temprana edad.
Quiero ayudar como me hubiera encantado que los demás lo hicieran.
Una idea pasa por mi cabeza, si se abrirá un nuevo hotel en Miami, ¿hay posibilidades que Óscar vaya? Eso hace que pose mis ojos sobre él. Se nota el entusiasmo en su voz al comentar que la publicidad se ha comenzado a hacer desde hace meses. Sé que se percata de mi mirada cuando coloca su mano sobre mi pierna. Las caricias que comienza a dejar sobre mi piel me gritan: no me mires así.
Se me hace increíble que incluso al pasar de los años, nos conocemos a este nivel. Con una simple acción puedo percibir lo que se cruza en su cabeza.
No queriendo le hago caso, me dispongo a ver el exquisito postre que nos acaban de servir. Es un pastel de chocolate. Todos hemos elegido esta opción, excepto el hombre a mi lado que dice no gustarle el chocolate. Ha pedido uno de vainilla para él. Me parece una falta de respeto, porque al menos debería aprobarlo.
—Deberíamos intercambiar postres—susurro para que solo él escuche.
Aprovecho que mi madre está entretenida con la suya y su padre tiene toda su atención en su postre, es evidente que lo disfruta. En definitiva, lo que más amas Fernando Baracchi, después de su esposa y sus hijos, es la comida. No parece que hace solo unas horas estaba en el hospital recibiendo medicación. Pero la verdad, me alegro que esté bien y que solo haya sido un pequeño susto.
—¿Quieres de vainilla? —Él intercambia nuestros platos de inmediato —O ¿solo quieres hacerme comer chocolate?
Mira el pastel del chocolate con desagrado.
—Es que quiero probarlo en tus labios—digo para motivarlo.
La sonrisa radiante que aparece en sus labios me dice que lo he conseguido. Él toma dos bocados generosos del postre para degustarlo. Luego se gira hacia mí, mientras pasa su lengua por sus labios.