Isabela
Las luces que alumbran ciudad de Mánchester me tienen completamente atrapada. Una parte de mí aún no cree que me encuentro en Inglaterra, en definitiva, estaba entre los lugares que quería conocer antes de morir, igual que Grecia, pero jamás supuse que conocería ambos países en el mismo año. Todo parece un sueño y puedo ser ilusa, pero no tengo interés en despertar.
Mi corazón sabe que la mayor sorpresa para estos días ha sido estar con Óscar, durante todo este tiempo que tuvimos separados, sabía que en algún día estaríamos bajo el mismo techo. Al momento que Mateo me pidió ayuda para pedirle a Carol que se case con él, supe que existía la posibilidad de volver a verlo.
Aunque siendo sincera no me pasó por la cabeza la idea de que Óscar siguiera teniendo sentimientos por mí y menos que tuviera en interés de volver intentarlo. Sin embargo, estoy agradecida de que tengamos esta segunda oportunidad, la cual no pienso desperdiciar.
Hoy recorrimos la fantástica ciudad de Mánchester. Sé que hemos venido hasta aquí con la excusa de un evento benéfico, el cual Óscar no podía perderse porque según lo que me explicó es de gran importancia para sus próximos proyectos; aunque algo me dice que vino con ese pretexto para poder mostrarme su segunda ciudad favorita de este asombro país.
Había tanto que ver que ni siquiera tuvimos oportunidad de visitar la librería que tiene aquí, pero me prometió que el día de mañana a primera hora iríamos. Nuestro vuelo de regreso era al medio día, pero que tendríamos tiempo y eso espero. Aún mi cabeza trata de asimilar el hecho de que es dueño de tres librerías, las cuales han sido fundadas con el único propósito de sentirse más cerca de mí.
Mis pensamientos son interrumpidos por sus besos sobre el dorso de mi mano. Mi vista abandona la ventana y se concentra en él. Las luces de la ciudad apenas me ayudan a encontrar sus ojos dentro de la oscuridad del auto.
—Deja de besarme.
—Puedes pedirme que deje hasta de respirar, pero no eso.
Niego con mi cabeza tratando de que todo el calor de mi cuerpo no se vaya a mis mejillas.
El chofer anuncia que hemos llegado. Óscar baja del auto de inmediato y me ofrece su mano para ayudarme al imitar su acción. Un hombre vestido con extrema elegancia nos espera en la entrada y nos guía al interior del lugar, todo aquí grita sofisticación y elegancia. Agradezco que la mano de Óscar esté sobre mi espalda, me da seguridad al entrar al salón, el cual se encuentra lleno de personas, algunos se encuentran ubicados en las enormes mesas que rodean todo el lugar, no muchos en el área de bar y otros cuantos en la pista de baile.
Somos guiados a nuestra mesa y es imposible no sentir todas las miradas sobre mi nuca. Es obvio que deben estar viendo a Óscar, porque es a quien debe conocer, a mí no me han visto ni por accidente antes.
Ambos no dudamos en saludar a todos antes de tomar asiento en nuestro lugar asignado.
—Ahora no estoy seguro si adoro ese vestido—dice al tomar asiento junto a mí.