No puedo creer que le esté correspondiendo el beso. Mi mente me grita que lo aleje que lo empuje, pero mi corazón anhela con cada latido que disfrute de este momento. Mi cuerpo lo ha extrañado con desesperación, sus labios suaves y húmedos se pasean con los míos con firmeza. Es algo que nunca pude entender, pero él siempre me hacía sentir segura con un simple beso, con el simple hecho de estar entre sus brazos. Me he resignado a buscar una explicación lógica.
Él se aproxima más a mi lo que me hace terminar recostada sobre la cama, sé que no hay tiempo de arrepentirse cuando se acomoda ente mis piernas ¿En qué momento las he abierto?
Toda mi piel arde en puro deseo. Ganas de tenerlo cerca han sobrado durante los días que hemos durado separados.
Mis manos se mueven solas y rodean su cuello tratando que el beso sea más profundo e intenso, cosa que no sé si es posible. Nuestras lenguas se acarician con lascivia, todo se siente jodidamente bien, es inevitable, el calor que siento sobre mis mejillas baja a mi entrepierna.
Quiero quejarme cuando sus labios abandonan los míos. No quiero que deje de besarme porque sé que en ese momento volveremos a la realidad y ahora no tengo ningún interés en hacerlo. Toda posibilidad de que mi cordura vuelva desaparece cuando su lengua hace contacto con mi cuello. Su boca recorre parte de mis hombros y de mi cuello con ferocidad. Lo cual me hace imposible no soltar un jadeo.
Juro que puedo sentir como sonríe contra mi piel. En un movimiento hábil de su parte termino encima de él. Sus manos recorren mis piernas mientras me acomoda, él no deja de repartir besos por toda mi piel. Pero quiero más, lo quiero todo.
Tomo su rostro entre mis manos y nos fundo en un beso lleno de pasión. No sé en qué momento me he comenzado a mover encima de él pero sus manos no pierden el tiempo y se apoderan de mis caderas, trata de identificar el roce, aquel roce que lo está volviendo loco, lo sé por la dureza que ha aparecido en sus pantalones.
—Deja de moverte así—pide sobre mis labios.
—¿Por qué? —pregunto con cinismo.
—Perché voglio farti mia.
Su italiano me hace sentir que no ha pasado ni un minuto desde la última vez que habíamos estado de esta forma. Lo peor es que entendido a la perfección lo que ha dicho "Porque quiero hacerte mía".
Aprendí italiano durante la universidad, era la única clase que me hacía sentir cerca de él.
La pregunta aquí ¿Quiero eso? Obvio que lo quiero, no sé si es por la adrenalina del momento. Pero lo quiero con cada célula mi cuerpo, aunque me odie por eso, esa es la verdad.
Golpes sobre la puerta me hacen sentarme en su regazo.
—Señorita Isabela, tengo llamadas perdidas suyas.
Se escucha del otro lado de la puerta. ¡Oh no! Es la chica de servicio no puedo tener más mala suerte. Ahora solo quiero desaparecer o esconderme bajo una roca. Bajo ninguna circunstancia puede ver a Oscar, al hacerlo podría comentarlo con alguien ¿Se lo diría a Carol?