《 19》Pero no está.

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Oscar

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Oscar

El ruido de la alarma me hace abrir los ojos. Tomo mi celular de la mesa de noche para poder apagarla y no despertar a Isabela. Ella se encuentra abrazada a mi cuerpo, no tengo ningún interés de alejarla, pero sé que, aunque deseo con cada célula de mi cuerpo quedarme, no puedo.

Ayer pudimos dormir juntos por la única razón de que estaba completamente ebria. No se encontraba en sus cinco sentidos, por eso debo marcharme antes de que despierte; me niego arruinar su mañana.

Me levanto con movimientos lentos de la cama, coloco una almohada en dónde estaba mi cuerpo para que así pueda abrazarse a esta. Me coloco la ropa en el baño para luego salir y recoger todas mis pertenencias, borro toda prueba de que he dormido con ella esta noche.

No dudo en cubrirla bien con las sábanas, aprovecho para dejar un beso en su frente. No puedo evitar detallarla por unos segundos, no existe palabra capaz de describir lo perfecta que es esta mujer.

Quiero seguir mirándola por mucho tiempo más, pero no quiero perderme el amanecer. Cierro la puerta con lentitud, aunque algo me dice que no se despertará con facilidad y cuando lo haga querrá morir por la resaca que tendrá.

Camino por el pasillo hasta el balcón, está a punto de amanecer y necesito apreciarlo para poder iniciar el día de la mejor manera, tal vez es algo tonto de mi parte, pero desde la muerte de mi hermana no me he perdido ni un solo amanecer. Sé que era su momento favorito del día y es mi forma de sentirla más cerca.

Me detengo en seco al salir al barcón, me estrujo los ojos para asegurarme que no estaba viendo mal.

—¿Louis?—pregunto para confirmar.

El rubio gira su cabeza.

—Buenos días—dice levantándose del banco donde se encontraba sentado.

—¿Cuándo llegaste? —investigo mientras me acerco a él.

Estoy seguro de que no se encontraba aquí el día anterior.

—Hace unas horas, todos estaban muertos así que ayudé a más de uno a llegar a una cama o al menos a un sofá.

Lo abrazo con fuerza, hace meses no lo veía. A pesar de que vivimos en la misma ciudad, el trabajo me tenía bastante ocupado y a él la universidad. Si no me equivoco se encuentra cursando su décimo semestre de medicina y aunque que vive actualmente con mi hermano. Cada vez que fui a visitar a Ángel, él no se encontraba en casa.

—Pensé que no venías— dije al separarnos del abrazo.

Eso nos había comunicado Ángel.

—Yo también, pero luego pensé que no podía perdérmelo —Sus ojos se posan en el cielo.

Imito su acción notando que entre nubes esponjosas comenzaba a verse los rayos del sol. Los cuales alumbraban todo a su paso. Ver esta simple acción que sucedía todas las mañanas, era algo simplemente mágico. Sé perfectamente que ambos estamos aquí por lo mismo y me alegra saber que no soy el único que la busca hasta en los amaneceres.

Lo que todos esperanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora