Óscar
Termino de acomodar mi miembro dentro de mi pantalón y fijo mi mirada en ella, aún sigue en ropa interior, su rostro está completamente rojo, sus labios se encuentran hinchados, varios mechones de su cabello se encuentran levantados. Me encanta verla de aquella forma, recién follada. Muerdo mi labio inferior admirando su exquisito cuerpo. No importa el hecho de que hace minutos mis manos hayan recorrido cada centímetro de su fascinante piel, las ganas de sentirla contra mi cuerpo jamás desaparecerán.
Una parte de mí quiere seguir detallándola, pero sé que debo salir de aquí; permitir que se mida el resto de los vestidos sin mi presencia.
—Mejor te espero afuera, mientras te pruebas los otros—Le informo.
No confío en mi autocontrol. Luego de tanto tiempo he vuelto estar dentro de ella, he escuchado sus gemidos, he sentido como tiembla ante su orgasmo y mentiría si dijera que no ansío con cada fibra de mi ser, volver a experimentarlo.
—¿Tú crees? —Ella enarca una ceja—¿Acaso no se cree capaz de solo mirar?
Ella cruza sus manos sobre su pecho con una sonrisa juguetona sobre sus labios.
—Tu respuesta está allí—Señalo el vestido de color azul milenio el cual se encontraba totalmente roto en la parte inferior.
Me acerco a la puerta. Debo ir por otro, ella tiene que quedárselo, ese vestido hace que todo mi autocontrol se vaya al mismo infierno. Sé que me tocará pagar por los dos. Pero no me importa, necesito quitárselo otra vez y espero que la siguiente vez, pueda controlarme lo suficiente para no volver a destruirlo.
La escucho soltar una leve risilla cuando estoy a punto de abrir la puerta. Debería irme y no dejar que la curiosidad me invada. Pero es tarde. Me giro para poder mirarla.
—¿Qué te causa gracia? —pregunto con mi mano aún sobre el llavín.
—Que tu autocontrol ceda...—Retira otro de los vestidos de los ganchos— ante algo tan sencillo como un vestido.
Mis cejas se arrugan ante su comentario. Mis pies se mueven hacia ella y en un movimiento la coloco contra la pared. Me inclino lo suficiente para estar a la altura de su cabeza. Rozo mis labios con una de sus orejas.
—Mi autocontrol no tiembla ante un vestido, ni una cosa tan sencilla como esa—Poso mi mano sobre su cintura y hago presión en esta—Lo hace, solo ante ti.
Mi voz sale más grave de lo normal. Su olor entra por mis fosas nasales y aunque quisiera seguir disfrutando de esta exquisita mujer. Pongo distancia entre ambos sin dejar de mirarla con determinación a esos ojos esmeraldas.
—Vístete, nos llevaremos todos. Es evidente que, si te sirvió el primero, los demás también lo harán—Me giro sobre mis pies para volver a la puerta —Te espero afuera.