Oscar
Me quedo paralizado unos segundos al ver como Isabela y Hugo se mueven entre las personas para llegar al centro de la pista. Él no tarda en rodear sus brazos en su cintura haciendo que el cuerpo de mi piccolina se apegue al suyo. Lo único que quiero en este momento es hacer que quite sus manos de ella.
El desastre en mi estómago aparece y trato en no concentrarme en la ira que ha comenzado a recorrer mis venas. No soy nada de ella, no puedo reclamarle nada. No puedo impedir que ella esté con alguien más y es que me frustra ver como damos un paso hacia delante y cuatro hacia atrás.
Tenía la leve sospecha de que antes que ese entrometido llegara estábamos a punto de besarnos. Porque, aunque con sus palabras quiera mentirme, sus ojos no pueden hacerlo y algo me hace pensar que ella siente lo mismo que yo. Ese caos de emociones que suele ser tan intrigante, embriagador e innegable.
—No te preocupes, él no es competencia para ti.
Reconozco la voz de mi madre. Giro mi cabeza para encontrarme con mi madre justo a mi lado ¿en qué momento ha llegado? Ella mira la escena que antes apreciaba con desagrado.
—¿De qué hablas? —pregunto fingiendo no saber a qué se refiere.
Decido moverme hacia los laterales de la pista de baile, así saliendo de ella para no ser obstáculo para nadie. Siento que mi madre me sigue.
—Ese chico no te llega ni a la suela de los zapatos —Ella se detiene al frente de mí—Además, he visto como ella te mira cariño, le brillan los ojos de la misma forma que te brillan a ti.
Me regala una sonrisa llena de confianza.
—Mamá no lo conoces...—Ella me interrumpe.
—Te conozco a ti. Ella es la que ha escogido tu corazón para amar de aquella forma tan incondicional.
Guardo silencio porque sus palabras solo reflejan la verdad. La amo, como nunca he amado a alguien y el amor que siento por ella solo ha aumentado en el tiempo que estuvimos separados. Alejarme de ella es lo segundo más doloroso y desgarrador que ha sufrido mi corazón, lo primero fue haber perdido a mi hermana.
Sé que los dos queríamos aferrarnos al otro luego haber perdido tanto. Pero no era algo sano para ninguno de los dos, ambos debíamos sanar por separado.
Intentar que esas heridas dejaran de sangrar y que cicatrizaran, para que después estuviéramos listos para volver intentarlo. Porque nuestros corazones sangrando por tantas heridas no iban a ser capaz de amar de la forma que ambos merecemos.
Lo único que me queda es tener paciencia y esperar que ella esté lista para escucharme. Sé que para algunos su actitud sería causa de frustración y pensarían que es un acto inmaduro de su parte, pero yo que la conozco sé que a veces se convierte un desastre emocionalmente cuando sus emociones la agobian.