Óscar
Entro a la suite del hotel. Este lugar tiene dos habitaciones, la he pedido así para que Isabela pueda tener su privacidad, aunque no voy a mentir, quiero dormir a su lado. Ella no tiene idea cuantas noches han pasado donde lo único que necesitaba era su calor. Pero también es válido si ella quiere ir despacio, de ser así solo me queda respetar su decisión.
Porque no importa lo mucho que la he extrañado o lo mucho que la deseo, siempre la respetaré de eso, estoy seguro. Mis padres me han criado de esa forma y así quiero criar a mis hijos, enseñarles que el respeto es la base de toda relación.
Desde que Amelia realizó la reservación, le envié la dirección a Isabela. Ella se encuentra almorzando con su madre, al cual se quedará unos días también en Santorini.
Me imagino que tendremos que cenar algunos días los tres, eso no me preocupa. Incluso al terminar todo con su hija, Ariel y yo hemos mantenido una buena relación.
Mi celular vibra sobre la cama, lo tomo con rapidez esperando que sea Isabela avisando que viene de camino. La decepción se apodera de mi cuando veo que es mi madre.
—Mi niño, ¿en qué hotel estás? —pregunta.
—¿Por qué es eso importante?
—Cariño, he hablado con tu padre y hemos decidido quedarnos unos días más.
—¿Qué? ¿Por qué? —investigo de inmediato.
—Es que supe que Amelia se irá a Londres y que tú te quedarías solo —habla con rapidez—Además, tu padre y yo merecemos disfrutar un poco más de este precioso lugar. Es raro que nunca hayamos venido... —La interrumpo.
—No tienen que quedarse por mí, estaré bien.
No necesito tener a mis padres merodeando por aquí.
—Lo sé, te arroparás con trabajo, pero podemos acompañarte a almorzar o a cenar en su defecto.
No quiero decirle la razón por la cual he decidido quedarme, pero de no hacerlo, querrá que comamos y cenemos cada día juntos, la conozco.
—No estaré solo.
—Ay, mi niño, no tienes...—Vuelvo a interrumpirla.
—Estaré con Isabela.
Solo escucho silencio y tengo que alejar el celular de mi oreja para asegurarme que la llamada no se ha cortado.
—Óscar ha vuelto con Isabela—La escucho gritar de repente. Noto la emoción en su voz— Te lo dije, me debes un viaje a Alemania—Deduzco que habla con mi padre.
«Espera, ¿han hecho una apuesta? ¿Es en serio?»
—Dime que escuché mal, ¿han apostado?
—Eso no es lo importante, mejor cuéntame como ha sucedido todo.