Casi beso el suelo al bajar del avión. Pero no pude, todo daba vuelta a mi alrededor, sigo mareada. Así que Alex me ayuda a subir al auto. La parte más desagradable de volar para mí, es aterrizar. Es como si mi cuerpo baja con el avión, pero mi corazón no. Lo siento en mi garganta y mi estómago ocupa el lugar de mi corazón. Sujeto con fuerza la pequeña bolsa que me ha facilitado la azafata por si pasaba cualquier incidente durante el viaje en auto.
Hay altas posibilidades que todos terminen llenos de mi vómito. Por precaución, todos están lo suficiente alejados de mí. Estamos en una limusina, así que hay suficiente espacio para que todos se mantengan a salvo.
Mis ojos están cerrados, trato de relajarme. No puedo disfrutar del paisaje que nos ofrece este hermoso país. Estamos en Santorini, he visto este lugar por fotos desde hace años, Carol me mandó cada foto que se tomó en este lugar la primera vez que vino y quedó profundamente enamorada.
Ahora solo necesitaba caer en una cama y no dormir hasta el otro día.
—Isa, llegamos —Me avisa Alex.
Abro mis ojos y efectivamente hemos llegado al castillo que me ha enseñado Carol con miles de fotos los últimos seis meses.
—Llegamos al castillo de la princesa —suelto con intención de molestar a Carol.
Ella ignora mis palabras y blanquea sus ojos mientras se baja de la limusina. Todos imitamos su acción y yo lo hago con ayuda de Alex. Sé que estructuralmente no era un castillo solo lo decía para molestarla. Ahora que estoy frente a esta obra de arte arquitectónica, creo que las fotos no le hacen justicia. Tiene tres pisos, si no me equivoco.
Podría alojar a todos los invitados de la boda sin problema de lo grande que es, pero Carol solo quiere a las personas más cercanas a ella y a Mateo. Por el simple hecho de que cuando mi amiga fue creada, Dios le dio muchas cualidades, pero entre ellas, no está la paciencia. Por eso su familia no llega hasta el miércoles, que son dos días antes de la boda.
—Te extrañé tanto, bonita.
Esas palabras me hacen buscar el dueño de estas y sonrío con levedad al notar que es Mateo, el cual abraza a mi amiga con fuerza.
—Solo fueron unas horas, exagerado —expresa ella.
—Pronto no te vas a despegar de mí, ni siquiera unas horas.
—Ni creas que voy a estar todo el tiempo para ti, necesito...—él no la deja terminar.
—Me necesitas a mí.
—Si pensar eso te hace feliz, hazlo —dice ella y ambos ríen.
Él aparta la vista de su futura esposa y la posa en nosotros. Sus ojos me indican que hasta ahora se ha dado cuenta de nuestra presencia. Lo que me hace pensar que cuando están juntos, él se olvida de su alrededor. Es algo que he vivido, así que lo entiendo a la perfección.