Capítulo 3

1.7K 81 0
                                    

Son las 22:00 y ya ha anochecido, la casa está en silencio y mis padres tardaran en llegar, Giorgina también ha ido con ellos, después del espectáculo que formé para irme de la fiesta estaban todos avergonzados, pero me da igual

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Son las 22:00 y ya ha anochecido, la casa está en silencio y mis padres tardaran en llegar, Giorgina también ha ido con ellos, después del espectáculo que formé para irme de la fiesta estaban todos avergonzados, pero me da igual. Lo volvería hacer para que me dejaran tranquila. Como forma de disculparme mi familia ha llevado a cenar a la familia Contance, y a mi me han dejado aquí con mi tobillo hinchado, que mala pata tuve al tropezar al salir al jardín.

Llevo casi cuatro horas con la bolsa de hielo que me dejó el médico, y el tobillo está prácticamente perfecto, tuve que hacerlo de verdad, un accidente figurado no hubiera convencido a nadie. El país se está perdiendo una gran actriz.

Estoy en vilo desde que me dijo que un coche vendría a por mi esta noche, lo deseo, deseo estar con él desde aquella fiesta de máscaras. Me daba vergüenza volver a verlo pero después de notar su ansiedad por mí he vuelto a sentirme bien conmigo misma.

Ahí está el coche. Se para junto a la verja, desde la ventana de mi habitación tengo acceso a la puerta de entrada. Los guardias no lo interceptan, no le hacen preguntas, no le obligan a dar media vuelta, como me dijo que pasaría. Me da valor para salir. Tampoco hay sirvientes por la casa, está todo demasiado tranquilo. Bajo a hurtadillas, sin hacer ruido y mirando por cada esquina. Nadie puede saber que he vuelto a escaparme.

Me he puesto unos botines negros, tienen algo de tacón pero lo justo para que no me moleste el tobillo, unos leggins de cuero y una camisa roja de satén con un escote bordado. Mi pelo cae por mi espalda, salvaje y sin control, no lo he vuelto a peinar desde esta mañana. Y tampoco he tocado mi maquillaje, solo el pintalabios.

No hay guardias cuando salgo afuera, ¿donde han ido? Sigo la marcha hasta el coche y me monto en la parte de atrás. Nadie me ha parado, nadie me ha preguntado. El coche tiene los cristales tintados y el chofer ni me saluda ni me mira, solo acelera, metiéndonos en la ciudad. El viaje apenas dura 20 minutos, a pesar del tráfico. Se mete en un garaje oscuro, y tengo miedo por primera vez. Alguien abre mi puerta y me ofrece un antifaz, como el que llevaba en la primera fiesta, me lo pongo y me bajo del coche. El hombre que me lo ha dado me hace una reverencia y señala el ascensor.

—La fiesta es el último piso, que se divierta señorita.

—Gracias.

No tardo ni cinco minutos llegar arriba, y cuando las puertas del ascensor se abren me sorprende la de gente que allí, el piso es muy grande pero por lo menos hay cincuenta personas.

Camino despacio, me había hecho ilusiones de estar a solas, pero parece que eso no entra en sus planes. La culpa es mía, yo busqué esta clase de fiestas y allí me encontró. En ningún momento le dije que no lo disfrute. Todos visten de etiqueta con sus máscaras a juego, parece que es algo indispensable. Conservar el anonimato a pesar de las perversiones aquí realizadas.

Recorro el gran salón con la mirada y ya hay parejas dándose placer. Una mujer tumbada desnuda en una mesa y dos hombres sobre ella lamiéndole los pezones. Otro hombre sentado en un sillón y otro dándole placer de rodillas mientras le agarra de la cabeza. En un rincón dos mujeres besándose mientras otro hombre está entre las piernas de una de ellas.

Secretos con el señor de la mafia (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora