SOOBIN

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En cuanto el rey había despachado a Jisung y su equipo después de que Yunho había desaparecido en el centro de Luanzang y sin tener nada más que hacer, San se dirigió de inmediato a las oficinas de Yujin para pedir informes sobre el omega Soobin.

Al ser guardaespaldas de Yunho, San contaba con un alto estatus, podía hacer y deshacer, entrar y salir, pedir y exigir cualquier cosa en cualquier lugar amparado por la entera confianza del joven alfa en él. Todo mundo había aprendido que no se podía negar nada a San, porque era negar algo a Yunho indirectamente.

Algo contrariado ante el pedido de San, Yujin no tuvo otro remedio más que revelar todo lo que se le había pedido y girar una orden para que el omega fuera puesto a disposición de el guardaespaldas.

- Hay omegas mucho más jóvenes y más apetecibles que este- comentó Yujin mientras firmaba aquella orden. Según el castaño, Yunho había entrado en celo y había solicitado un omega.

- Es un capricho, supongo.- Explicó San tratando de no mostrarse realmente interesado en aquella tarea.- La experiencia a veces puede ganar a la belleza.

Yujin sonrió ante el comentario y sin más dio los documentos necesarios a su interlocutor.

Si había algo que odiaba San, eso eran los centros de crianza, todo al respecto de repelía de forma natural. Lo concerniente al tema de los omegas en esos centros lo incomodaba y desagradaba, no por los omegas en sí, sino por su situación. No le gustaba pensar en ellos.

Bajó del auto entrando a las instalaciones que por fuera parecería una clínica de buen prestigio, pues nadie podía aclamar a los cuatro vientos que los omegas eran tratados como esclavos, les gustaba aparentar que eran más una institución de tratamiento de una especie peligrosa, pero necesaria.

Con desagrado fue guiado a la celda de Soobin. Mientras caminaba en el interior escuchó varios llantos, gemidos y gritos. Afortunadamente las habitaciones estaban perfectamente aisladas para evitar el aroma de los omegas a los que se les inducía el celo, pero aquello no sirvió de nada cuando la habitación frente a él fue abierta, Soobin estaba en el suelo encorvado como un feto gimiendo con el resto de sus fuerzas. El aroта a mentol estaba tan concentrado que se sentía amargo en la garganta y San tuvo que usar todo su autocontrol para no reaccionar ante la imagen.

- Casi se le pasa el efecto de su última dosis de Rèqíng- informó el beta con una calma que le heló la sangre al guardaespaldas. Le entregó un frasco con unas píldoras- proporcione otra dosis cuando sea la hora y él responderá de inmediato- dijo el hombre-. Normalmente sólo se puede conservar al omega durante tres días, que es lo que dura un celo normal de un alfa, a menos que este espécimen quede premiado, en ese caso, lo pueden conservar hasta que el cachorro nazca.- el guardia recitaba un discurso que había dado demasiadas veces en su vida sin percatarse en el rostro apenado de su interlocutor- Pero supongo que estos protocolos no se aplican a la realeza, ¿no?

San apenas si pudo negar con su cabeza- ¿Puede quitarle las cadenas?- preguntó.

- Lo siento- se disculpó el beta sin decirlo de verdad- el centro de crianza es responsable de los omegas dentro de las instalaciones, una vez fuera de ellas puedes hacer con el omega lo que quieras. Literalmente.- dijo guiñándole un ojo dejándole en claro que aquello era más cierto que cualquier otra cosa.

San apretó su puño evitando romperle la nariz al guardia ante aquella insinuación.

El omega fue aseado, vestido y trasladado en una silla de ruedas ya que no podía mantenerse en pie y las cadenas fueron por fin retiradas. Una vez fuera, San tomó en sus brazos a Soobin que ahora dormía por estar tan débil. Sin querer su mirada se fijó en un pelirrojo al otro lado de la acera que lo estaba vigilando atentamente. Su lobo se removió un poco en su interior levantando las orejas como si le hubiesen llamado, algo que nunca la había pasado, pero no había forma de distraerse de su misión. Subió a la camioneta, aún por el retrovisor reconoció al sujeto que dejaba atrás e incluso creyó ver que este se despedía de él con un movimiento de mano y una sonrisa. Sin poderlo evitar, San sonrió también.

Dominantes [2ho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora