SAGA CICATRICES 9: Fresas y Pólvora.

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La melodía rítmica aunque lejana de un teléfono se entrometió en su conversación. 

‐- Es el tuyo. - Desanimada, creyó que su cita romántica había llegado a su fin. 

Can se giró hacia atrás guiándose por su oído. 

‐- Cuando volví… de la playa… lo dejé en el asiento del copiloto. 

El ánimo de los dos había caído unas décimas. Era inevitable. 

‐- ¿No vas a cogerlo? - Con sorpresa, recibió sus nulas intenciones de moverse. 

Un ademán negativo con la cabeza despejó sus temores. 

‐- Puede ser importante o relacionado con la agencia. 

¿Estaba poniéndole a prueba? 

‐- Si lo es, volverán a llamar. - Su categórica respuesta fue inmediata.

‐- Y si lo hacen… ¿lo cogerás? 

‐- No. Esta vez, no nos separarán. - Bajó el tono de voz acariciando aquella redondeada barbilla. 

Iniciaron una búsqueda del otro. Un diálogo mudo que les absorbía, quedándose ensimismados. 

Sanem se inclinó hacia él despacio, cargándose de valor.

Sus mejillas se tiñeron de rojo intenso. 

Can no intervino; quería otorgarle la oportunidad de llevarlo a cabo por sus propios méritos. 

Le maravillaba su capacidad de evolución. 

Sus bocas a punto de conectar. Un latido galopante no cesaba de retumbar. 

Una fugaz sonrisa de media luna se trazó en aquel semblante masculino conforme ella se iba acercando. 

Sus labios se rozaron escasamente entreabiertos. El aliento acelerado de ella auguraba un ataque intrépido aunque austero. 

Con timidez, lamió desde su arco de cupido hasta el centro de su labio inferior. 

Un gemido muy suave afloró desde su garganta sacudiéndole como un latigazo. 

No dejaba de asombrarle con qué poco conseguía excitarle hasta márgenes desorbitados. 

Se miraron expectantes por la reacción del otro. 

Él correspondió lamiendo su comisura derecha, despacio… permitiendo que el aire que sus pulmones inhalaron se congestionara. 

Se desplazó hacia el contorno sutilmente inflamado de sus labios conquistándolos con vehemencia. 

Conectaron como dos piezas ensambladas. 

Permanecieron durante minutos acariciándose… mimándose… No había principio ni final. Eran dos almas reencontrándose, recuperando los besos perdidos. 

Llegar a estar saciados el uno del otro parecía inalcanzable, siendo un nuevo descubrimiento para ambos, con más carga positiva para él. 

No querían separarse, les costaba… se resistían. 

Sin perder el contacto visual, sonrientes, compartieron un beso de esquimal. Lo habían hecho suyo. 

La expresión de júbilo en aquellas mejillas se marchitó. Sintió que su cuerpo desfallecía. 

Cerró sus ojos aguantando, se aferró a la camisa de Can arrugándola entre sus dedos. 

Su prórroga había terminado, debía sincerarse con él. 

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora