Can se encontraba destapando la cama para iniciar su ritual nocturno: meter a Sanem en ella, unos cuantos mimos, hablar sobre su día y con algo de suerte caería rendida sin demasiado esfuerzo. Ambos lo necesitaban. Nunca pensó que diría esto pero Sanem era agotadora, en el buen sentido por supuesto, tenía una energía infinita y en días como ese en los que el trabajo había sido largo y tedioso lo único que le apetecía era relajarse, cerrar los ojos con ella entre sus brazos y dormir.
-- ¡Sanem! ¿Cuánto te falta? - gritó al aire esperando alguna respuesta sin embargo obtuvo algo mejor. Su chica entró correteando por el recibidor sujetando lo que parecía un pijama contra su pecho.
-- ¡Hola amor! - muy sonriente pasó por delante suya sin detenerse hasta adentrarse en el baño. - ¡Adiós amor!
Un desubicado Can tuvo la tentación de no preguntar pero si no lo hacía estallaría de otra manera.
-- No irás a hacer lo que creo que vas a hacer, ¿verdad? - preguntó sereno.
Una cabecita femenina apareció tras el marco de la puerta ocultando su ya evidente desnudez.
-- Será una ducha rápida, lo prometo. ¿Podrías ponerme la calefacción por favor?
Los labios de Can se entreabrieron en un vano amago de resistencia pero ella no iba a concederle esa oportunidad. Resignado a su destino decidió tomárselo con humor.
Sanem era como una niña pequeña por lo que necesitaba de múltiples factores para sobrellevarla: paciencia, tolerancia, disciplina y mucha mano izquierda, sin olvidar nunca el ingrediente principal: un amor incondicional.De hecho debía admitir que esa mezcla de madurez e inocencia fue una de las razones que le enamoraron de ella.
Aceptando que iba a hacer lo que quisiera, empezó a desnudarse haciendo caso omiso de su petición. Se quitó la camiseta despojándose de todos los accesorios que cubrían su cuerpo como anillos y colgantes. Le gustaba lucirlos de día pero era molesto dormir con ellos. Tranquilamente fue dejándolos uno a uno sobre la mesilla de noche, todos... excepto uno: su albatros de plata.
Como el cansancio ya era parte activa dentro de él, se tumbó sobre la cama cruzando sus largas piernas sobre las sábanas de franela que acababan de comprar. Otro nuevo punto que añadir a la lista de cosas que había incorporado a su vida tras la llegada de Sanem a la mansión.
Para ir entonando el ambiente, bajó ligeramente la intensidad de la luz que envolvía la habitación y encendió la televisión justamente en el canal que a ella más le gustaba. ¡Y pulsando dos botones! Esto de la tecnología... qué gran invento oye.
Unos minutos más tarde...
Cuando empezaba a rendirle el sueño una voz femenina se dejó oír en la distancia.
-- ¡Can! ¿Me has puesto la calefacción? ¡Me muero de frío!
-- Si te la hubiera puesto tardarías una hora en salir. - contestó sin inmutarse, como si fuera lo más normal del mundo dejar que tu chica se congele en la ducha.
-- ¡Cuando estés tú aquí te voy a hacer lo mismo! ¡No tienes corazón! - gritó molesta y medio tiritando tratando de no escapar del cobijo del chorro de agua caliente que recorría su delgada figura.
"Qué gesto tan poco caritativo" - ¡Era cerca de media noche! ¡Y en invierno! Qué poca comprensión.
-- ¡Te recuerdo que me he bañado en aguas heladas en pleno invierno!
Sanem frunció sus labios, encima no podía devolvérsela.
-- Porras es verdad.
Al menos había sido una chica precavida y había dejado la toalla en la misma puerta de la ducha, eso disminuiría la sensación de frío.
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Erkencikus: Escenas Canem
FanficMi última obsesión se llama Erkenci kus o Pájaro Soñador si eres de España. Quiero compartir con vosotros algunas escenas de nuestra pareja protagonista favorita. Can & Sanem. Son momentos que nos hubiera gustado ver en la serie tal como siempre l...