CAPITULO IN LOVE: Cómplices

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Escena 1: LAGO, ESE TERRENO DESCONOCIDO

Can estaba nadando en el lago ubicado frente a la cabaña cuando presiente una figura femenina a lo lejos.

-- Sanem, ¿por qué no vienes conmigo y nadamos juntos?

Ella puso cara de ni de coña me meto yo ahí pero disimularé delante tuya.

-- Es que ahora no me apetece demasiado. Tengo algo de frío.

-- Vamos. No seas cobardica. Enseguida entrarás en calor.

Puso su mano como visera para evitar tentaciones.

-- Sobre todo contigo al lado.- murmuró para sí misma. - De verdad que no. Yo soy una mujer más de secano. Me gusta tener los pies sobre tierra firme.

A Can empezaba a extrañarle tanto rehusamiento. Había algo que no le estaba diciendo.

Fue dejándose llevar por la corriente hasta llegar a la orilla. Se calzó las zapatillas para acercarse hasta el porche donde ella le esperaba sentada en uno de los butacones de madera que él mismo había tallado.

Se arrodilló a su lado, y con toda la suavidad que pudo reunir, hizo la pregunta que ella menos se esperaba. Era un tema peliagudo que podía reflotar un viejo trauma del pasado, por eso quería tocar el tema con cautela.

-- Cariño... es que... ¿te da miedo nadar?

Sanem le miraba de reojo, como rehuyéndole, porque intuía que intentaría convencerla para que le acompañara. Pero no... era algo mucho peor. ¡Dudaba de ella! ¡De sus habilidades! ¡Cómo osaba hacer eso!

Fue girando lentamente su cabeza hasta alcanzar a esos expresivos ojos marrones.

-- Sé nadar perfectamente. He sido campeona en estilo mariposa desde los 4 años.

-- En ese caso, me encantaría verte. Seguro que puedo aprender mucho.

Y dale. Nada. Que no se rendía. Desde luego la perseverancia era una de sus virtudes.

-- Otro día te enseño. Recuérdamelo cuando estemos en la mansión. - Y sin más siguió leyendo la revista que tenía entre las manos.

Can la observaba con curiosidad. Le intrigaba la razón por la que su chica se negaba a meterse en el agua.

Como aquello iba para largo apoyó la cabeza sobre una de sus manos. Parecía estar recreando sin querer la figura de la estatua pensante.

Ella intentaba hacer caso omiso de su presencia pero, francamente, ¿cómo obviar a ese hombre... y encima mojado... y mirándote tan fijamente? Misión imposible...

Cada segundo que pasaba, su cuerpo se ponía más tenso. Sus pies repiqueteaban veloces sobre el tablado. Parecían tener vida propia, como su vergüenza, que voluntariamente la estaba hundiendo con más rapidez bajo la protección de ese enorme y fino papel.

Tras unos segundos, una voz masculina rompió la ya escasa armonía reinante.

-- ¿Está entretenido el artículo? - intervino con bastante pasividad. Como si no fuera el tema con él.

-- Sí, bastante.

-- ¿De qué trata?

"Santa madre de Dios. ¿Es que este hombre nunca se da por vencido?"

-- Ahmmmm ya sabes. Cotilleos varios. Nada concreto.

No sabía cuánto más podría aguantar sin abalanzarse y besarle apasionadamente. ¡Es que estaba tan sexy! Esa melena despeinada que le aportaba un puntazo increíble. Esa tableta de chocolate al descubierto... esa gotas de agua resbalándose por ese pecho tan bien formado.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora