CAPITULO ESPINA: Besos Robados

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Can permanecía trabajando en su oficina eligiendo las fotos que acompañarían a los eslóganes de esa pequeña pero satisfactoria campaña, cuando algo interrumpió su concentración.

-- Toc toc.

Levantó la vista hacia la puerta encontrándose la imagen más bonita que podía esperar: su chica sonriéndole ataviada con ese conjunto blanco y rosa que le volvía loco. Literalmente.

-- Vaya, qué honor. La princesa más hermosa del reino ha venido a verme. - dijo con una sonrisa.

-- Algunas veces a las princesas nos gusta escaparnos y mezclarnos entre la multitud.

Fue andando hacia él muy despacio, contoneándose cual cisne en época de apareamiento.

-- Se han ido todos, ¿verdad?

-- Sí. Solo quedamos usted y yo jefe. - Estando frente a frente, apoyó sus manos en el escritorio metalizado que hacía de barrera entre ellos, dejando caer su peso sobre él.

-- Uhmm lo intuía.

Sanem le sonrió y él como si de un canto de sirena se tratara, fue acercándose a ella para compartir un beso de enamorados y algo más...

Al separarse Can sintió algo pegajoso en sus labios con sabor a fresa.

-- ¿Qué llevas puesto? - preguntó limpiándose como pudo. Para una chica sería lo más normal del mundo pero para un hombre esas cosas resultaban innecesarias y desagradables.

Una risita traviesa se adueñó de Sanem.

-- Esto te servirá para que no beses a una chica antes de preguntar.

Y como si de una femme fatale se tratara se dio media vuelta dispuesta a esperarle en el pasillo para marcharse a casa.

Habían esperado a estar solos en la oficina para, entre otras cosas, ir cogidos de la mano sin sentirse observados y criticados. Cuando estaban pasando por delante del ascensor, Can cambió el rumbo guiándola hacia el interior del mismo.

-- Can... ¿qué haces?

Sabía perfectamente las intenciones de su chico por lo que intentó disuadirle.

-- Quiero estar a solas con mi chica. ¿Es malo? - la acorraló suavemente contra la pared susurrándole en un tono de voz bajito y seductor que no ocultaba sus ganas de jugar.

-- No es malo, lo que pasa es que no estamos solos. Y además llevo puesto ese pintalabios pegajoso que no te gusta.

-- Lo soportaré.

Colocó sus robustos brazos a cada lado de ella para evitar que se escapara. Sabía que cuando él tomaba la iniciativa en sitios como ese, ella intentaba escabullirse muerta de vergüenza.

Su mirada quedó fija en esos labios carnosos que se moría por probar. Inició el acercamiento poco a poco cuando ella se tapó la boca diciendo:

-- ¡La cámara!

Rápidamente él se incorporó alejándose disimuladamente de ella.

-- ¿Por qué hay una cámara ahí? - murmuró entre dientes molesto por la interrupción.

-- La pusiste tú buscando al topo.

Un suspiro de frustración tomó forma en su garganta. Esta vez, guardando las distancias.

Una vez fuera cogieron el camino que les guiaba hacia el subsuelo o, en este caso, hacia el parking. Para compensarle por lo que acababa de perder, fue ella la que buscó entrelazar sus manos de nuevo. Al sentir la calidez de su piel, Can se giró hacia ella y sonrió. Había un brillo especial en sus ojos.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora