CAPITULO IN LOVE: Negociación

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Comida de No Navidad.

Can salía de su habitación atraído por algunos ruidos extraños provenientes de algún sitio de la casa. Guiado por el sonido, no tuvo que inspeccionar mucho para saber que la pelea se estaba desarrollando en la cocina.

Nada más entrar, el caos absoluto: cacharros esparcidos por cualquier sitio, suciedad por doquier y una cocinera muy atareada además de enharinada y cubierta de sustancias pegajosas no identificadas. Eso sí, sin perder ni un ápice de su sexapil personal.

La buena noticia era que no estaban robando la casa, la mala... qué su chica una mañana más había decidido prepararle el desayuno o algo con una forma parecida.

Poniendo los ojos en blanco y armándose de paciencia infinita, decidió darle a conocer a su acompañante su presencia. Se acercó por la retaguardia muy sigiloso, abrazándose a ella muy fuerte, como un oso amoroso.

-- Hola pequeña ladrona culinaria.- la besó tiernamente en la mejilla mientras echaba un vistazo, no sin temor, a lo que estaba preparando al otro lado de la encimera.

-- ¡Ay Dios! No te esperaba tan pronto. – Espetó intentando recomponer su maltrecho corazón. – Un día vas a matarme de un susto.- Y siguió batiendo con fuerza los 4 o 5 huevos que llevaba cascados en el bol.

-- Tú me matas casi a diario de muy diferentes formas y sabores.

-- ¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso? – giró su cabeza hacia él frunciendo el entrecejo, claramente no había captado la indirecta.

Para no hacerla sentir mal, Can simplemente corrió un tupido velo y decidió tirar por la tangente. Era el camino más seguro.

Por lo que pudiera pasar en los próximos minutos, Can quiso ser precavido y no dejar escapar la oportunidad. Con una de sus manos comenzó a acariciar su espalda a medio cubrir, con el fin de atraerla hacia su boca, robándole su ansiado beso de buenos días. Quizá más intenso de lo normal en esta ocasión. Si al final se enfadaba, él ya se había llevado lo que quería.

-- Veo que te alegras mucho de verme.- le dijo con una sonrisa.

-- Siempre.- le contestó acariciando con mimo su mejilla.

Estaban tan concentrados el uno en el otro que no escucharon la llegada de una visita inesperada.

-- Buenos días parejita. ¿Se puede? – preguntó Emre desde el umbral de la puerta sin atreverse a entrar, ya que no sería la primera vez que los pillara en actitud cariñosa.

-- Claro Emre. Pasa.- contestó su hermano separándose ligeramente de ella.

Nada más tener a su futuro cuñado a tiro, Sanem supo que era su oportunidad, ahora o nunca. De hecho se había emocionado tanto que hasta dejó de cocinar.

-- Señor Emre ha llegado justo a tiempo. – Y sin decir nada más fue hasta uno de los armarios para recoger una bandeja repleta de algo grueso y oscuro.

Los dos muchachos se le quedaron mirando expectantes. Pobres... no sabían lo que se les venía encima.

-- He preparado algunas galletas para desayunar. Coja una.

Con toda su buena intención, sostuvo la ofrenda para que él pudiera degustar una de sus obras maestras.

Llegados a este punto no había escapatoria. Emre miró a Can en busca de apoyo pero la respuesta fue clara: Sigue adelante.

-- Claro. Tienen una pinta estupenda.- respondió con su mejor sonrisa disimulada.

De todos era sabido que la cocina no era uno de sus puntos fuertes, por lo que intuía que esas galletas serían su ruina para el resto de la mañana.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora