SAGA SEDUCCIÓN: INCITACIÓN.

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Entrada Fikri Harika

CeyCey, escoltado por una pletórica Sanem, atravesaba a ciegas las puertas correderas de la agencia portando dos cestas de mimbre envueltas cuidadosamente en celofán, el cual había sido adornado con voluptuosos lazos de colores.

-- ¡Sanem, ayúdame! ¡No veo nada! – Suplicó con los brazos engarrotados.
-- ¡Tú puedes hombre! ¡Si eres como Popeye con sus espinacas! – Y como una bailarina en danza, correteó por los pasillos hasta poder refugiarse en su nueva guarida: la sala de reuniones.

El archivo le gustaba más por el aislamiento y la paz mental que le confería, pero en verano, era como meterse en un horno y asarse a fuego lento. El excesivo calor como consecuencia del cambio climático la había obligado a mudar el nido.

Una vez dentro del despacho, lo primero que hizo fue encender el climatizador, a unos 17º C. Acababa de salvarse del tórrido asfalto y una bocanada refrescante supondría su resurrección.

Cuando el aire caliente fue cediendo ante el imperante y recio aliento del dios Bóreas, un suspiro de alivio infló sus pulmones.

-- ¡Oh qué alivio! – Cerró sus ojos dejando que cada centímetro de su piel se refrescara. De repente, su bombillita naranja la alertó.- Sanem, no es momento para esto, hay mucho que hacer.

Se acercó a la estantería donde guardaban los archivadores para recoger uno; el que ella utilizaba de borrador para  clarificar sus ideas. Lo había marcado con el dibujo de una estrella para reconocerlo a vista de pájaro.

Cuando lo tuvo sobre la mesa, le echó un vistazo rápido a las páginas posteriores mientras tomaba asiento en su silla habitual. Fue entonces cuando se percató de que algo no terminaba de encajar. Resultaba chocante estar allí sola sin el jaleo frecuente al que había empezado a acostumbrarse.

Y sin querer, su imaginación hiló extraordinariamente la cadena de conceptos hasta encandilarse con el contorno de su apuesto Sandokán.

-- Es que se pone tan sexy cuando lleva la gabardina de jefe…- estaba cayendo sin retorno en el precipicio del amor cuando ella misma se auto obligó a no pensar en nada que no tuviera que ver con el informe.- Fuera distracciones, céntrate. – Fue a remover un manojo de bolígrafos esparcidos por la mesa cuando una melodía viva y achispada rompió el sosiego reinante.

Al sacarlo de su bolsillo, el apodo de “Mi amor” apareció fluorescente en la pantalla.

-- Hablando del rey de Roma… - resopló.-  Puf parece que me huele.

En los segundos siguientes estuvo resolviendo si podría mantenerse lo suficientemente entera como para no sucumbir a la tentación.

Sopesó las dos variantes:

- Si contestaba: con escuchar su voz corría el riesgo de desestabilizar su frágil cordura.
- Si no contestaba: insistiría hasta dar con ella.
- Solución: contestar continuando con su táctica de escapismo camuflatoria.
-- Dígame señor Can. - Respondió con la naturalidad bajo presión de estar siendo vigilada por oídos cotillas.
-- ¿Señor Can? Entiendo... hay moros en la costa. ¿Dónde estás? - Su astuta agudeza le hizo captar al vuelo la indirecta.
Sanem danzó triunfante el baile del éxito. Había caído en la ratonera. 
-- En el barrio... he acompañado a CeyCey a hacer unos recados para la señorita Deren. ¡Mamá espera un momento! ¡Estoy hablando por teléfono! - Fingió malestar para despistar a su lobo feroz.

Al oír la voz de Sanem clara y sin interferencias, dedujo que había una circunstancia que él desconocía.

-- Para estar en el barrio, no escucho mucho ruido.
Debería haber previsto que el lobo, además de implacable, también era muy inteligente. Esa ágil deducción la dejó fuera de juego. Debía inventarse una ocurrencia creíble sin demora.
-- Ahm.... es que se han ido... todos...
-- ¿Se han ido? ¿A dónde? - Cuestionó entrometido. 
-- A la inauguración de una mercería nueva. La ha abierto una amiga de mi madre gracias a su ayuda en la asociación de vecinos. Y como no podemos dejar descuidada nuestra tienda, me ha pedido que la vigile hasta que ella vuelva.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora