SAGA SIEMPRE CONTIGO: Tu Yo Interior

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Can destapaba la cama con ligereza, tenía ganas de poder descansar. Cuidar de Sanem era muy gratificante a nivel emocional pero altamente agotador a nivel físico, aunque le reconfortaba pensar que lo peor había pasado, más o menos.

Despegó un poco la camiseta de su cuerpo sudado y la agitó para que circulara el aire. Si Sanem no salía rápido del baño entraría y se ducharía con ella dentro si era necesario, fue entonces cuando se dio cuenta de algo: llevaba más de 20 minutos ahí metida y según ella solo iba a cambiarse de ropa y refrescarse.

-- ¿Por qué las mujeres tardan tanto cuando están en el baño?- murmuró la pregunta en voz alta mientras se acercaba sigiloso hacia la puerta, al no escuchar nada la golpeó suavemente con los nudillos.- Sanem ¿estás bien?

--¡Sí! No te preocupes, ya salgo.

Can suspiró aliviado al escuchar su respuesta alta y clara, dio gracias porque esta vez no se había desmayado. Giró el picaporte para comprobar que estuviera abierta pero una vez más, se la había jugado. Un sentimiento bastante profundo empezaba a serpentear en su interior, esta chica iba a ser su ruina.

-- ¡Te dije que no echaras el pestillo! - gritó mientras con una mano aporreaba la puerta enérgicamente

La cara de descomposición de Sanem emergió en ese momento, no se había dado cuenta de que lo había hecho.

-- Maldita sea...- murmuró sabiendo la gran reprimenda que le esperaba.- ¡Lo siento! ¡Ha sido la costumbre!

-- La próxima vez que vea la puerta cerrada la echaré abajo y si tengo que verte desnuda, lo haré, ¿entendido?

Su voz era grave e imponente. No había dudas. Esta vez estaba enfadado de verdad.

-- ¡Entendido mi capitán! - Empezó a vestirse todo lo rápido que podía pero los nervios le estaban jugando una mala pasada con el elástico, la maldita camiseta no quería ceder.

-- Te doy veinte segundos para salir sino entraré a por ti. - encendió el cronómetro de su muñeca para no darle ni un segundo de más.

-- ¿Veinte segundos solo? - su batalla continuaba, el sofoco causado por las prisas, la camiseta que no quería entrar y la cuenta atrás estaban haciendo que casi no pudiera ni respirar.

-- 15... 10...

-- ¡No hagas eso! ¡Me pones más nerviosa todavía!

-- 5 segundos Sanem...

-- ¡Te odio!

-- 3... 2... 1...

Su mano estaba alcanzando el picaporte cuando siente que la puerta se abre bruscamente mostrando a una Sanem, casi a medio vestir, despeinada como si hubiera librado una gran batalla y bastante alterada todo hay que decirlo. Can no pudo resistirse y emitió una ligera carcajada, desde luego la estampa no era para menos.

-- ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un león ahí dentro?

La mirada furtiva que recibió no le achantó.

-- Muy gracioso. Búrlate si quieres pero esto es culpa tuya por meterme prisa. Las mujeres tenemos nuestro propio ritmo vital y vosotros sólo nacisteis para perturbarlo. - estaba molesta, eso se veía a leguas, no dejaba de señalarle y gesticular abruptamente con las manos.

Can retrajo sus labios intentando no reírse de la imagen que tenía ante él pero era muy muy tentador.

-- ¿Vas a dormir así vestida?- preguntó con curiosidad.

Sanem miró su vestimenta, no era ni la más femenina ni la más sexy pero era la más cómoda dadas las circunstancias. Al aceptar que su hija se quedaría en casa de Can a vivir durante unos días, Mevkibe se encargó de prepararle la maleta para tan especial ocasión, donde no faltaron las camisetas hasta las rodillas, pantalones largos, vestidos anchos y por supuesto nada de lencería, eso era terreno prohibido, por lo que Sanem tenía dos opciones o bien dormir desnuda lo cual no era una opción viable o buscar algo entre la ropa de Can que pudiera servirle. Ganó la opción dos por goleada.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora