CAPITULO 8

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Aria Montanari

Silbo una melodía mientras camino para adentrarme a la bodega. Las copas de los árboles se alzan en la inmensa oscuridad de la noche.

El eco de mis tacones chocando contra el piso de concreto llenando el lugar. Camino por un pasillo a penumbras, llegó a una de las puertas y la abro dejando ver al maldito violador.

Tenía pensado dejar a mis juguetes para después, pero tengo un viaje en unos días y necesito dejar todo arreglado, además de que estoy molesta.

Mi abogado dijo que sería difícil adoptar a Bria, dado al hecho de que no estoy casada, es difícil que una mujer soltera consiga adoptar, por eso muchas se van por la inseminación artificial.

No es que pueda volver a Bria un embrión y ponerlo en mi vientre.

Así que tuve dejar que la llevarán de nuevo al orfanato, su mirada cuando deja que la llevarán me rompió el alma, cree que la ilusione y eso me rompe por dentro.

Soy la mujer más poderosa de toda Italia, tengo una gran cadena de negocios, tengo los recursos para poder sustentarla, no necesito tener a un hombre a mi lado para poder hacerlo.

Así que para bajar mi rabia decidí venir a divertirme.

- Arnold – suelto de manera fría adentrándome a la habitación.

Me quitó el abrigo largo y lo dejo a un lado para no ensuciarlo. Miro todos los artefactos de tortura que están sobre la mesa que mis hombres dejaron hace unas horas, listos para mí llegada, los repaso uno a uno sonriendo satisfecha.

- Señora – susurra, se podría decir que casi sorprendido.

- Sabes Arnold, hace ya varios, varios años le di mi confianza absoluta a un hombre que, aunque suene ridículo, lo amaba. Pero eso le valió mierda en el momento en el que me drogo y dejo que su amigo me violara. Es… un sentimiento horrible descubrir que la persona en la que confiabas ciegamente te traicione. En fin… – tomo uno de los cuchillos jugando con el en mis manos, giro y me acerco a el de manera lenta – no vivieron mucho después de eso.

- Aria… – lo interrumpo.

- La Dama Italiana para ti, violador de mierda – siseo con los dientes apretados mientras clavo el cuchillo en su entrepierna.

Un grito desgarrador sale de lo más profundo de su garganta, no me inmutó. Así como le importo un carajo las súplicas de la pobre chica, así me valen sus gritos en este momento.

- Sabes que odio más aparte de la traición – continuo con voz calmada, sin importarme sus gritos –. A los violadores – retuerzo el cuchillo.

- Aria, por favor – solloza.

- Imagino que Zoe te dijo lo mismo tantas veces por dos años. Pero así como te pasaste sus súplicas por los huevos, a mi me la sudan las tuyas.

La puerta se abre dejando ver a dos de mis hombres.

- Cuélguenlo y quítenle toda la ropa.

Ambos hombres se acercan a el, lo desatan y lo tiran al suelo. Le quitan toda la ropa dejándolo completamente desnudo. Encadenan sus manos a la cadena que cuelga del techo, se acercan a una palanca y tiran de ella alzándolo.

Lo dejan a unos pocos centímetros del suelo, aunque estire los pies jamás alcanzará a tocarlo. Salen de la habitación dejándome de nuevo sola junto con el.

Me acerco a la mesa y tomo el cinturón de castidad, solo que este está mejorado, está completamente lleno de púas.

Usualmente se usaba durante la inquisición, el cinturón de castidad era colocado a las mujeres cuando sus esposos no estaban para asegurar la fidelidad de sus esposas.

La Dama Italiana [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora