CAPITULO 40

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Aria Montanari

Uno… dos… tres… cuatro…

Mil…

Respiro profundo llenándome de paciencia para no meterle un tiro entre las cejas a mis amigas, parlotean sin para mientras estoy echada en mi cama con la mirada fija en el techo.

- Entonces, ¿Te coge rico?

- Por milésima vez, si – respondo de nuevo a la pregunta que Gia hace cada cinco o siete minutos.

Me están volviendo loca.

¿Más?

Cállate.

- Quita esa cara, Ari.

Me incorporo mirando a las dos mujeres que en este momento quiero asesinar.

Ya es tarde y se les ocurrió la brillante idea de empezar un interrogatorio, cuando lo único que quiero es dormir a lado de mi hombre, quien en este momento está siendo torturado por sus amigos.

- En este momento quisiera botarlas de mi casa.

- Nos echarías de menos – afirma Hazel.

- Tal vez no lo haga.

- Con nosotras no puedes fingir que no tienes corazón. Además, necesitamos hablar de otro tema.

- No hablaré de eso – afirmó al saber de que tema se trata.

- Hace unos días estabas diciéndome que te dolía pensar en eso, estamos aquí para apoyarte.

- Y las aprecio por eso, pero justo ahorita no quiero hablar de Genevieve – amo a mi hija y ellas lo saben, pero desde ese día que llore frente a Leone y hablamos me siento mejor –. Estoy bien, dentro de lo que cabe y quiero dormir. Así que…

Me levanto y me acerco a ellas tomándolas de las muñecas, las arrastro conmigo por el pasillo. Y justo cuando llegó a la habitación donde se encuentran la puerta se abre dejando ver a Leone.

- Bien, acabo de ganar 2mil dólares.

- Suyas – digo dándolas a sus respectivos esposos –. Mío – tomo la mano de Leone entrelazando nuestros dedos y sacándonos de la habitación.

Puedo escuchar sus risitas socarronas mientras salimos.

Camino rápido por los pasillos antes de que se les ocurra regresar, finalmente llegamos hasta mi habitación y cierro la puerta, apoyo mi espalda contra está soltando un suspiro de alivio.

- Te ves tensa.

- Trata de vivir tres años con ellas e intenta sobrevivir.

- Tuve suficiente con las dos horas de interrogatorio.

Se acerca a mi, me toma de los hombros y me atrae a el, abrazándome, rodeo su torso duro y tonificado, hundiendo mi rostro en su pecho aspirando su aroma.

- ¿Por qué eres tan alto?

- Eso se puede arreglar.

Se separa y se pone de rodillas abrazándome por la cintura.

No puedo evitar sonreír al ver tal acto.

Estoy tan cansada que nos pasamos a la cama, mi flojera están grande que no cambio mi ropa, solo me acurruco en su pecho y me dejo ir en un sueño profundo.

****

- Esta es toda la información – Darío me extiende un sobre manila color amarillo.

- Gracias. Si ves a tu hermano dile que venga.

- Claro, cuñada.

Sale dejándome sola.

La Dama Italiana [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora