CAPITULO 42

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Leone Grasso

- Muori, stronza – le escupió.

Aria se limpia la mejilla con asco, en sus labios se forma una sonrisa retorcida, retrocede unos cuantos pasos, saca un cuchillo de su bota y lo lanza. El grito del hombre resonó por todo el lugar.

Lástima que aquí nadie lo escuchará.

Marco había encontrado al hombre que estaba infiltrado y decidimos venir a divertirnos. Quedé encantado con lo juguetes que usa para torturar.

Miro el látigo con pequeñas púas, lo tomo entre mi mano, me acerco y… suelto el primer azote, su grito se hace esperar, vuelvo azotarlo.

La piel se desprende dejando a la vista su carne palpitante, lo azotó tres veces más y me detengo, no quiero acabar con la diversión tan rápido.

- Bien, volvamos. Misma pregunta.

- Follabas con su hermano, ¿ Para que quieres que te lo describa, zorra?

Aprieto mis manos en puño y no puedo evitar voltearle el rostro de un golpe.

Nadie insulta a mi mujer.

- Incluso los gemelos cambian, no creo que Salvatore se parezca a Stefano después de varios años.

- Ten – le pasó el bate de hierro, lo sujeta con firmeza.

- Bien. Un golpe por cada pregunta que no respondas – lo golpea en las piernas –. Uno. ¿Dónde se esconde la rata? – no contesta, esta ves lo golpea dos veces en la espalda –. Dos. ¿Dónde está? – sigue sin responder y lo golpea tres veces.

Luego de varias horas sin lograr que digiera algo, salimos de la habitación dejando a dos hombres para que siguieran torturándolo.

Tomo la mano de Aria y subimos una escaleras hasta la oficina que tiene aquí.

Una vez dentro le pongo seguro, acunó su rostro entre mis manos y atacó sus labios, la beso con hambre y deseo, jadea de la impresión, pero responde de la misma manera, la hago retroceder hasta que su espalda choca contra la pared.

Mis manos viajan por todo su cuerpo acariciándolo hasta sus muslos, la elevó haciendo que enrolle sus piernas en mi cadera. Sus manos se colocan detrás de mi nuca, empuña mis cabellos profundizando el beso.

Me separó de sus labios comenzando un recorrido húmedo desde su mentón hasta su cuello, lamo y chupo justo en su zona delicada.

- Leone – jadea mi nombre.

- No tienes idea de lo mucho que me puso verte torturando – susurro en su oído.

Desciendo hasta su clavícula, mueve sus caderas haciendo fricción con mi prominente erección, la ropa comienza a molestarme, quiero tomarla fuerte y duro, que grite mi nombre con cada embestías.

La llevo hasta el escritorio, arrojó todo al suelo y la pongo sobre este, tomo su blusa y la paso por su cabeza. Sus manos viajan a mi saco y me lo quita y luego a mi corbata.

- Esta no – se la quitó de las manos antes de que la tire al piso –. Manos – coloca sus manos juntas frente a mi.

Las acomodo y ato la corbata sobre sus muñecas haciendo un nudo. Una vez atadas las guía hasta mi camisa y se deshace de cada botón, sonrió.

Me la quito y la tiro junto al resto. Desabotono su pantalón, levanta las caderas y lo deslizo por sus piernas, las yemas de mis dedos acarician su piel blanca y suave, siento como se estremece ante mi tacto, le quitó las botas y termino de desvestirla.

Vuelvo ascender por sus muslos dejando besos húmedos, dejo un beso sobre su coño húmedo, jadea y su cuerpo tiembla por la excitación, lamo sus pliegues probando sus fluidos, es un elixir muy adictivo, sus manos empuñan mis cabellos y mueve sus caderas buscando más contacto.

La Dama Italiana [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora