CAPITULO 28

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Aria Montanari

Me remuevo por milésima vez en el asiento del jet, tratando de buscar una posición más cómoda para sentarme sin que me duela el trasero.

Fue una noche algo larga, después del encuentro y llegar a casa Leone me castigo, me azotó el trasero tantas veces que perdí la cuenta y luego me follo como una bestia salvaje, lo cual me gustó.

Y mucho.

Me frustro tanto tener las manos atadas que refunfuñe en más de una ocasión, pero eso solo logro que me azotara más veces.

- Deja de moverte – dice sin apartar la mirada de la portátil que está sobre la mesita que nos separa.

- Es tu culpa que no pueda sentarme bien – gruño removiéndome una vez mas.

- Si evitarás besar a otros no tendría porque azotarte.

- ¡Que no lo bese, maldita sea! – suelto exasperada –. Él me beso, yo no le correspondí el beso.

No me responde, ni siquiera levantado la mirada de ese maldito aparato.

Estoy apunto de protestar cuando mi teléfono comienza a sonar.

- ¿Diga?

- Señora Montanari, uno de los inversionistas quiere verse con usted, dijo que son viejos amigos.

- ¿Viejos amigos? – esas palabras fueron suficientes para que finalmente me dirigiera la mirada – ¿Cuál es su nombre?

- Oliver Jones.

No me jodas.

Tiene que estar bromeando.

- Agéndalo para mañana, hoy no me presentaré a la oficina.

- De acuerdo, señora.

Cuando levanto la mirada, miro que Leone me mira fijamente, frunzo el ceño.

- ¿Qué?

- Viejos amigos.

- Si tú no tienes amigo no es mi problema.

- Tengo, no dudes de esos. Y son muy hermosas.

¿Hermosas?

¡FEMENINO!

No masculino.

Maldito Leone.

Gruño ante la respuesta que me dio, que al parecer le causó gracia, cierra la portátil.

¡Al fin!

Se pone de pie acercándose a mi y reclinándose apoyando una mano sobre el poza brazos y la otra en mi muslo acariciando mi piel expuesta, ya que estoy utilizando vestido.

Me deposita un casto beso en los labios y se reincorpora, me tiende la mano, la cuál acepto sin ningún tipo de queja y me guía por el jet hasta la habitación de descansó, una vez a dentro cierra bien la puerta.

Toma mis labios con posesión y una agilidad que me aturde por unos segundos antes de responder de la misma manera, comienza avanzar obligándome a retroceder hasta que mis rodillas chocan con la cama y caigo de espalda sobre ella, se cierne sobre mi besándome con intensidad.

Mi cuerpo comienza a calentarse cada vez más cuando una de sus manos asciende por mi muslo hasta encontrarse con mis bragas, estimulando mi clítoris por encima de la delgada tela.

Las hace a un lado y gimo cuando uno de sus ágiles y largos dedos me invade, siento las corrientes de placer recorrer todo mi cuerpo hasta mi centro.

- Estás muy mojada, preciosa – susurra sobre mi oído, un escalofrío me recorre por toda mi espina dorsal.

La Dama Italiana [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora