CAPITULO 50

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Leone Grasso

Bria no para de hablar mientras me enseña la última manualidad que hizo en la escuela, se supone que es un dibujo de algún animal.

Pero por más que intento descifrar que es, nada, no puedo.

Definitivamente el arte no es lo suyo, tal vez debería meterla a clases de natación o alguna otra actividad que si sepa desempeñar mejor.

Sonríe ajena a todo lo que pasa alrededor.

- ¿Y mami? – mira alrededor tratando de encontrarla.

- En un momento vendrá – ni siquiera sé si ya despertó.

Estamos en el jardín ya que es sábado y a Aria le gusta tomar el desayuno ahí.

Le dejé un vaso de jugo junto a dos pastillas para el dolor de cabeza en cuanto despierte.

Apenas desperté Bria ya andaba corriendo por toda la mansión, anda muy imperativa, así que desde hace dos horas estoy entreteniéndola. Unos pasos llaman nuestra atención y ambos miramos a esa dirección.

Aria viene caminando, se ve tan fresca que ni siquiera pareciera que tiene resaca, pero la conozco y se que en este momento desea morirse.

- Mami – saluda alegre la pequeña de ojos verde olivo.

- Hola, Principessa – se inclina y le deposita un beso en su frente –. Hola, amor – saluda y le doy un casto beso en los labios.

- ¿Cómo amaneciste?

- Me quiero morir – se queja mientras masajes su sien – ¿Qué pasó anoche? Lo último que recuerdo fue hablar con las chicas en la barra.

- Por qué no lo ves tú misma – saco el teléfono, busco entre mi galería hasta que encuentro el vídeo que grabé ayer.

Aprieto los labios en una línea fina tratando de contener mi risa al ver qué casi escupe el café.

Sus ojos se abren por la sorpresa al ver lo que se reproduce en el vídeo.

- Veo que te encanta reforzar la amistad.

- Hay dios – apaga el teléfono y lo deja sobre la mesa.

Busca con la mirada a una de las muchachas del servicio y cuando la ve le indica que se acerque.

- Tráeme dos pastillas más para el dolor de cabeza, por favor.

- Si, señora – da una leve inclinación y se aleja para ir directo a la cocina.

Le da otro sorbo a su café, toma una tostada, le unta mermelada y le da un mordisco.

- Por cierto, ¿Qué esto? – alza su mano mostrando un anillo con un rubí en su dedo anular.

- Un anillo – digo con simpleza.

Veo como duda en si lanzar su pregunta o no, le regaló una pequeña sonrisa antes de volver hablar.

- Si crees que te pedí matrimonio estando ebria, no paso – su cuerpo se relaja al escucharme –. Cuando eso pase te quiero en tus cinco sentidos.

- ¡Cómo amanecimos! – exclama feliz mi hermano asiendo acto de presencia.

- ¡Shh! – se queja Aria mientras masajea su sien –. Baja la voz.

- Te ves del asco, cuñada.

- Mami siempre se ve bonita – defiende Bria mirando mal a Darío.

- Gracias, bebé – acaricia su mejilla –. Solo siéntate y desayuna – se dirige a mi hermano.

Desayunamos tranquilos y Aria se tomó otra pastilla para el dolor.

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