Prólogo

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Me adentro al lugar pasando el enorme portón negro.

Camino por sendero de piedra observando todo a mi alrededor, todo es sombrío y triste. El cielo está completamente gris, las nubes oscuras cubren el azul tan singular de este.

El sonido de mis tacones al pisar es todo lo se escucha.

Finalmente llegó al lugar que me interesa, un nudo se forma en mi garganta y esa misma sensación que me invadió aquel día vuelve a invadirme justo ahora.

Miro la inscripción en la lápida y siento como mis ojos se humedecen del dolor que siento al leer esas palabras que están inscritas desde hace un mes.

Genevieve Montanari 19 de marzo del 2018 – 19 de abril del 2018

Una lágrima comienza descender por mi mejilla dejando un rastro húmedo por dónde pasa.

Un mes.

Solo pude tenerla un mes.

Ni siquiera pude disfrutarla como era debido, no pude tenerla como una madre espera tener a su hija.

Me la arrebataron de las manos.

Lo único que logra calmar mi dolor es que las personas que me la quitaron ya no están, no existen, no respiran el mismo aire que yo.

No lo merecen.

Me coloco sobre mis rodillas y comienzo a sacudir el poco polvo que hay, quitó las flores secas dejándolas a un lado, coloco el nuevo arreglo flores frescas, las acomodo de manera que se vean presentables y bonitas.

- Hola, bebé – el nudo en mi garganta me impide hablar con claridad, mi voz sale rasposa –. Ya pasó un mes, estoy intentando, de verdad, estoy intentando seguir adelante, trato de concentrar mi mente en otras cosas pero es imposible.

Tomo una respiración profunda tratando de eliminar ese maldito nudo y aplacar el sollozo que amenaza con salir.

- Necesito irme. Mami necesita irse, bebé. Necesito tratar de apaciguar este dolor tan inmenso que me come por dentro – no puedo aguantar más, el sollozo escapa de mi garganta –. Te extraño mucho, no tienes idea de cuánto. Volveré no dudes de eso, jamás te dejare aquí abandonada. Solo no te enojes con mi mamá, ¿Si?

Más sollozos salen, un tras otro incapaz de controlarlos y tampoco quiero hacerlo.

No me he permitido llorar.

No me he permitido desahogarme.

Grito y sollozo por el dolor que siento.

Ella debería estar aquí conmigo y no en esta tumba, donde solo puedo llorar y hablarle a una lápida como si le estuviera hablado a ella.

- ¡Perdóname! ¡De verdad, perdóname!

No hay dolor más grande como el que te arrebaten a tus hijos, después de esperarlos con tanto anhelo y deseo.

Tal vez ella no fue producto de un amor como en muchas otras ocasiones, pero era mía, llevaba mi sangre, creció dentro de mi, luche tanto por tenerla conmigo y que estuviera a mi lado y al final…

Nada.

No tengo nada.

Solo dolor.

Sufrimiento.

Y un enorme vacío que no creo que se llene jamás.

La Dama Italiana [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora