¿Quieres jugar?

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Aquel beso aumenta cada vez más, pero  esta dejando sin aliento a Valentina porque ella solo se mantuvo estática, recibiendo lo rico que es un buen beso, por lo tanto, ni siquiera cerró los ojos porque contemplaba los ojos del malévolo hombre.

Arthur al no sentir la respiración de Valentina, se aparta esbozando una sonrisa ladina. —¿No sabes besar?— le pregunta y ella deja de mirarlo, está que se le sale el alma del cuerpo. Jamás había sentido tanta calentura como en estos momentos —de mi puedes aprender muchas cosas. Y luego de que yo prácticamente no quiera más contigo. Te quedarás con una buena posición monetaria y sabrás cómo volver loco a un hombre
—¿Y quién te dijo que no sé?— Valentina trago grueso para luego sonreír algo mínimo
—¿Quieres jugar?— le pregunta Arthur y ella arquea una ceja, acercándose un poco a él
—posiblemente...— le responde con tono de voz seductor, para luego tomarlo desprevenido al quitar las llaves del cilindro de la cerradura del auto y al obtener lo que quería se aparta. Oprime el pequeño botón y la puerta queda sin seguro, por lo tanto, ella aprovecha para salir y dejarlo estupefacto
—muy bien jugado, señorita Ashley— la observa detalladamente —entonces no sabes besar, usaste una buena táctica de la cual te saldrá caro. ¿Piensa llevarse, mis llaves señorita Ashley
—no me gusta quedarme con lo ajeno, señor Villarreal— le lanza las llaves y él las atrapa. —una vez más gracias por su ayuda, pero una vez más le recalco, no soy la mujer que usted necesita— cierra la puerta del auto

Valentina empieza a caminar rápidamente, pero no directo a su casa, porque sabe que él la puede seguir.

—esta niña está agotando mi paciencia, enciende el auto y hace resonar el motor por lo que Valentina se asusta y acelera sus pasos. Arthur baja el vidrio de la ventana de copiloto y al estar cerca de ella le dice —¡Tiene dos días señorita Ashley!— al decirlo, arranca como un demente y ella suelta el aire retenido

—¡Ese hombre está loco!— continúa caminando y en su mente divaga aquel beso ardiente —no Valentina, no seas tonta, bájate de esa nube, no puedes pensar en él. Olvídate de él— Valentina retoma el camino a casa y por más que no quiere pensar en Arthur, la sonrisa, el perfume, la voz, la mirada, aquellos labios, todas esas cosas han llamado su atención y se están impregnando —¡Olvida a ese demonio de Arthur!— se reprende a sí misma

Minutos después llega a su casa, abre la puerta silenciosamente y la cierra, todas las luces están apagadas. Al parecer su madre no está.

Sube a su habitación y se siente tan, pero tan cansada, que no sabe cómo organizar su vida por todo lo que está pasando. Se acuesta boca arriba y fija su mirada al frente, dónde tiene como decoración en la pared, un cuadro donde hay una foto de ella cuando tenía 5 años junto a su padre y ese día tenía unos patines de ruedas puestos. Aquello le dió mucha melancolía, prefirió desvíar su mirada y observa sus patines en el suelo.

—¡No puedo...! Quisiera cerrar mis ojos y no volverlos a abrir

Allí permaneció, sumergida en sus pensamientos que ni siquiera pudo dormir y tampoco se dió cuenta que había amanecido y para su mala racha su madre toca la puerta de la habitación.

—¡Valentina! ¡Valentina!— le menciona dos veces

Ella suspira y sin aliento, se coloca de pie para  acercarse a la puerta para abrirla, al hacerlo lo único que puede ver es la mirada maléfica de su madre. —¡Me ha llamado Walter, has perdido el trabajo!
—no grites por favor. En este momento me duele la cabeza, no he dormido nada, en vez de venir a reclamarme, pregúntame ¿Qué me pasó?
—¡Eres muy rebelde Valentina y te conozco!
—eso es lo que crees madre, pero realmente no me conoces. Y prefiero no darte explicaciones de lo que pasó ayer.  Quiero intentar dormir
—¡No lo harás! Pero bueno, viendo el lado bueno como te vas a casar con el joven Gonzalo, no nos vamos a preocupar por dinero. Voy a preparar un buen desayuno para recibirlo y espero,  Valentina que te comportes porque de lo contrario me voy a enojar mucho contigo, te tendrás que olvidar de que tienes madre— cierra la puerta de un portazo
—¡Al diablo!— bufó caminando muy enojada hacia el baño —¡Al diablo la vida y todos!— se empieza a quitar la ropa sintiendo impotencia —quizás... Quizás él sea mi única salida

Minutos después de tanto llorar, Valentina está frente al espejo mirando su vestuario, falda larga color negra, camisa color negra, cabello suelto y botas negras.

—bien, vamos a ser la niña buena que quiere mi madre— sale de su habitación sintiendo hervir su sangre y al estar cerca de la sala de estar escucha risitas de su madre y un hombre. Al llegar, tanto como su madre y Gonzalo se quedan mirándola con sorpresa por su vestimenta.
—así que... Ella es Valentina— Gonzalo se coloca de pie
—joven Gonzalo, perdone a mi hija, ella suele a veces vestirse de esa manera
—¿Es algo de lo que me debería preocupar?— mira a Valentina como si fuera un bicho raro
—no, no para nada— sonríe a carcajadas —mi hija solo quiere impresionar ¿Cierto cariño? Pero vamos a desayunar y así platican para que se conozcan un poco más— Tamara siente una enorme vergüenza por como Valentina está vestida

Al estar los tres en el comedor. Valentina Ashley no mira a Gonzalo, siente más bien asco hacia él. —a pesar de tu mal gusto en vestimenta, eres algo bonita, así mi heredero tendrá un buen físico

Valentina abre sus ojos como platos y luego mira a su madre. —mi hija se cuidara un poco más. Si inviertes en ella tendrás una buena esposa— interviene Tamara
—quizás...— mira la taza de café, pero no le apetece tomar. Ya que es de alta categoría y el dinero lo tiene bien metido en la cabeza, como si él fuera superior a los demás —lo único que me importa es que es virgen y que me dará un hijo

Eso Valentina no lo sabía. —¿Un hijo?— pregunta y Gonzalo mira a Tamara
—es el deber de toda esposa, hija— sonríe hipócritamente —ya sabe, joven Gonzalo, te casaras con mi hija, pero no puedes olvidar que yo existo
—madre, ¿Acaso no te das cuenta? Me estás vendiendo a ese hombre en contra de mi voluntad. Además, quiere un hijo, tengo sueños que quiero cumplir. En mi mente no está el tener hijos
—¡Silencio Valentina!— la reprende su madre con autoridad, cuando de repente, se escucha el timbre de la puerta dos veces seguidas, acelerando el corazón de Valentina porque ella sabe que cualquier cosa se puede esperar de aquel hombre que se está apoderando de su mente
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