Trapped | König

⩩ XVIII. Desconocido cercano

Camino aturdida, intentando encontrar un rumbo, el que sea.

Una parte de mí negaba que König fuera capaz de hacerme daño pero otra decía que él no existe.

¿También me mintió sobre mí? ¿Y sobre nosotros?

Temía la idea de que fuera un hombre que me secuestro, con un motivo que no quiero ni imaginar.

Y pensar que llegué a amar a alguien así.

Pero mi bebé no tiene la culpa, no.

Sentí una mano posarse en mi hombro y me giré asustada dispuesta a confrontarlo.

Pero no era él.

Un hombre alto con un pasamontañas con diseño de calavera estaba allí de pie. Lo miré confundida esperando lo que sea.

— __________. — Susurró mi nombre. Su voz era ronca, más que la de König, pero él no tenía acento alemán.

— ¿Quien eres?

— Sabía que estabas aquí, con él. ¿No te hizo nada?

Intentó tomar mi mano pero lo aparté y retrocedí.

— ¿Cariño? Soy yo Simon. — Bajó su pasamontañas, mostrándome su rostro. — Mírame, ya estás a salvo. Te sacaré de aquí.

¿Simon? ¿El del accidente?

No pude evitar que mi corazón se arrugara aún más. König me dijo que este hombre estaba muerto.

¿Por qué lo hizo?

Ya lo sé, era porque no quería que lo buscara.

— No pongas esa cara, vengo por ti. Ya estás bien. — Se acerca frotando mis mejillas.

— No te recuerdo, no me acuerdo de nada. Perdón.

Pude ver la expresión confundida del hombre que acomodó su pasamontañas rápidamente cuando se escuchó movimiento. Ahí estaba él.

— ___________, no lo escuches.

König intenta llegar desesperadamente a mí, pero Simon lo aparta. No sé que hacer, tengo tanto que decir y preguntar, tal vez reclamar. Pero mi boca no ayuda a que salgan las palabras.

Me atrevo a mirarlo, decepcionada. No creo en nada de lo que me expresan sus ojos, esos ojos que creía conocer pero que al final resultaron ser un espejismo falso.

— ¿De qué está hablando? ¿Por qué no me recuerda? ¿Que carajos le hiciste?

— Me drogó. — Dije dolida, recordando aquello.

— No es así, yo no quise... _________, yo jamás te tocaría un cabello si no te gusta.

— La drogaste imbécil. — Simon se acerca, agarrando bruscamente al más alto de las ropas. — Tu maldita obsesión llegó demasiado lejos.