Mi cumpleaños parece más una reunión de trabajo de papá que otra cosa. No conozco ni a la mitad de la multitud que ha venido.
Poco después de que Izan saliera de mi habitación, subió papá a buscarme. Se puso como loco al verme con el vestido, solo que— como pasa muy escasas veces— logró contenerse.
Cuando bajamos las escaleras, todo el mundo se me quedó mirando. De reojo miré a papá. Estaba sonriendo. Quién no lo conociera solo pensaría que estaba feliz. Pero yo lo conocía. Estaba feliz, feliz de verdad, aunque no por completo. Tenía la mandíbula apretada y en un descuido, me acercó a él con la excusa de darme un abrazo. Sus palabras en mi oído fueron claras y me provocaron retortijones y escalofríos.
«No quiero ver que nadie se te acerque demasiado. Eres mía. Mi hija, mi mujercita. Sabes lo que pasará si me desobedeces»
Asentí nada más terminó de decirlo. Mamá estaba allí. Ni siquiera estaba enterada de que hubiera llegado. Me dió un corto abrazo— totalmente falso nada más me vió llegar— y me felicitó por mi cumpleaños. Creo que decir que estaba incómoda, con una enorme cantidad de gente amontonada entre flores y rosas colores pasteles queriendo llegar hasta mi para felicitarme y recordarme lo grande que estaba es poco para decir. El dolor de estómago que tenía por culpa de los nervios me estaban mareando. Afortunadamente fué papá quién dispersó al montón de gente para que me dieran un respiro.
Él lo hacía por no dejar que nadie se acercara a mi más de la cuenta.
Yo se lo agradecía no por eso, sino porque me estaba ahogando.
Después de eso las personas solo me saludaban si me veían cerca. La mayoría estaba hablando con papá, queriendo entablar relaciones con él. Mamá a su lado se agarraba de su brazo a más no poder, fingiendo ser el matrimonio feliz que todos creían que eran. Dí un respingo cuando algo me picó el hombro derecho. Al girarme no ví a nadie, pero del otro lado Kia se reía tomada del brazo de Arlo.
Kia estaba realmente hermosa. Su cabello cobrizo estaba en un moño alto con rizos desparramados por todas partes. Teníamos el cabello tan largo que al hacernos ese tipo de moño los mechones llegaban a la altura de los hombros por más que intentamos recogerlo todo. Sus ojos de un color azul claro estaban más brillantes que de costumbre. Tenía un vestido verde precioso, largo, con pedrería en la parte del pecho. Arlo junto a ella estaba enfundado de un traje como todos los hombres en aquel salón. Su corbata combinaba con el vestido de mi hermana. Ese simple gesto me llenó el pecho de ternura.
— ¡Feliz cumpleaños preciosa!
— ¡Arlo!— sonreí, como toda una niña pequeña.
Nunca dejaría de emocionarme al verlo.
Kia soltó el brazo de su prometido para acercarse y darme un abrazo de oso. Era un poco más alta que yo, y sus abrazos consistían en dejarse levantar por ella. Estuve con los pies en el aire por unos segundos hasta que me volvió a poner en el suelo.
— Te ves hermosa— me pellizco la mejilla.
— Tu igual hermana.
Aunque sonreía, se le notaba cierto... No sé. Era algo que yo notaba en la mirada de todos mis hermanos. Incluso llegaba a notarlo en los sirvientes.
Mis hermanos y yo no éramos realmente felices. Intentábamos por todos los medios que papá estuviera orgulloso de nosotros, pero eso solo colaboraba a que, cuando hacíamos algo mal así fuera por accidente, sus castigos fueran peores.
Teníamos que ser perfectos.
Los sirvientes escuchaban con claridad los momentos en que papá desataba su ira contra nosotros. Pero, como era de esperarse, hacían de la vista gorda, como si aquello no estuviera pasando.
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Perdida entre la perfecta imperfección
ActionNo pensé que todo lo que conocía llamado mundo podía cambiar tan drásticamente. Pensé que la perfección que me rodeaba era real, pero tarde me dí cuenta de que todo era artificial, echo para engañar nuestros ojos. Es por eso que debemos desconfiar...